88

207 30 27
                                    

— ¡Santiago! ¿Aún no se depielta papi? ¡Necesitamos preparar... Ya sabes qué cosas!

La provincia, y segunda capital, se dió vuelta para observar con aburrimiento a su hermano. Santo Domingo estaba empezando a molestarle, pese a que apenas eran las nueve de la mañana.

—No sé, yo tengo nadama' do ojos, mejor ve a revisai tu —aburrimiento le daba y sobraba en ese instante.

—No empiecen desde tan temprano, mínimo esperen a que sea de tarde.

El tono agraviado de Higüey, quien estaba al otro lado de la sala leyendo la biblia mientras tomaba una taza de café, fue lo suficientemente autoritario para hacer que las dos provincias de conflicto continuo se callaran. Las otras tantas provincias seguían haciendo sus propias cosas, cada quien en su mundo o jugando con quienes vivían más lejos y pocas veces podían ver. No tenían ni la más mínima idea de que estaban siendo observados por su padre desde el pasillo, mucho menos de que este estaba llorando.

—Entie vece' me das miedo, Guey. Hablas demasiado peifecto...

— ¿Qué dijiste, Vega? —El nombrado se inclinó levemente al notar el tono bajo de su hermana.

La provincia cibaeña negó con la cabeza al paso, sonriendo amablemente para repetir lo que había dicho antes.

—Anda er diablo...

— ¿Qué pasó, Peravia?

El peravience volteó a ver a Barahona con los ojos bien abiertos.

— ¿Acaso son pareja? —Señaló con el índice a La Vega e Higüey, haciendo notar la escenita a todos.

—Que raro, normaimente eres bien fría con to' el mundo, Vega —el país entró a la sala luego de haber secado sus ojos, recibiendo varios "e veida", "si cielto" y "anjá" de parte de todos los presentes.

Un minuto de silencio.

一¡PAAAAAAAAAAAAAA!

La provincia Hermanas Mirabales se había lanzado a abrazar al país casi inmediatamente captó su presencia, siendo recibida por los brazos de su padre al instante.

— ¿Cómo 'ta, mi niña? ¿No me va a besar la mano? —Estrechándola entre sus brazos, preguntó.

Allí empezaron todos a acercarse y darle abrazos también, diciendo uno a uno el 'ción pa' que el dominicano quería escuchar más seguido. Los besos en mejillas, los golpes sin fuerza y las reprimendas por pelearse entre sí no se hicieron de esperar, pero pese a todo el ambiente se mantenía carente de tensiones. En ese momento, justo allí como había sido años atrás, estaban juntos como la familia que son.

— ¿E'te año vamos a celebrar juntos, pa'? —San José de Ocoa atinó a preguntar.

— Cierto, ya pasó año nuevo y no hicimos nada... —Señaló San Juan.

—Este si —sonriente afirmó—, pero solo si todos cooperan, no vaya a ser como la última vez que La Romana acabó tirándole una olla de presión a Samaná...

— ¡Lo prometo! ¡Prometo que esta vez no voy a tirar una olla a Samaná!

—Que alivio.

—Será un sartén quemado.

— ¿Ei qué?

Ninguno notó las lágrimas ajenas ni sus ojos hinchados, y si lo habían hecho entonces habían preferido callar.

Era el momento de todos, el instante que en silencio tanto habían añorado. Pese a las diferencias entre cada provincia y la falta de brazos para abrazarlos a todos al mismo tiempo del dominicano, se querían de una manera invaluable. Y así como se querían, querían mantener el contacto ante toda adversidad. Eso si, nunca le contarían al país aquello que entre sus manos humanas se movía; eran planes perfeccionados, confeccionados únicamente para el bien de aquel a quien amaban de la forma en que una hijo puede amar. Era el único sentido acerca del cual no deseaban sostener una conversación.

Y es que, ¿Cómo le dices a tu padre que no querían una madre o un segundo padre por miedo a que acabe herido? No había forma de decirlo, pero estaban bien con ello. El día deslumbraba, y la familia con él también.

Las nubes no mancharían de gris un día tan sublime y feliz.

Alzando Vuelo [Countryhumans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora