Capítulo 8. Volver a verte.

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MIA.

Nada más abrir los ojos me siento como si un millón de piedras estuvieran asentadas en mi estómago. Puede que sea a causa de la fiesta que Rachel y yo nos montamos ayer.

Desde la fiesta en la que me encontré con Jason he estado en un estado de irrealidad causado por el impacto que me dio su presencia y ese estado, he de decir, no se va ni con dos botellas de vodka. Ayer Rachel se encargo de probar esa teoría.

Me reincorporo a duras penas en la cama y me agarro la cabeza porque todo me da vueltas. Desde mi poster de los Rollings hasta el sombrero que tengo colgado del pico del armario. También tengo ganas de vomitar, y por lo que puedo comprobar mi aparato locomotor no está al cien por cien, me siento como un desecho humano y todo esto por culpa de Jason. Y quizá un poco de Rachel.

Salgo de mi habitación como una zombi y me encuentro con la expresión de satisfacción absoluta de Rachel. Me dan ganas de pegarle puñetazos hasta que se sienta como yo.

-          ¡Buenos días florecilla! ¿Has dormido bien? –dice con una sonrisa de ensueño en su cara.

Paso olímpicamente de ella y camino a paso de anciano hasta la cocina. ¿Qué me puedo tomar para tener menos ganas de tirarme por la ventana? Supongo que un café me ayudará a eso. Cojo la cafetera llena de café que al parecer está recién hecho y me sirvo un poco en mi taza de la universidad.

Tengo la boca pastosa y con mal sabor. Seguro que ahora mismo a cualquiera le encantaría darme un besito. Sonrío para mis adentros y sigo con mi café calentito, que por lo menos me ayuda a asentar un poco mi revoltoso estómago. Rachel entra en la cocina con expresión de preocupación en su dulce rostro y en cierto modo algo dentro de mí la perdona un poco.

-          ¿Te sientes mal? –pregunta acariciándome mi enredado pelo. Asiento levemente y me mira con dolor –Lo siento, todo fue por haberte preparado tanto de beber ayer. No volverá a pasar. Lo siento tanto…

-          Tranquila. –digo abrazándola –Eres como mi hermanita mayor, las hermanas mayores pervierten a las pequeñas desde siempre. Tú solo cumpliste con tu misión. –me gruñe el estómago -¿Hay algo de comer? Hace un momento quería vomitar pero ahora me comería hasta un camión.

Ella me mira divertida y luego pone los ojos en blanco antes de caminar hasta el armario de la cocina. De allí saca un paquete perfectamente envuelto y lo deja en la encimera delante de mí. Mis ojos se encienden como luces de navidad ante lo que está en mis narices. Es un paquete de mi pastelería favorita. Casi nunca compro cosas allí porque está como a quince kilómetros del piso y no es que tenga coche.

Miro a Rachel que se encoge de hombros y tengo ganas de llorar y de besarle hasta que se le caiga la cabeza.

-          Te quiero Rachel. –digo dejando la taza en la mesa –Eres la mejor.

-          Lo sé. –dice mirándose las uñas con superioridad –Déjame uno al menos, voy a ducharme.

-          Ya veremos. –digo intentando controlar la baba que quiere abandonar mi boca –No confío de mí delante de estos.

Ríe y se marcha al baño, dejándome a mí y a los pequeños.

Abro la bolsa y allí están. Todo lo que veo es chocolate y crema y antes de darme cuenta me he comido dos. Es mi pequeño secreto, cuando estoy enferma o triste el chocolate es mi medicina más eficaz. Rachel lo sabe, Sophie lo sabe, Abraham lo sabe y también… Alec y Jason.

Son mi talón de Aquiles, es acordarme de ellos y caérseme el mundo encima. Mi estado de ánimo no debería depender de dos tíos, ¿no? Desde que estoy aquí no he dependido de ningún hombre para ser feliz. Bueno el único ha sido Travis y…

A Finales de Verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora