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El de tez manchada en sol caminaba con lentitud por la casa de Santiago. Estaba deleitándose con el silencio de un momento a solas. Sus hijos estarían por ahí, haciendo sabrá Dios qué cosas.

¿Qué si aún tenía problemas que resolver? ¿Qué todavía necesitaba reunir países para no meterse en problemas? En ese instante nada de eso le importaba.

A veces, es bueno olvidarse de los problemas temporalmente.

Tomó entre sus dedos una caja de cigarrillos que tenía siempre en el bolsillo, y al pasar por la cocina encontró un encendedor. Acomodando su cabello pensó en que ya era momento de recortarlo, y con esa idea en mente se dio vuelta camino al patio. El humo del cigarro entraba a sus pulmones en lo que se acomodaba para dejarlo salir.

Un pequeño fragmento de vida cruzó frente sus ojos.

Era la imagen del polaco, regañándolo por andar fumando. Pese a que en pocas ocasiones el contrario le había atrapado en plena acción, la reprimenda no se había hecho de esperar en ninguna. Era un recuerdo que le sacó una sonrisa involuntaria y le hizo sonrosar de la vergüenza.

— ¿Debería hacer caso?

La pregunta no era para nadie más que él mismo, pero igual fue contestada cuando un golpe [no tan fuerte] fue plantado en su cabeza.

—Claro que si. Ahora veo que si no estoy tras tuyo de una vez vuelves con lo mismo.

Al girar el rostro el cigarrillo casi se le cae del susto.

— ¡¿Q-qué?! ¡Ni siquiera fumo tanto!

—Pero si te sientes estresado tienes mejores maneras de hacer que se te pase.

Iba él a callarse que en ese momento lo que sentía no se trataba de estrés.

No era nada más ni nada menos de quien estaba pensando con anterioridad. Era quien con el ceño fruncido y una expresión desafiante en su rostro le observaba, dejando caer la mano con la que le había golpeado a un costado. Entonces allí fue cuando soltó el cigarro y le apagó al pisarlo.

— ¿Te sientes bien? Te pusiste rojo de repente —Polonia se sentó a su lado, pasando una mano al rostro del moreno para comprobar su temperatura.

Notaba el dominicano que, ciertamente, el calor subía por sus mejillas de una manera irónicamente incómoda. Pero no podía apartar la vista de quien se preocupaba por él, simplemente no podía dejar de admirar esos ojos misteriosos. Se obligaba a sí mismo a intentar por lo menos disimular la tragedia que en la que su cabeza se encontraba sumida. Los nervios le estaban matando por la cercanía.

Solo esperaba que aquellos gestos fueran interpretados como pena por haber sido encontrado fumando y no como lo que verdaderamente eran.

Sacudió su propia mano para alejar la ajena con rapidez. Contrariado se encontraba por sus propias acciones, pero no era el momento de actuar de esa manera, no cuando él tenía que preocuparse más por Polonia.

—Si, si, estoy bien. Pero dime tu si no te volviste loco por andar encerrado en Najayo —al principio su tono temblaba, pero ya luego se estabilizó a sí mismo—. Tu dime cómo llegaste allá para saber cómo castigar a Santo Domingo.

—Oh, eso creo que te lo diré más tarde... Primero quiero que sepas que tienes otra visita más.

— ¿Otra? ¿ONU mandó a algún otro país?

Polonia negó con la cabeza.

—No, se trata de alguien de mi país. Una de mis hijas vino, aunque no sé ni para qué porque no sabía ni siquiera que estaba en la cárcel...

Y allí de golpe volvió el nerviosismo.

Alzando Vuelo [Countryhumans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora