Temor e información

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Sus ojos desorbitados, el rostro enrojecido a causa de la sangre que subía a su cabeza. El primer botón del cuello de la elegante camisa abierto, la corbata desanudada. Caminaba de un lado a otro de su oficina, buscando una respuesta, tratando de encontrar una solución a su problema. Decir problema era poco, aquello podía ser una sentencia de muerte. Si no lograba recuperar pronto esos documentos lo mínimo que podía suceder era que lo enviaran preso. Lo peor era que ese matón lo asesinara o que sus clientes decidieran acabarlo. Como fuera tenía que moverse rápido y así lo había hecho. Tuvo que pedirle ayuda a ese tipo, ese asesino con quien ahora estaba obligado a trabajar, para que moviera a su gente y recuperaran el archivo que lo incriminaba directamente con los incendios y el nuevo proyecto de ley que había entrado con urgencia a la cámara de diputados. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido, quién tuvo no solo la osadía, sino la astucia para robarle información confidencial. Tenía que culpar a alguien, su secretaria, ella era su chivo expiatorio, aun cuando sabía que era su culpa. Fue él quien envío el correo con el archivo a un mail que pensó era el de ese matón. Fue él quien coloco los nombres, dio los datos, redacto con lujo de detalles todo lo efectuado los últimos meses. ¿Cómo no se percató que jamás esa calaña de gente se ofrecería a ayudarlo? A penas recibió el mail indicando que le enviara la información para actualizar el documento antes de hacerlo llegar a sus clientes tendría que haber dudado de su procedencia. Solo cuando se fijó en que era un correo de Hotmail y no de Gmail desde donde le escribían comprendió que alguien lo engaño.

-Con ese documento pueden hacer lo que quieran- dijo a la vez que deambulaba por la oficina.

En ese momento entro su secretaria. Nunca lograba recordar el nombre de esa mujer, así como tantos otros ella no era más que un engranaje en sus planes, uno que usaría para salvar su pellejo.

-Diputado Mauricio lo buscan- trato de ocultarlo, pero no pudo evitar notar el rostro moribundo de su jefe, uno que anunciaba algo malo y si malo para él también para ella.

- ¿Quién es?

-Es don Ronald, dice que tiene una cita con usted.

-Hágalo pasar- tomo aire, se instaló en su silla, debía aparentar tranquilidad, de lo contrario no contaría con su apoyo.

La mujer se retiró, al instante aquel hizo su entrada. De jeans de buena marca, camisa de seda color azul, un chaleco sin mangas. Los zapatos con algo de taco, tratando de disimular su baja estatura. No importaba cuanto lo intentara nada podía quitarle ese semblante burdo, vulgar, que tanto lo definía. Pese a eso era de temer y respetar, ya se lo habían advertido y continuaban haciéndolo sus compañeros de partido.

- ¿Cómo le ha ido? - pregunto a la vez que tomaba asiento sin esperar respuesta ni invitación.

-Con algunos asuntos que atender... - trago saliva, no le agradaba hablar con él sus problemas, ya se sentía bastante expuesto, darle más información - pero es parte de este trabajo- Trato de sonar natural.

Ronald musito una sonrisa a la vez que se acomodaba y cruzaba las manos sobre su regazo. Movió la cabeza en sentido de negación. No hacía falta decirlo, sabía algo, más de lo que Mauricio deseaba, mucho más de lo que podía imaginar.

-Supe que tuvo un problema con un documento.

- ¿A qué se refiere? - trato de parecer indiferente.

-No nos veamos la suerte entre gitanos, usted sabe bien de qué hablo, el cambio de suelo, ese papel que lo incrimina con lo que está sucediendo en el sur... - la sonrisa no dejaba el rostro, a la vez que iba tomando una faz cada vez más amigable, al menos en apariencia-. Si ese archivo llega a las manos equivocadas usted caerá y de seguro irá a prisión.

Chile en llamasWhere stories live. Discover now