Capítulo 19

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Brisa.

8 años de edad.

Me mantengo escondida bajo la mesa del escritorio. No quiero que me encuentro. No quiero que me escuche llorar, pero no tengo esa suerte. Un sollozo se escapa de mi boca y me agarran de la pierna. Me arrastran por mi habitación y me llevan al salón.

Por el camino mi cabeza tropieza con botellas rotas que hay por el suelo. Intento esquivarlas, pero algún trozo de cristal se clava en mi piel. Ya no me duele.

No es la primera vez que me hago un corto con botellas de alcohol.

Mi madre me obliga a sentar en la silla y me pasa la partitura a medio terminar. Quiere que continúe trabajando para su nuevo álbum, pero yo ya no quiero.

Ya no me sale hacer canciones. Las notas que salen de mi imaginación son tristes y no son lo que ella quiere.

Me obligo a terminarla porque es lo que ella quiere y necesito hacerla feliz para que no vuelva a hacerme daño. Me duele cuando me grita. Me duele más que cuando me tira botellas a la cabeza.

Las cosas que suelta por su boca son más hirientes que las que vuelan por el aire en uno de sus enfados.

Ella se sienta a mi lado cuando ve que he terminado de escribir, me da un beso en la cabeza y me empuja para dejar caer el polvo blanco que la hace más feliz.

Sé lo que es la droga y sé que mi madre se mete de todo en el cuerpo.

Alguna vez me he pinchado con sus agujas, pero por suerte no he pillado ninguna enfermedad gracias a nuestros vecinos, los Shallow. La madre de mi amiga es médico y siempre que me ve consigue llevarme al hospital con ella.

Me gusta estar allí en el hospital rodeada de gente que no sabe quién soy.

Mi madre me deja sola cuando se pone a hablar por teléfono con su representante. Ahora está contenta por tener sus canciones terminadas.

Yo me dedico a limpiar la mesa que está llena de cocaína. Paso un trapo húmedo por encima de esta y luego la seco. También recojo algunas botellas y las tiro a la basura. Confirmo que están vacías ya que no es la primera vez que he lanzado alguna medio llena a la basura y he terminado llevándome una paliza por ello.

Mi padre entra por la puerta y salgo corriendo a abrazarlo. Él me sostiene en brazos y me da besos por la cara que me llenan de alegría. Me doy cuenta de que intenta no hacer mucho ruido y es por eso que me mantengo mi voz bajita para no llamar la atención de mamá. A ella no le gusta que sea cariñosa con papá.

Me regala una flor blanca y la deja detrás de mi oreja como decoración para mi pelo.

Me baja de su regazo y me deja su móvil para que pueda jugar un rato a ser cirujana. Hay una aplicación que me deja operar a pacientes virtuales y me encanta.

Mamá aparece y vuelvo a mi sofá.

Discuten un poco y papá me indica que me ponga los auriculares para no escuchar la discusión.

Es sobre los excesos de mamá. Papá quiere que deje las drogas y que se centre en su carrera musical, pero mamá no quiere. A ella le gusta la sensación que le provocan las drogas. Después discuten sobre los hombres que vienen a visitar a mamá por las noches y eso no hace feliz a papá.

Él nos ama mucho a mamá y a mí, pero siento que a ella más.

Se van a la habitación y dejan de discutir, ahora gritan sin mencionar ninguna palabra. Me subo el volumen de la música y desbloqueo el móvil de papá.

De fondo de pantalla me tiene a mí con la guitarra de Lenny Kravitz. Es amigo de la familia y me dejó tocarla.

Hago unas cinco operaciones cuando vuelven a salir de la habitación. Ahora están más cariñosos que antes y papá como siempre se despide de nosotras.

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