Día 9 ❣ Final

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Desde que recibió las noticias hace mucho tiempo sabía que ya nada podía mejorar a su favor, que la maldición podía pesar aún más de lo que se esperaba, pero se sentía atado al juramento

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Desde que recibió las noticias hace mucho tiempo sabía que ya nada podía mejorar a su favor, que la maldición podía pesar aún más de lo que se esperaba, pero se sentía atado al juramento. Maglor intentó persuadirlo, estaba a nada de ceder ante la lógica de su menor pero una llama en su corazón lo orilló a tomar la decisión más funesta en toda su vida.

Esa noche donde los dos últimos hijos de Fëanor vieron surcar el Silmaril en el cielo, Maedhros evocó para sí mismo unas palabras que se tatuaron en él hasta el último día de su vidas.

—No hay salvación —se dijo levantando la mirada. Sus ojos reflejaban el brillo de la estrella—. No hay ya un camino para mi. De nada me sirve lamentar el derroche de tiempo que puede haber invertido con él...

Entonces bajó su cabeza tomando su última decisión. Después de un par de planes y movimientos, Maedhros y Maglor consiguieron los dos últimos Silmarils de las manos de Eonwë pero ni bien deambularon un poco por las tierras lastimadas, el peso de la joya les lastimó en cuerpo y alma.

Maedhros sintió un pesar enorme recorrer todo su cuerpo. Él no era aficionado al llanto pero esa vez no pudo dejar de llorar y llamar a los nombres de sus seres amados. El Silmaril comenzó a arder en su mano y corazón.

Para ese momento la tierra media sufrió de grandes daños y enormes grietas se abrieron a favor de la guerra de la cólera, la cual se había librado actos anteriores. Maedhros detuvo su camino justo frente a una.

—¿Hermano? —le llamó Maglor quién también sufría con otro Silmaril en mano—. ¿Qué sucede? Vamos, debemos alejarnos más.

Pero las palabras de su hermano no hicieron demasiado eco, pues la atención de Maedhros comenzó a divagar. Entonces a la memoria se le vino la imagen de la sonrisa avergonzada de Fingon, su amante. Después recordó la valentía con la que Fingon le rescató del monte y fue esa la misma valentía con la que murió en manos del señor de los Balrogs.

Maedhros lloró amargamente su muerte y abrazó por horas el estandarte de Fingon. Se negaba a creer en su muerte pero de alguna manera obtuvo las energías necesarias para terminar en aquella situación.

—No Maglor... —le dijo levantando poco a poco la mirada y Maglor creyó entender algo en ella—. De nada nos vale alejarnos. No importa cuantos pasos demos, a nuestra sombra siempre sobrevendrá el mal.

Le dio una de sus últimas sonrisas y esta era más hermosa que todas, aún cuando Maedhros ya estaba mancillado del rostro, no le fue problema expresarse con la belleza de los elfos. Entonces con joya en mano se arrojó a las entrañas de la grita donde las llamas le consumieron al momento.

Lo último que Maedhros observó fue a Maglor intentando tomarlo del brazo, pero esa figura comenzó a tomar la forma de Fingon.

El final por fin le había llegado, pensó antes de sentir arder todo su cuerpo, pero pronto se encontraría en manos de su amado y juntos volverían a gozar de su amor en un bello claro lleno de paz y abundancia.

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Un mes de Russingon ━ Fictober 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora