Capítulo 28

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Brisa.

Los paparazis ya no están en la puerta de mi edificio, pero sigo sin salir a la calle para algo que no sea trabajo.

Desde la última vez que salí y me vi rodeada con Enys y Antílope no puedo hacerlo. Me da pánico que vuelvan a perseguirme.

No estoy preparada para ellos y no lo estaré nunca.

He estado esquivando a Privel desde hace una semana.

Quiero verlo, las ganas que tengo son inmensas, pero me da más pánico saber que alguien nos pueda ver.

Todo por culpa de los medios de comunicación.

Y lo peor de todo es saber lo que viene a continuación.

Sé lo que tengo que hacer y por eso no quiero verlo. Puede parecer egocéntrico por mi parte y puede que en realidad lo sea, pero me da igual. La vida me ha enseñado a anteponer la mía a la de los demás y no puedo estar así más tiempo. 

Voy a permitirme ser egoísta por una vez en mi vida y nadie puede decirme que lo he sido antes... Yo no he llorado en público para no preocupar a nadie, he ayudado a todo el mundo en todo lo que podía, he pedido disculpas sin tener la culpa, si alguien estaba mal yo le ayudaba con todo. Así que no me pueden describir como alguien egoísta porque he perdido la cuenta de las veces en las que he colocado la felicidad de otros por encima de la mía.

Y ahora tengo que priorizar mi felicidad y no soy feliz en la relación que mantengo con Privel.

Soy feliz con él, pero no con esta relación pública.

Él lo lleva bien porque está acostumbrado, pero yo no debo porque acostumbrarme a esto.

A veces estas cosas pasan. Muchas parejas de Hollywood o famosas se han separado por culpa de la insistencia de los medios de comunicación. Dañan las relaciones.

Me encantaría que nuestra relación continuara como antes, sin que nadie lo supiera porque me pesa dar el paso que tengo en mente. Me pesa más que nada porque no quiero hacerlo, pero debo. Por mí.

Quiero mucho a Privel. Tengo sentimientos que aún no sabría encasillar en algún lugar de mi corazón... Puede que me haya enamorado o puede que sea amor... Aún no he llegado a saberlo.

Lo único que sé es que mi corazón late mucho cuando lo tengo cerca y no solo eso. Es como si me picara el pecho, como si me oprimieran los pulmones. Siento cosquilleo por las manos como si me diera la electricidad. Los pies a veces se me entumecen y mi cabeza piensa en él siempre.

Y por desgracia, en esta sociedad el amor no es suficiente cuando nos inculcan tantos miedos y nos ponen delante tantos inconvenientes.

Me llaman por teléfono y dejo que suene un poco para terminar de escribir los informes de mi última operación.

La mano se me ha recuperado perfectamente en las semanas. Solo fue un golpe.

Descuelgo la llamada en manos libres.

Ey, me han dicho que no quieres salir de casa – escucho la voz de Irina.

– Escuchaste bien.

– No puedes quedarte en casa, encerrada.

No veo el problema.

– Sí que puedo

No Brisa, tienes que afrontar tus miedos – escucho voces por detrás – ¿Cómo pretendes vivir junto a mi hermano sin que te hagan fotos o te persigan?

– Buena pregunta...

Se escucha el silencio en la línea y dejo de escribir en el ordenador pensando que se ha cortado la comunicación.

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