Capítulo 12

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Brisa.

Abro los ojos y noto como su brazo de rodea.

Se está realmente cómodo en la cama con él a mi lado ya que hacía tiempo que no dormía con alguien de esta forma. Yefrem pasa su pierna por encima de mi cadera, enroscándose e impidiendo que salga de la cama.

– Yefrem, tengo que ir a trabajar.

Se queja, pero al final me suelta.

Llevo una semana durmiendo en casa de Privel y Yefrem, creo que es la forma de hacer oficial nuestro amorío. No sé.

Estamos en una relación, parece ser.

Hacía mucho que no tenía relaciones sexuales, ni era cariñosa de alguna forma, aunque me cuesta bastante. No soy una persona excesivamente cariñosa. No me sale de forma natural. Prefiero que me hagan caricias y sean románticos conmigo, a yo serlo.

Me levanto de la cama y voy directa a la cocina donde preparo una café para Yefrem y dos vasos de zumo con tostadas para Privel y yo.

Desde el día que estuvimos en el estudio de grabación no ha vuelto a hacer nada agresivo. Puede que haya pasado ya esa fase, aunque no podría asegurarlo ya que no soy experta en conductas adictivas.

Según he podido ver estos días en los que he dormido aquí, parece estar comportándose mejor y mantiene un horario más tranquilo que en el pasado. No lo he visto salir de casa y tampoco es que haga mucha actividad fuera de su casa. Va de la mansión al estudio de grabación y viceversa.

Yo he estado quedándome aquí porque Yefrem me lo ha ofrecido y por la forma en la que cambia la cara de Privel al verme. Como si un rayo de luz apareciera entre la oscuridad de la noche.

Aunque hecho de menos mi apartamento.

Mi móvil empieza a sonar y veo el nombre de Eleazar en la pantalla.

– ¿Qué?

– Yo también me alegro de hablar contigo. Estoy bien, ¿y tú? – bromea a la otra parte de la línea.

Doy un sorbo a mi zumo.

– ¿Cómo estás?

– Mal – suelta seguido de un soplido – Irina va a celebrar su aniversario en una discoteca muy conocida, me ha invitado y no sé qué hacer.

– ¿Irina? ¿Quién es esa?

– La hermana de Privel.

Ah, Irina Carter.

Soy malísima para recordar nombres. Solo recuerdo caras.

Por un momento no escucho nada y es porque por desgracia, se me han terminado las pilas de mi auricular, así que corto la llamada y envío un mensaje a mi hermano explicándole porqué he colgado.

Voy a mi bolso y busco las pilas diminutas que lleva el aparato que me ayuda a oír.

Sin él solo escucho murmullos, ondas y ruido lejano. Es algo incómodo y me pone muy de los nervios no escuchar nada.

No encuentro las pilas en el bolso y voy hacia la cocina, preparada para salir a la calle e ir a comprar de nuevas. No puedo ir por la vida sin escuchar nada.

Entonces me cruzo con Privel que arquea las cejas al verme, creo que parezco un poco histérica, pero es normal ya que no escucho nada.

Veo que abre la boca y niego con la cabeza.

– No escucho – digo, pero no sé si he vocalizado lo suficiente.

Asiente y me indica que lo siga por la casa hasta que abre una cajonera y empieza a buscar en una caja de herramientas algo.

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