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Se encontraba sentado en el suelo, al lado del polaco. Miraba como los otros países a su alrededor jugaban o intentaban ahogarse entre si, y como SD y Peravia peleaban entre ellos por ser el favorito.

— ¿Seguro que prefieres quedarte aquí? —Preguntó, alzando el rostro para observar la palma cortada en la cima del alto.

—Hasta que te sientas mejor estaré aquí —sin ver al otro, el de tez morena podía jurar que estaba sonriendo con aquella tranquilidad que le caracterizaba—. Si quieres, me puedes contar porqué esto te entristece tanto...

—Es una historia un poco rara —cerró los ojos, dejando que la brisa desordenara aun más su cabello de lo que estaba—. Peravia un día estuvo a punto de matarse aquí, se encaramó a la palma de la izquierda, la que algún desgraciado mochó, y casi se cae. No me preguntes como lo hizo, pues hasta yo me lo pregunto todavía. Desde entonces venimos por acá un par de veces al año... Se ha vuelto una de las pocas zonas en las que podemos juntarnos todos sin problema alguno y sin tener las cámaras de la sociedad encima.

—Wow... Parece que ellos fueron todos unos revoltosos en su infancia, ¿No?

—Oh, lo fueron, solo San José de Ocoa, Santiago Rodríguez y Hermanas Mirabal son tranquilitos —sonrió, pensando en todos sus hijos—. Pero háblame de ti.

—¿De mi?

—Si, cuéntame algo.

Se mantuvieron allí por horas, hablando de sus provincias, conociéndose entre ellos de una manera en que meses antes no habrían ni imaginado. Y las lágrimas ya no tuvieron lugar alguno en los ojos del dominicano en lo que restó del día...

...Solo hubo de los dos una indescriptible melancolía.

Alzando Vuelo [Countryhumans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora