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Han pasado varias semanas desde aquel encuentro y conversación, obviamente no me quedé a dormir, tras estar con ellos un poco más jugando con los niños y conversando de cosas intrascendentes me marché.

Llegué a casa de Julio y mientras nos bebíamos unas cervezas les conté, a él e Irene, toda la conversación. Los dos me escucharon atentamente y me abrazaron mientras lloraba. Hablamos y removimos el tema de mil maneras, pero realmente llegué a la conclusión de que no los odio y que no les culpo, aun teniendo en cuenta todo lo que sufrí.



-Aday, Gabriel, vuestros padres están aquí, recojan sus mochilas.

-Buenas Tinguaro. Mañana sábado, vamos a ir al parque de atracciones con los pequeños, ¿vendrías?

Me cogió por sorpresa, han estado trayendo café, o chocolate, me han dicho de dar algún paseo. No sé muy bien cuál es su intención, pero el caso es que todo lo que hacen o a lo que me invitan es con ellos dos y sus hijos.

- ¿Puedo llevar a alguien?

- ¿Tienes pareja? -Los dos me preguntaron preocupados. -No, es llevar a Sara, la hija de mis mejores amigos.

-Por supuesto, será bienvenida.

-Les recogemos mañana a las once, no hace falta que lleves nada. Solo estén preparados.

-De acuerdo, les diré más tarde si Sara también va. Ella tiene seis años, así que será movida la salida.

-Ningún problema, los tres cuidaremos muy bien de los pequeños.



- ¡Profesor!

- ¡Profesor!

-Buenos días niños.

- ¿Quién es ella?

-Ella es Sara.

-Soy su sobrina.

-Suban ya, llegaremos en media hora.

La furgoneta estaba llena, los tres pequeños en sus sillitas y los tres adultos en los asientos delanteros. Me sentía un poco extraño completamente pegado a Ricardo que estaba en medio y conduciendo Ruiman.

Pasamos un día muy divertido, los más pequeños exigían mucha atención, pero de todas formas fui consciente del coqueteo que se traían entre manos Ricardo y Ruiman conmigo. En un principio había pensado que querían compensarme y trabajarse una amistad. Pero me había encontrado con varias de sus miradas, para ser consciente de que estaban en plan cazador y yo era la presa.

No paran de cuidar de mí, están atentos a cualquier cosa que pueda necesitar, buscan el hacerme reír y sus manos parecen no poder evitar cualquier pequeño toque o caricia sobre mí. Me bromean y me echan alguna punta entre broma y broma, no estoy para nada seguro de cómo reaccionar a todo esto.


A partir de ese fin de semana tanto Ricardo como Ruiman comenzaron a pedirme citas, esta vez era con uno u otro. Fuimos al cine, cenar, comprar, tomar alguna copa, me sentía extraño porque parecía como si estuviera jugando con los dos, haciendo trampa e incluso engañando.

Ya había tenido como unas cinco citas con ambos por separado, cuando tanto uno como el otro decidió besarme al final de la cita. Era el primer beso que nos dábamos desde hacía quince años. Mi cuerpo tembló, sentí la emoción y el calor del momento, ambos son muy buenos besando. Sentí como la excitación recorría mi cuerpo mientras sus labios capturaban los míos y era abrazado con pasión.

Mis amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora