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Ruiman fue un momento para ver cómo estaban los pequeños, tras apagar la televisión, que ya habían visto durante una hora y algo les instó a que salieran al jardín a jugar, nosotros salimos también para mantenerlos vigilados mientras seguíamos hablando.

En este momento era yo el que callaba y escuchaba lo que había sido de ellos en estos años, iban interrumpiendo la historia del uno y el otro o dando pinceladas que se había olvidado de contar alguno. En resumidas cuentas, esta fue la información que obtuve.


Tras mi desaparición, buscándome de mil maneras, pidiendo ayuda a sus padres, desconcertados por el absoluto desinterés de mis progenitores, sin ninguna pista sobre mí, terminó sus vacaciones y tuvieron que irse de España a sus respectivas universidades.

Durante el primer año siguieron en contacto, se veían cada vez que tenían fiestas o algún fin de semana largo, pero cuando estaban juntos, solo hablaban de mí, sus corazones sufrían y dolía mucho, era una herida que no cerraba y decidieron distanciarse durante un tiempo, ellos no podían seguir la relación, ya que la parte física llegaba hasta cierto nivel y terminaban destrozados echando de menos el tenerme con ellos.

Así los dos continuaron con sus estudios, se felicitaban y hablaban muy de vez en cuando, cada vez más espaciado. Ruiman tras terminar la carrera comenzó a trabajar en el negocio familiar y hacerse cargo de algunas de las empresas, había tenido alguna que otra relación, pero no duraban y él no se sentía feliz, no había vuelto a estar con ningún hombre.

Conoció a Sandra, la mamá de Gabriel, en segundo año de carrera y rápidamente se hicieron íntimos, los dos se contaban absolutamente todo y se apoyaban y ayudaban en lo que fuera. Cuando Ruiman tenía veinticinco años, su familia comenzó a presionarlo para que se casara. Consiguió que le dejaran tranquilo y cuando cuatro años más tarde volvieron a presionar con el tema fue cuando su amiga le contó lo que pasaba y decidieron casarse. A los tres meses de su matrimonio nació Gabriel y su familia desde entonces no le ha molestado más, no así la familia de Sandra, que quiere la custodia del pequeño, porque se huelen que no es el padre biológico.

Mientras tanto Ricardo siguió con los deportes y estudió periodismo. No le costó mucho meterse en el negocio del periodismo deportivo y ascender rápidamente. El director del canal para el que trabajaba le tenía propuesto un gran ascenso, con el mejor canal televisivo que jamás podría tener y le presionó para que conociera a su hija.

Como sus relaciones tampoco duraban, él tampoco volvió a enamorarse y el estar con ella le proporcionaba tantas ventajas en lo laboral, quitando el que la chica era una belleza, decidió comenzar a salir con ella y así llegaron al matrimonio.

Ruiman y Ricardo seguían en contacto y ambos fueron el padrino de boda del otro. Ruiman fue abordado por la futura mujer de Ricardo e intentó tirárselo horas antes de la boda, cuando se lo contó a Ricardo, este le informo que no importaba, estaba con ella solo por el trabajo. Mientras los dos se besaban, ambos necesitaban el contacto del otro, la futura novio los pilló.

A partir de ahí el matrimonio fue mal, pero Ricardo era una gran estrella, una noche en la que llegó muy borracho no sabe cómo fue que se acostó con su esposa y la dejó embarazada. No mucho después le llamó Ruiman para que fuera su padrino en su boda y cuando viajó para asistir a ella, este le contó todo lo que le pasaba a Sandra y ambos hablaron de su próxima paternidad.

Un año más tarde Ricardo hizo las pruebas de paternidad, realmente Aday era hijo suyo. A los meses salieron fotos en todos los medios, su mujer estaba liada con un deportista. Su suegro avergonzado y sintiéndose culpable le ayudó a obtener trabajo en España, así como colaborador de diversas revistas y periódicos. Se quedó con la custodia del pequeño y se fueron a vivir a la misma ciudad que Ruiman.

Llevan como un año ayudándose, apoyándose, estando juntos y cuidando a los dos pequeños. Sus respectivas familias no los molestan, los trabajos van perfectamente y nadie los conoce con lo que los pequeños viven felices y no son acosados.


-Entonces te volvimos a encontrar, después de tantos años, de repente. No sabes lo que lloramos aquel día. Parece mentira que estés aquí, con nosotros.

-Lo duro y doloroso que fue ver cómo nos mirabas, con que odio y dolor.

-No sabíamos a que venía y no nos dejabas hablarte ni acercarnos.

-Lo que nos duele el no poder abrazarte, es doloroso y muy difícil prohibir a nuestras manos que te acaricien.

Los tres nos quedamos en silencio, nos miramos unos a otros, los tres lloramos en silencio, recordando estos quince años, las cosas que nos han pasado, lo que hemos sufrido, lo que hemos vivido, para estar ahora aquí.

En eso los pequeños se nos acercan corriendo asustados.

- ¿Qué pasó?

- ¿Por qué están llorando?

- ¿Qué hicimos mal?

-No es por vosotros, no se preocupen. Vamos a preparar la merienda, porque no se lavan las manos y vienen a la cocina.

Los dos niños corren al interior de la casa, Ruiman los sigue, Ricardo va a la cocina para preparar la fruta que merendarán, mientras yo me quedo allí, pensando en todo lo que me han contado. Me siento asustado, preocupado y agobiado por todos estos años, finalmente fue mi error, todo este sufrimiento fue porque me apresuré y me largué, les hice sufrir tanto como yo había sufrido.


Me llega el sonido de las risas de los pequeños mientras meriendan, entro en la cocina y observo a los dos padres ayudando a sus hijos y bromeando con ellos para quitarles algo de la preocupación por verlos llorar. Una sonrisa se abre camino en mi cara mientras les observo.

-Da igual todo lo que pasó, da lo mismo todos los malentendidos, todo el sufrimiento y dolor que hemos pasado los tres. Vale la pena, solo por ellos dos.

Ellos me miran y miran a sus hijos. Sus ojos se humedecen mientras sonríen y asienten con la cabeza, no hay más que hablar, una vida distinta donde no estén esas dos pequeñas personas que les llenan tanto de amor y les ha cambiado a ser estos maravillosos hombres que son ahora, no vale la pena esa vida.

Me acerco y me siento frente a los pequeños para ayudar a Gabriel, que es extremadamente mimoso, a comerse el yogur, Aday a su lado, mostrando lo independiente que es, no deja que nadie le ayude en lo más mínimo.

-Oye, profesor, ¿te quedas a dormir hoy? ya invité a Aday.

Continúa>>>

Mis amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora