Día 3 ❣ Descendencia

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La casa de Fingolfin no recibía demasiadas visitas y era muy extraño escuchar el llamamiento a la puerta

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La casa de Fingolfin no recibía demasiadas visitas y era muy extraño escuchar el llamamiento a la puerta. No era que sus hijos se comportaran como unos demonios, como los hijos de su hermano Fëanor o que fueran tan dulces y molestos como los de Finarfin, de hecho, sus hijos estaban en un punto medio y a Fingolfin le gustaba describirlos como normales. Los salvajes eran los hijos de Fëanor y los tiernos los de Finarfin, por tanto, alguien de la familia de Finwë debía salir normal.

Si bien esas eran las ideas del padre, sus hijos eran un poco distintos y más Turgon, quien con su fuerte y pesada personalidad alejaba a todo mundo y repelía las visitas como el veneno a las ratas. Sucedió entonces que aquel domingo soleado la puerta no dejaba de sonar. Aredhel había salido con sus amigas, Argon se desapareció en su casa del árbol en el jardín y los mayores estaban ausentes.

Nuevamente llamaron a la puerta más insistentes y con mayor fuerza. Turgon arrojó lejos el control remoto y apagó el televisor para encaminarse a la puerta principal. Recibió a Maedhros con un bufido.

—De nuevo tú —dijo Turgon dándole el espacio necesario para entrar.

—Así es, de nuevo yo —burló el mayor empujándolo con poca fuerza. Entró como si fuera esa su casa y arrojó lejos su mochila de la cual pendía un listón amarillo amarrado. Fingon tenía la pareja de ese listón pero atado a su cabello—. ¿Está tu hermano?

—Ese no sale de casa. Está en su habitación como siempre —apuntó a la planta de arriba para después perderse dentro de la cocina y por último gritar:— Por cierto, ¿Que no te quieren en casa? Vienes todos los jodidos días.

Maedhros se echó a reír por el comentario el cual tenía mucha, demasiada razón, pero es que eran vacaciones, la falta de escuela significaba para Maitimo demasiadas horas sin ver a Fingon, su novio, y si a este no le gustaba salir, él iría todos los días. Como bien dicen, si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

Subió las escaleras jugando, de dos en dos y saltando. Caminó por el pasillo y dobló a la izquierda para entrar a una habitación bastante normal de un chico de preparatoria que no anda en malos pasos. Nada más ver la figura de Fingon sentado frente al computador, un fuego apasionado se encendía en el corazón de Maedhros.

Estaba tan enamorado que sus hermanos podían hacerle una broma pesada pero no se enojaría si a cambio pudiera estar todo un día con Fingon. Junto a él se sentía completo, satisfecho y extrañamente, alegre.

—Llego y como siempre, en tus cosas ¿Qué haces? —le reprochó Maedhros con tono meloso acariciándolo por la espalda—. ¿Qué es eso?

Fingon reaccionó con un suave bufido. Se encogió de hombros y colocó su zurda sobre las manos de Maedhros que estaban en su delgado pecho.

—No hables hasta que sepas —se defendió con un pequeño puchero y apuntó a la pantalla—. Mira, entré a esos juegos donde uno puede crear un avatar e intenté recrear a nuestro hijo.

Maedhros lanzó lo que se juzgó como una risa y la idea de tener un hijo con Fingon no le pareció tan mala. Se inclinó un poco por sobre el morocho para ver la imagen; encontró a un chico de unos ocho años, dibujado al estilo anime, cabello rizado y oscuro pero con pecas y el mismo color de ojos que él. Al lado del dibujo se leían un par de datos.

—Es bastante alto como para ser un niño, ¿no crees? —le dijo—. Además, ¿Qué es eso de temperamento alto? Tu y yo no somos así.

—La altura la sacó de su papá —le robó a Maedhros un beso rápido y después disminuyó su tono de voz—. No, tu y yo no somos así pero el temperamento lo sacó de su abuelo.

—¿Tu papá?

Fingon negó dejando en claro por qué su hijo sería tan enojón.

—Oh, no creas que no le voy a decir a mi papá.

La verdad era que las amenazas de Maedhros ya no le apuraban tanto a Fingon, sabía que no diría nada y que, de hecho, también se burlaría de eso. El resto de la tarde, hasta la noche, se pasaron el tiempo discutiendo el nombre del niño. Maedhros insistía en llamarlo como Fingon, mientras que el otro quería llamarlo como su abuelo que de todo se enojaba, Fëanor.

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Un mes de Russingon ━ Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora