Capítulo 21. Decisiones del corazón.

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MIA.

Llevo media hora encerrada en el baño haciéndome a la idea de lo que me espera en un par de horas. La clara imagen de la valentía. No puedo salir de aquí, no puedo enfrentar a lo que tanto miedo me da. Simplemente no soy tan fuerte.

Y sé que Jason está fuera. Esperándome.

Me agarro al lavabo y mis nudillos se blanquean adquiriendo el mismo color de la porcelana. Una respiración, dos respiraciones, tres, cuatro, cinco… ¡No puedo!

Me paseo de un lado para otro controlando, bueno, intentando controlar los nervios que amenazan con salírseme del cuerpo. ¿Por qué esto es tan sumamente difícil? ¿Por qué acepté ir? Porque es todo culpa tuya. Es cierto. Es todo mi culpa.

He estado haciéndolo todo mal desde aquella noche del final del verano. Una equivocación tras otra. Ya ni es hora de que empiece a arreglar lo que mi inconsciencia ha formado.

Abro la puerta del cuarto de baño y me encuentro a Jason apoyado contra la pared, con los ojos cerrados y los pulgares enganchados en las trabillas de sus vaqueros. Es guapísimo. Sé que este pensamiento está fuera de lugar cuando Alec está en el hospital después de haber intentado… sé que está fuera de lugar pero no puedo evitar que mis ojos lo observen de arriba abajo, absorbiéndolo demasiado fuerte.

Es imposible evitarlo.

Jason abre los ojos como si sintiera mi presencia y se despega de la pared, acercándose a paso lento a mí. Con cada paso que da, mis células se vuelven cada vez más conscientes de su cercanía y mi cuerpo se activa, deseando que vuelva a besarme como anoche. Antes de saber lo que había pasado, cuando nuestras vidas tenían unos momentos de tranquilidad.

Los ojos de Jason se ven cautos, cuidadosos, sé que está tan o más preocupado que yo pero intenta parecer tranquilo para que yo misma lo esté. Todo esto es tan difícil.

-          ¿Cómo estás? –su voz débil pero segura.

Niego con la cabeza y despego mis ojos de los suyos. No quiero que esto acabe, no quiero dejar de sentir lo que estoy sintiendo. Si Alec me pidiera que dejara de ver a Jason, ¿debería hacerlo? Una parte de mí, una gran parte, sabe que sí. Si el hecho de que yo esté con Jason casi acaba con su vida, debo dejar de hacerle sufrir. Es lo mínimo que puedo hacer dadas las circunstancias. Pero otra parte de mí sabe que es imposible. No después de haberle recuperado, no después de haber admitido que siento algo por él.

La mano de Jason acaricia mi mejilla. Siento pequeñas durezas en los dedos que me resultan familiares. Sonrío.

-          Sigues tocando la guitarra, ¿verdad? –Jason me mira confuso –Tus dedos se ven como cuando la tocabas.

Sonríe.

-          Nunca dejé de tocarla. –ríe –Además cuando te fuiste sin explicaciones las letras tristes no abandonaban mi mente. Compuse decenas de canciones.

Mi sonrisa se borra de un plumazo. Su voz se ha agravado al tocar el tema de mi huida y eso ha sido como un golpe en el estómago.

-          Eh. –sus dedos alzan mi cabeza y mis ojos se traban en los suyos –Estamos bien, ¿vale? –asiento –No tenemos porqué recordar nada de lo que nos ha pasado. –vuelvo a asentir –Suficiente malo va a ser de por sí el día de hoy para que nos pongamos sentimentales.

Me aparta un mechón de pelo de los ojos y los suyos grises brillan como lucecitas de navidad. Frunzo el ceño con una sonrisa aun tirando de las esquinas de mis labios.

-          Y tú, ¿por qué estás tan contento? –pregunto enlazando mis brazos detrás de su cuello y poniéndome de puntillas para que nuestros labios se rocen –Acabas de decir que nuestro día va a ser una mierda.

A Finales de Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora