Política y juegos

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Ya no podía confiar en nadie, todos los que en otro momento eran sus amigos, en realidad compañeros de partido ahora parecían ser sus más grandes detractores. En los salones del congreso lo apoyaban en las reuniones del partido nadie le hablaba. La noticia de su error se había esparcido sin demora y aun cuando para su tranquilidad su "colega" ya se estaba encargando de atrapar a todos los que tenían una copia del archivo, su fama era más negra que la noche. La reunión terminó; ahora venía el habitual coctel, una fila de decenas de garzones comenzó salir desde una puerta tras la que un sin número de bandejas esperaban salir. La escena se desarrollaba como una opulenta danza, movimientos de un lado, giros por el otro, todo se veía coordinado, ordenado en extremo, más de lo que cualquiera habría podido imaginar. Para los presentes no era nada nuevo, estaban acostumbrados a ese tipo de actividades. No escatimaban en gastos cuando se trataba de organizar sus "reuniones"; Mauricio recordó lo que un viejo amigo del partido le había dicho cuando lo hicieron miembro. "Todo es apariencia, nada más que apariencia, si sabes mostrar lo que los otros esperan entonces llegaras lejos en el partido." Así fue, durante años llevaba aparentando, mostrando una cara que no era la propia, siendo aquel que los demás querían que fuera. Era un buen actor, tan bueno era para aparentar que con el pasar del tiempo había llegado a olvidar quién era. Sin darse cuenta se volvió un engranaje, una parte del partido un ente sin pensamiento; ya no tenía deseos o voluntad más que cumplir con las exigencias del partido y los plazos del gobierno. Pero esa era su vida, no tenía nada más. Trago saliva, extendió una mano, tomo una copa de piscosouer, necesitaba algo que lo relajara, pero no demasiado o podría decir lo que pensaba de esos traidores que ahora se alejaban como si tuviera lepra. Bebió de una le líquido, al instante tuvo el valor para dirigirse a un grupo de sus compañeros, no era cualquier grupo, sino los dirigentes, quienes lo llevaron al cargo y le dieron el apoyo para ser diputado. Las miradas de desagrado no se hicieron esperar.

-Colegas... - dijo a la vez daba una rápida mirada al grupo. A su derecha la presidenta del partido, Ignacia Álvarez mujer que había llegado a ese puesto tanto por su pasado familiar uno que se caracterizaba por el compromiso con los ideales del partido sin dejar de lado sus excelentes capacidades oratorias y una disposición inquebrantable para apoyar cualquier idea contraria al conservadurismo; de ojos azules, cabellos rubios, mirada penetrante y analítica, arrugas que se extendían a lo largo de su frente aumentándole un par de años más de los que tenía, todos sabían que las cirugías plásticas no le habían servido, por lo menos no como ella hubiera querido. Frente suyo, Benjamín Walter un hombre dedicado a hacer ejercicio, una frente que llegaba hasta la mitad de su cabeza, ojos con una cuota de vanagloria, como si mirara a los demás desde un pedestal. Sus ropas demasiado costosas incluso para el sueldo de un integrante de alto rango del partido. No era un secreto que recibía apoyos de privados, aun cuando la línea de su discurso era contraria a los ideales capitalistas; pero así eran las cosas, cada uno se rascaba como podía, al menos en ciertas circunstancias. Las elecciones eran de esas ocasiones. A su izquierda Carlos Gopaitc, un hombre ya bastante maduro, pero más joven que los presentes, abogado de ojos firmes, escaza sonrisa y espaldas anchas. Por lo general tendía a ganar cada juicio que le tocaba; unos decían que se debía a sus grandes capacidades reflexivas y memoria tallada en piedra, otros adjudicaban sus victorias a las vinculaciones familiares tan bien conocidas que tenían su familia con el mundo jurídico, un tío en segundo grado era uno de los jueces de la corte suprema y rara vez cuando llegaban a esa instancia perdía. Ellos eran algunos de los más altos miembros del partido, pero sobre todo algunos de los que en otro tiempo lo apoyaron. Ahora lo ignoraban de la forma más evidente posible, como si buscaran hacer notar la gravedad de su error. Un silencio se hizo sentir en el grupo al momento que Mauricio apareció; una sonrisa entre burlesca y furiosa se dibujaba en su rostro. Ninguno hablo, se dedicaron a intercambiar miradas y uno que otro gesto a modo de desagrado; uno frunció el ceño, otra movió la cabeza, una hizo una mueca con los labios.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now