Día 10 ❣ Corona

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Las cosas, buenas o malas, ya estaban hechas y ya nada podía borrarlas, como el pesar después de la guerra

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Las cosas, buenas o malas, ya estaban hechas y ya nada podía borrarlas, como el pesar después de la guerra. Los Noldo ya habían librado más de una batalla o combate contra Morgoth y sus ejércitos, llegaron a un punto donde poco o nada se supo de él durante un tiempo.

Los pueblos libres de la tierra media lograron tomarse un suspiro, sin embargo, había quienes creían que esa paz no había sido conseguida en base de sus esfuerzos y que más bien, era dada por el mismo señor oscuro. Maedhros mandó a redoblar la seguridad y vigilancia, lo mismo hicieron sus allegados incluido Fingon. Este último apoyaba la idea del mayor sobre no bajar la guardia pero de una u otra forma, haciendo uso de la ternura que aún conservaba, convenció a Maedhros de pasar unos días juntos y solos a favor del noviazgo que habían comenzado hace varios años.

Ya habían pasado eternidades en las que no efectuaron ni un sólo encuentro, este simple argumento fue válido para Maedhros, quien a regañadientes dejó a uno de sus hermanos supliéndolo en sus tierras y viajó un poco al oeste para encontrarse con esa figura que su cuerpo parecía extrañar.

Ver a Fingon en medio de un mundo pintado en blanco, en pleno invierno y con pieles, le provocó un revoltijo de mariposas en el estómago. Fingon era su hombre, su favorito, y el único que le provocaba semejantes sentimientos. Pensó entonces que algo bueno había hecho en otra vida como para ser su amado.

Se desmontaron. Fingon le sonrió con timidez y Maedhros pudo percatarse de lo mucho que había madurado.

En un segundo atrapó la diestra de Findekano en su mano, había crecido tanto en cuerpo que ya no parecía el mismo chico simple de antes.

—No entiendo cómo haces para convencerme... —fueron las primeras palabras de Maedhros, acercándose cada vez más a los labios de Fingon—. Sólo te fue suficiente enviarme un par de cartas para tenerme rendido a tus pies.

El menor evocó una risita y elevó su mano sobrante al mentón de Maedhros. Esta vez se comportó un poco más coqueto que antes, dejó de lado la vergüenza y se planteó disfrutar del mayor todo el tiempo posible.

—Supongo que aún tengo eso que tanto te agrada —admitió abriendo levemente los labios. Estaba tan necesitado de un beso que no dejó a Maedhros decir una palabra más.

Después de haberse extrañado tanto y reconocido, Fingon le pidió a Maedhros cabalgar un poco, pasar el rato como en sus buenos años.

Tuvieron la suerte de cazar un ciervo pero como antaño, Fingon no pudo darle muerte debido a su sensibilidad, y recuerdos no gratos del pasado volvieron a su memoria. La voz de Celegorm burlándose por su debilidad volvió junto con los comentarios hirientes de Caranthir y Curufin.

Tras ese suceso, Fingon estuvo demasiado distante el resto del día. Incluso cuando Maedhros cocinó al animal, Fingon a duras penas y con ruegos tocó la comida.

—Bien, ya estoy harto —dijo el mayor con la fogata en medio de él y Fingon, quien estaba muy enfocado en su manualidad. Dejó caer la rama donde había colocado un pedazo de carne—. ¿Ahora qué te pasa?

El morocho ni se molestó en responder, sólo negó con la cabeza provocando furia en Maedhros.

—Findekano, te estoy llamando —espetó el mayor con la mandíbula tensada—. Has estado todo el tiempo callado y de mal humor. De haber sabido que estarías así jamás habría llegado.

Esas fueron entonces las palabras que provocaron un jadeo en Fingon. Levantó su débil mirada y evocó en un sollozo:

—Dime... ¿De verdad soy tan débil? —volvió a recordar los comentarios de sus primos y bajó la mirada a sus manos—. Hace rato, mientras cazábamos, no tuve el valor de soltar la flecha... No lo quería matar y ahora mírame, comiendo de su carne.

Pasaron dos segundos y Maedhros estalló en risas, en unas tan fuertes que Fingon llegó a sonrojarse.

—¡No te rías! —exigió dejando de lado su trabajo.

—Ya, ya, lo siento —respondió el mayor levantando las manos—. Pero me parece tierna la forma en la que piensas. Sabes Fingon, no eres débil y creo que ya lo has demostrado muy bien.

—Pero tus hermanos decían que...

—Sí, decían que eras débil y cobarde — le interrumpió Maedhros elevando la mirada—. Aún me acuerdo. Y tenían razón pero ¿no ves lo que tienes y ellos no? Sientes empatía, eres justo y estos últimos años demostraste la valentía que a ellos le faltó cuando me rescataste. ¿No lo notas? Eres más valioso que ellos, además, qué asco si te parecieras un poco a esos idiotas.

Aquellas palabras relajaron el pesar de Fingon, se levantó de su lugar con corona de ramas secas en mano y se posó detrás de Maedhros para colocarla en su cabeza. Se inclinó un poco y plantó un beso en la mejilla afilada de su mayor.

—Como siempre, encuentras la forma de aliviarme con palabras dulces.

Maedhros hizo un movimiento para lograr que Fingon cayera sobre él, y antes de besarlo, le dedicó unas pocas palabras.

—Eres merecedor de las palabras más dulces que mi corazón pueda evocar, pero la verdad, sólo fui honesto esta vez.

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Un mes de Russingon ━ Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora