CAPÍTULO 6

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—¿Podemos hablar? —preguntó Yuuri acercándose al hombre de cabellos platas que miraba al cielo apoyando parte de su peso en el respaldo de la banca en que estaba sentado.

—¡Yuuri! —gritó el ruso poniéndose en pie tan pronto escuchó la voz del otro hombre y, sin pensarlo dos veces, se tiró a abrazarlo con fuerza.

Yuuri no pudo evitar llorar, aun en sus más locas fantasías, esas donde encontraba a su hija y podía hacerla feliz, no se había imaginado volviendo a sentir el calor de ese hombre.

» ¿Dónde estabas?, ¿por qué te fuiste?, ¿por qué no me dijiste que teníamos una hija? ¿sabes cuánto te busqué?, y, ¿tienes idea de todo el daño que le hice a mi hija para evitar que a tus oídos llegara el rumor de una infidelidad, para que no pensaras que había dejado de amarte. Porque no hice eso jamás.

Yuuri no pudo responder tantas preguntas, todas eran partes de su triste y dolorosa historia, una que no quería tener que recordar si no quería hacerse pedazos, y necesitaba estar fuerte por Eri justo en ese momento.

—No es tiempo para hablar de nosotros —dijo Yuuri luego de recomponerse un poco, tomando asiento en la banca cuando el ojiazul al fin lo soltó—. Necesito que hablemos sobre el trasplante de médula ósea que necesita Lukyan.

—¿Pasó algo con mi nieto? —cuestionó el rubio como si la complicada historia familiar entre ellos no fuera nada.

—Pasa algo con tu hija —corrigió el azabache—. Ella no confía en ti, piensa que le pedirás un imposible o te burlarás de ella en el último minuto..., sabes, tiene tantas dudas y está tan angustiada que yo solo quiero confirmar que no le pagaste al médico para que dijera que eres compatible cuando no lo eres.

—Que cruel —se quejó el de cabellos platas.

—Lamento si suena mal, pero con todo lo que le hiciste a ella yo no...

—Yo no le hubiera hecho nada a ella si tú no me la hubieras ocultado. No sabía que teníamos una hija, y te he amado solo a ti en toda mi vida, por supuesto que no dejaría que una arribista creara un malentendido entre nosotros, a pesar de que desapareciste hace tanto sin decir por qué. ¿Qué hubieras hecho si te enterabas de una chica rusa con mi apellido?

—Habría venido a buscarte para poder abrazarla al fin —respondió Yuuri entre hipidos y sollozos—. En toda mi vida, antes de esta semana, solo la vi una vez, entonces tus tíos se la llevaron y no me dijeron a donde. La he buscado desde que nació, hace veinte años de eso.

Viktor talló su cara con desespero. Que sus tíos estuvieran involucrados era la más lógica de las teorías que se había atrevido a imaginar. Ellos no aceptaban a nadie que no cumpliera sus estándares. No era contra Yuuri, realmente, era más bien contra todos los que no eran de su posición social, por eso él se había empeñado en no hacer realidad su sueño, de casarlo con alguien de la alta esfera.

—No sé qué ideas te metieron en la cabeza, y lamento que te hayan hecho tanto daño, pero no puedes desconfiar de mí y todo el amor que te tengo. Te lo prometí Yuuri Katsuki, te prometí que te amaría a ti y solo a ti durante toda mi vida, y que daría mi vida, si fuera necesario, por los hijos con que la vida nos bendijera. Eso incluye nuestros nietos.

—Yo te creo —aseguró Yuuri—, ahora lo hago. Pero Eri no, y está buscando otro posible donador, además no quiere que el mejor cirujano pediatra del país haga la cirugía, quiere otro médico.

Viktor de dejó caer junto a Yuuri, en la banca que el azabache no tenía fuerza de dejar. El escenario donde era rechazado por Eri también había pasado por su cabeza. Debía pensar una solución.

» No empieces a imaginar sabotear otros análisis, o sobornar al médico. Viene toda mi familia a rusia para hacerse los análisis de compatibilidad, serás la última opción. Porque ella, aún si te odia, no dejará que nada malo le pase a su bebé.

—Supongo que no podía ser de otra manera —susurró el peliplata bajando la cabeza, escondiéndola entre sus manos que se descansaban de codos a sus rodillas—, con todo lo que le hice, ella debía terminar odiándome de verdad.

—Le hiciste mucho daño.

—Creía que ella le hacía daño a mi familia. Siempre creí en ti y en tu amor, nos amamos demasiado como para que algo terminara con ese amor, por eso, aunque no entendía que desaparecieras y jamás me buscaras de nuevo, pensaba que solo debía confiar en que volverías a mí, aunque en serio no te dejé de buscar jamás.

Viktor diciendo todo eso, mientras sus temblores dejaban claro todo el dolor que contenía, conmovió al japonés, eso aunado a su necesidad de él lo empujó a no detenerse de abrazarlo con fuerza.

» Te amo Yuuri, de verdad te amo. Lamento todo lo que le hice a nuestra hija, en serio que lo lamento tanto y, aún si ella no me puede perdonar, espero tú sí lo hagas, por favor, por favor, tú no me odies Yuuri, no podría vivir con eso.

Yuuri no dijo nada, asintió solamente. Él, que conocía perfectamente lo orgulloso, apasionado, aferrado e imprudente que era ese hombre, sabía que las cosas no hubieran sido diferentes en las condiciones que ese par se encontraron. Aun así, no podía decir que lo aceptaba, no con toda la pena que se le notaba en el cansado rostro a su nenita.

Eri, que no había perdido pista de la conversación de su padre con su otro padre, sintió que su hígado se pudría un poco. Ya lo había escuchado antes intentando defender a su amado, esperaba que no se pusiera de su parte esta vez, eso era algo que no le perdonaría jamás.

—Buenas tardes —dijo la voz del médico que entró a la habitación donde una mujer, meciendo a un pequeño rubio en sus brazos, miraba a la ventana—. Soy Yuri Plisetsky, y seré el encargado de la cirugía de Lukyan Nikiforov.

—Hola —dijo la delgada chica de cabello chocolate girándose a ver al rubio que le dolía, pero que con la expresión del rostro gritaba que le odiaba—. Soy Eri Katsuki, y usted no le va a poner un dedo encima a mi hijo, doctor Plisetsky.


Continúa... 

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