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Con mi coche, seguí al de Ruiman para ir a su casa, allí podríamos hablar los tres tranquilamente mientras los pequeños juegan. Ricardo fue en busca de su hijo, para también,ir con este a casa de Ruiman.

Llegamos a una zona de grandes e impresionantes casas, la suya no tenía nada que envidiar a la de su niñez. Me hizo entrar por un camino hasta llegar a un gran garaje, tenía un gran jardín donde de seguro Gabriel disfruta mucho jugando.

Ruiman se acercó a mi coche y abrió mi puerta para que saliera y le siguiera a la gran casa de dos plantas. En cuanto abrió la puerta, apareció un pequeño perro ladrando feliz y un gato que no paraba de maullar dando la bienvenida.

Ruiman, sonriendo, se agachó y acarició a los dos, tras esto me pidió que le esperara en la enorme sala y se encaminó al interior de la casa, no mucho después volvía seguido de una mujer de la que se despidió muy agradecido, detrás venía Gabriel que al verme soltó un gran grito y vino corriendo a saludarme.

-Está usted en mi casa.

-Sí, lo estoy.

-Yo siempre voy a la suya y ahora usted está aquí.

-Sí, tu papá me invitó. -Trataba de no reírme, me hace gracia que los pequeños piensen que mi casa es el colegio.

-Que bien. ¿Jugamos?

-Gabriel, solo podrán jugar un poco, estamos esperando al tío Ric, que fue a buscar a Aday.

-Ohhhhh, tanta gente. ¿Es una fiesta?

-No cariño. Los dos papas tenemos que hablar con el profesor y mientras juegas con Aday, ¿te parece?

-Me parece fantástico. -El pequeño me miró lleno de felicidad. -Venga conmigo, quiero enseñarle mi habitación.

-De acuerdo Gabriel, pero puedes tutearme, también te lo he dicho en el colegio.

-Verdad, verdad. Ven por aquí.


El dormitorio estaba en la segunda planta, era una habitación enorme, en un lado estaba la cama con un edredón de la "Patrulla Canina", la mesita de noche y muebles con ropa, al otro lado una pequeña mesa con sillas y una estantería llena de libros infantiles y muchos juguetes.

Gabriel me mostraba todo, lleno de felicidad, mientras su padre sonreía encantado desde la puerta. Era totalmente consciente que sus ojos no se despegaban de mi persona. Sentía sus ojos recorrerme y analizarme, veía los cambio que había sufrido en estos años que no me había visto. Realmente seguía siendo bajo, delgado, con el rostro un poco más anguloso, ya que no era un niño.

-Gabriel, ya llegaron Ric y Aday, ¿vamos a recibirles?

-Siiiiiii -gritó el pequeño emocionado.

Nos dirigimos a la puerta, que fue abierta por el pequeño Gabriel, que al ver a Aday se tiró sobre este para abrazarlo y darle besos por toda la cara.

-Quita pesado, siempre me haces lo mismo. No soy una niña.

-Lo sé, eres mi amigo. ¿Vamos a jugar?

-Hola profesor. -El pequeño Aday ignoró a Gabriel para saludarme a mí y después a Ruiman. -Deja de tirar de mi brazo, ya voy.

-Nosotros vamos a ir preparando el almuerzo, en un rato les llamamos, no peleen.

-Noooo, hasta luego.

Los dos pequeños subieron las escaleras y nosotros tres nos dirigimos a la gran cocina, Ruiman me pidió que me sentara en la gran isla que había en medio de la cocina y vi como ambos iban preparando el almuerzo de los pequeños.

Mis amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora