Brisa.
Llevaba ya una semana en el hospital. Trabajaba y dormía aquí. Por el día operaba y en mis descansos iba a ver a Privel y por la noche dormía junto a su cama deseando que se recuperara rápido.
Privel se había despertado hacía dos días, pero no empleaba palabra. No hacía ruidos y tampoco movía su cuerpo. El único músculo que lograba mover era el de los párpados.
Mamá le había hecho todos los análisis y pruebas necesarias porque el tener un derrame cerebral su estado neuronal había sido afectado. Todas las nociones cognitivas y musculares estaban alteradas.
Eso era el resultado de una sobredosis de drogas.
Estaba en cuidado intensivos y tenía un gran número de médicos y enfermeras a su lado para una estupenda recuperación.
Al menos, ya sabía que estaba despierto.
Él me miraba a veces y yo le hablaba de cualquier cosa para que me entendiera.
– Tienes suerte de no tener muchas secuelas neuronales, mi amor – recuerdo haberle dicho.
Los días pasaron y logró articular sonidos y palabras sueltas. Le costó dos semanas hablar con claridad, aunque con pausas para respirar y pensar.
Era normal ya que su cerebro estaba intentando recordar todo lo que había olvidado. Es más, seguramente los primeros días que estaba consciente no recordaba quienes éramos los que estábamos a su alrededor, pero al no poder hablar no puedo decirlo en alto.
Yo había hablado con los psiquiatras que estaban preparados para internar a Privel en un centro de rehabilitación. No es que estuviera "loco", pero ellos eran los encargados de conductas adictivas en el hospital y confiaba mucho en su criterio.
Necesitaba que Privel se pusiera bien y lograra superar su adicción con profesionales y personal que supiera como tractarlo.
Eso había ocurrido antes. Ahora es distinto
Desde su ingreso, han pasado tres semanas y por suerte para mí, ya habla y anda con bastón. Eso es lo más importante a día de hoy.
Estoy esperando en el pasillo mientras él habla con los psiquiatras. Están explicándole el procedimiento de rehabilitación y supongo que él estará haciendo sus preguntas.
Cuando salen, se despiden y entro esperando que haya aceptado. No lo puedo obligar a hacerlo porque eso ya es un factor para no recuperarse. Debe de estar a favor de mejorar para que todo vaya bien.
– ¿Y bien?
Está sentado sobre la camilla, mirándose las piernas. A veces siente hormigueo por ellas y aunque es algo normal en pacientes que han sufrido tanto, él suele preocuparse.
– Voy a hacerlo.
Alegría empieza a correr por mis venas, pero intento controlarme.
– ¿El que?
Quiero asegurarme. Quiero escucharlo decir por su boca. Quiero ver su reacción.
– Voy a ir a rehabilitación, pero...
– No hay peros – me quejo.
Acorto la distancia y me siento a su lado, dándole la mano.
– Tienes que darlo todo para recuperarte.
– Voy a darlo todo. El doscientos por cien, si hace falta.
Lo abrazo llena de euforia y él pasa su brazo por mis hombros para acércame más.
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Millones De Símbolos ✔️
RomanceEn millones de símbolos no se busca el amor. Es un tema que se trata en el libro, pero los protagonistas no desean por encima de cualquier cosa encontrar ese sentimiento. Se busca encontrarse a si mismo, descubrir quién eres y como evolucionas. Lo...