Capítulo 8.

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8. Confesión de amor.

Todos cantaban en unísono en compañía del piano, sonando en melodía para enfatizar la canción,
Eternal Father. Narcissa, Draco y Tom seguían el ritmo de la canción sin eludir la mirada de enfrente. Draco estaba lleno de emociones esa mañana y lo único que lo hacía olvidar era cantando y escuchar la música mientras su cabeza debatía un tormento de odio y tristeza. 

Afuera del salón, un chico azabache bajaba de las escaleras hacia el salón de primera clase con entusiasmo y con la mente clara para hablar con Draco de algo importante. Anoche paso unos de lo momentos más increíbles de su vida que lo dejo pensando todo la noche con una enorme sonrisa en su rostro. Harry, el chico que buscaba nuevas aventuras, encontró lo que jamás creería hacerle quedarse admirado por su esplendor imaginable. Encontró algo más hermoso que un papel ilustrado, tenía enfrente el verdadero significado de arte, y ese arte lo quería a su lado el resto de su vida. 

Camino hacia la puerta donde dos guardias estaban obstruyendo la entrada. Al verlo, notaron su vestimenta en un escaneo y lo detuvieron.

– Quiero hablar con Draco– dijo automáticamente viendo la cara de confusión de ambos hombre al no reconocerlo. 

En el intento para explicarles de ser el mismo chico del la noche pasada, el ruido logro llegar a lo oídos de Pettigrew haciendo que saliera del salón.

–El me conoce– informo Harry con desesperación –. Solo quiero hablar con...

– Él señor Riddle y el joven Malfoy  están agradecidos por su ayuda. Me pidieron que le diera esto como muestra de agradecimiento–sin valer su palabra, extendió unos billetes hacia el.

– No quiero su maldito dinero– denotó molestia–. Solo quiero hablar con Draco.

– Y para recordar que usted es de tercera clase y no debería estar aquí. Caballeros podrían escoltar al señor Potter a la salida– les dio los billetes a los dos guardias quienes inmediatamente aceptaron. Tomando a Harry y los escoltaron fuera de la sección de primera clase mostrando por última vez una cara de despreció a Pettigrew.
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El día continua llegando a las 12 de la tarde. Siendo la hora donde Draco, Narcisa y Tom estaban el zona del timón escuchando una breve explicación del funcionamiento de los timones por parte de Severus acompañado del capitán Albus. Mientras dialogaban, un telegrama les llegó, informado por un miembro de la tripulación afirmando un caso de un iceberg, lo que alarmó a los tres pasajeros por esa horrible noticia. Por supuesto, el capitán alardeó de una falsa alarma, lo cual, Draco no lo tomo con tranquilidad.

De otro lado del barco, Harry se proponía hablar con Draco aún si tenía que romper las reglas. Observo los alrededores sin detectar ningún guardia vigilando para continuar con su plan para infiltrarse a primera clase.

– De acuerdo, él es un dios entre mortales, pero está del otro lado amigo. Olvídalo – Neville negaba la absurda idea del azabache por un simple hombre rubio. No entendía que era lo especial que tenía para Harry, para tenerlo de esa forma tan bruta. En cambio, Harry no escuchaba palabra y media del castaño y se enfoco en subir por la cubierta con ayuda de sus dos amigos. Salto por el barandal y se escabullo hasta tomar un abrigo y un sombrero de un hombre que jugaba con su hijo con el trompo.

Draco y los demás caminaban por la cubierta de botes  en la que el más joven le cuestionaba a Severus el espacio reducido de botes.

– Señor Snape, hice mis cálculos, y con número de botes multiplicado por su capacidad... Perdón pero no creo que sean suficientes para todos los pasajeros.

– Solo para la mitad– contesto acordé– ¿No se le escapa nada o si señor Malfoy? Mi idea era llenar ese tipo de grúas con más botes. Pero creyeron que la cubierta desluciría, así que me ignoraron.

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