CAPÍTULO 1

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—¿Estás segura que puedes encontrarla? —preguntó el japonés nervioso y expectante.

—Sé que puedo hacerlo —aseguró la menuda chica de cabello castaño oscuro y ojos azul oscuro.

—¿Cuándo? —pregunto el azabache al borde de lágrimas.

Tenía años buscándola y nunca nadie le dio tantas esperanzas como le daba ella.

—Me comunicaré con usted —señaló la chica—, esté a la espera de mi llamada, creo que será rápido.

Katsuki Yuuri agradeció el apoyo de la chica y, tras sonreírle lleno de esperanza, se fue del establecimiento.

La chica, al sentirse sola, sollozó y liberó toda la tensión que le estaba matando en cálidas lágrimas. Eri cubrió su cara con sus manos y tembló en un silencioso llanto que le ayudó a calmarse un poco.

—¿Estás bien, Niki? —preguntó una joven llegando al cubículo donde su amiga se había quedado demasiado tiempo luego de terminar su cita.

La cuestionada negó con la cabeza. No había manera de estar bien, recién había conocido a su padre, al segundo, y todas sus ganas de vengarse de él por abandonarla a su suerte cuando nació se habían ido por el desagüe del baño.

» ¿Qué pasó? —preguntó Ana sentándose en el lugar que antes el japonés utilizara.

—Escuché una versión opuesta a la que conozco, y creo que..., no lo sé..., tal vez solo sea que estoy cansada, o tal vez sea mi instinto, pero le quiero creer todas esas lágrimas que me mostró.

—Amiga, yo te lo dije, te dije que las cosas podrían haber sido diferentes. Tienes la belleza de un niño que fue amado incluso antes de nacer.

—¿En serio? ¿Por quién? ¿No recuerdas todo lo que me hizo Viktor? Amiga, definitivamente no fui amada antes de nacer, de otra manera ese sujeto no me habría hecho tanto daño. Todo lo que me hizo, todo lo que pasé por su culpa, jamás voy a perdonárselo. Jamás. Voy a destruirlo, solo para eso me he esforzado tanto.

—¿Y a él? —cuestionó Ana moviendo la cabeza en dirección de la puerta, indicando que se trataba de Yuuri, no de Viktor.

—Yo..., no lo sé —dijo Eri—, parece que no miente, pero yo..., si él... Ay, no. Ya no puedo odiarlo. Seguro, en su posición, estaría tan destruida como él. Amiga, tengo veinte años, y todos esos años me ha buscado sin rendirse. Mira —pidió entregando un puño de hojas que sacó del folder que antes Yuuri le entregara—, ha pasado por tanto y no se rinde. Amiga..., pero todo lo que he pasado, ¿qué?

—¿Lo odias?

—No puedo, no puedo odiarlo cuando ha sonreído de tal manera al escuchar que podía encontrarla..., que él podía al fin encontrarme a mí.

—¿Le dirás la verdad o seguirás con tu plan de mentirle?

—No quiero decirle la verdad, pero no puedo mentirle. No puedo entregarle una hija falsa que le odie para siempre, tampoco entregarle ninguno de los reportes de muerte trágica que he estado imaginando para romperle el alma. Él ya está muy roto.

—Pues no sé qué decirte. Suerte con lo que elijas. Por cierto, llamó ese sujeto, dice que quiere un pago por el favor.

Eri suspiró. Le había costado mucho encontrar su historia, pero dar con su padre y hacerle creer que ella era la mejor detective había sido demasiado fácil. Lo difícil iba ser pagar el irse por el camino fácil.

» ¿Aceptaste su propuesta? —cuestionó Ana preocupada.

Su amiga era la cosa más voluble en cuanto a sentimientos; además era impulsiva y un poco ingenua. Cuando creía que nada valía la pena se deprimía, pero en los momentos en que creía que todo lo valía hacía demasiadas tonterías.

—Por supuesto que no —dijo Eri—, no voy a arruinar mi vida entregándosela a semejante patán, mi cuerpo un rato es otra cosa.

—¡Ay, Niki, por Dios! —le regañó Ana—. Ese sujeto es peligroso, además de un anciano grotesco.

—No es grotesco, solo es un viejo petulante y desagradable.

—Amiga...

—Ya, no me digas nada. Terminemos de limpiar y vámonos, necesito ir a ver a la razón de todo lo que hago.

—Ay, no, Niki. Lukyan no tiene culpa alguna de tus estupideces. Haces todo lo que haces porque eres medio mensa, medio tonta y medio pendeja.

Toda la nostalgia de la medio rusa y medio japonesa desapareció por un segundo, segundo en que una fugaz risotada retumbó en la habitación, los oídos y el corazón del japonés que escuchaba detrás de la puerta del cubículo que antes abandonó.

Esa chica le había encantado, así que no pudo irse, ni aunque lo intentó. Quiso volver a hablar un poco más con ella, pero cuando llegó ella hablaba con alguien, alguien a quien le confesó que era a ella a quien él tanto había buscado.

Eso le dejó en shock, luego de eso hubo más cosas que no le dejaron moverse. Todo el daño que mencionaba de parte de Viktor era algo que le intrigaba, además eso de entregar su cuerpo a alguien en pago de un favor. Y, sobre todas las cosas, lo que más le mataba, era que mencionara una razón para vivir de nombre Lukyan.

Aunque supuso que usaba un nombre falso, o que tal vez jamás le dijeron su verdadero nombre; del resto no sabía qué pensar. ¿De verdad esa chica era su bebé? Su corazón gritaba que sí; y otra cosa que necesitaba saber era si su bebé era mamá como comenzaba a sospechar. 



Continúa...

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