—¿E... ri? —trastabilló el rubio viendo a una chica abrazando a un pequeñito que le intranquilizaba—. ¿Tu hijo?, ¿qué está pasando?
—Pasa que usted está perdiendo el tiempo, vino aquí por nada —dijo la chica—. Sé que la cirugía no es algo complicado, en realidad, así que no hace falta que el mejor cirujano pediatra del país se moleste en venir a realizarla.
—Espera —pidió el rubio confundido—. ¿Te casaste?
—No lo hice —respondió la chica—, alguien se burló de mí. Era un idiota, pero no todo malo, yo tengo a mi bebé conmigo.
—Espera un segundo, ¿Eri Katsuki? Ese no es el nombre con el que te conocí. ¿Por qué tu hijo se apellida Nikiforov?... ¿El calvo te hizo algo?, ¿él se burló de ti?... Espera, ¿no es Katsuki el apellido del cerdo?
Eri entendió poco menos de la mitad de todo lo que el otro dijo, mucho porque no sabía nada de un calvo y un cerdo, pero por lo poco que entendió supo que Yuri Plisetsky conocía a sus dos padres.
» Voy a matar a Viktor —gruñó el rubio furioso.
La castaña no dijo nada, no tenía la fuerza de pelear con ese hombre. De hecho, no le quedaban fuerzas para muchas cosas.
—Doctor Plisetsky —habló la chica andando hasta la cama para recostar al pequeño rubio que dormía placido a pesar de la intensidad en la charla de sus padres—, en serio no acepto que haga la cirugía, así que le agradecería que se retirara. Mi bebé necesita descansar, y yo también.
—No voy a irme, aunque digas que no quieres, soy tu mejor opción.
—Pero no eres la única, y las demás también son buenas. No necesito la mejor opción, solo necesito que no te acerques a mí.
—¿Por qué? —cuestionó el rubio—. No te entiendo, no entiendo nada ahora como no entendí nada en aquel entonces. Solo desapareciste sin decir nada, ni siquiera sé porque me golpeaste.
—Te golpeé porque eras un idiota, aunque era más idiota yo por enamorarme de ti y creerte que me amabas. Digo, era obvio que te burlabas de mí, debí verlo y por no hacerlo terminé con el corazón roto.
—¿De qué diablos estás hablando? Te amaba, yo iba muy en serio contigo.
—¿En serio? ¿Entonces qué pasa con tener una prometida mientras me ofrecías un falso amor?
—¿Prometida? ¿De qué rayos estás hablando? Nunca he tenido una prometida, nunca quise casarme con nadie que no fueras tú.
—¡Mentiroso! —gritó la chica, provocando que Lukyan despertara asustado.
Eri miró a su pequeño apenada, su intensión no era incomodarlo, pero estaba tan molesta de la insistencia del otro en un tema que le hubiera encantado evitar que no pudo controlarse.
» ¿Sabe qué? No tiene caso discutirlo ahora. No me interesa nada de lo que pasó entonces. Como puede ver, hice mi vida, así que solo lárguese.
—Niki, estás loca —dijo el hombre de ojos verdes—. ¿Entiendes que hiciste una tontería por algo sin sentido? No sé que pasaba por tu cabeza, pero no hay otra mujer que yo haya amado jamás.
—¿Y la chica esa que llegó a tu casa? Ella tenía llave de tu casa y saliste con ella. Tu secretaria me lo dijo, dijo que saliste a comer con tu prometida, y era la misma mujer que llegó a instalarse en tu casa y me dijo que era tu prometida.
—Ella... Dios, maldita sea —La cara de frustración del médico era increíble, tan mala que Eri sintió que al fin había terminado todo—. Ella ni siquiera es ella —dijo de pronto el hombre, dejándose caer en el sofá frente a la cama del pequeño que se aferraba con fuerza al cuello de su madre—. Ella era mi amigo disfrazado, era una apuesta, o algo tan estúpido como eso... Dios, ni siquiera supe que lo viste. Jean no mencionó nada, es un idiota, voy a matarlo.
La castaña miró al hombre como si el loco fuera él. ¿En serio esperaba que le creyera semejante idiotez? Claro que no lo haría. Ella no era más la idiota de la que él se había burlado en el pasado.
Eri respiró profundo, no podía enojarse de nuevo, mucho menos perder los estribos cuando Lukyan se había tranquilizado al fin y comenzaba a dormirse de nuevo.
—Dije que no me interesaba saber nada el pasado, así que en serio tus patéticas excusas no van a servirte de nada. Solo vete, por favor.
—No voy a irme —aseguró el rubio—, no son excusas, es la verdad. Puedo probártelo.
—No necesito que pruebes nada, solo que te vayas. De todas formas, no tienes nada qué hacer aquí. No vas a operar a mi hijo.
—En eso tienes razón —concedió el rubio—, no voy a operar a Lukyan, porque no es ético ni responsable el operar a mi propio hijo.
Los ojos de Eri se hicieron enormes, y su corazón se detuvo en seco, provocándole un fuerte mareo que la hizo dar un par de pasos atrás hasta que la pared detrás de ella le sirviera de sostén.
» Fue fácil deducirlo —dijo el rubio poniéndose en pie, comenzando a andar hasta la chica que temblaba cual hoja al viento—, dijiste que un idiota se burló de ti, luego me llamaste idiota y me reclamaste por burlarme de ti, además, ese color de cabello y ojos no pudo heredarlo de Viktor. ¿Cuál es tu relación con Viktor, por cierto?
—Soy su papá —respondió un hombre de cabellos platas entrando a la habitación junto al japonés que sonreía nerviosamente.
Eri no pudo más, sus nervios colapsaron y perdió contra la inconsciencia que tenía rato llamándola.
Con el pequeño rubio en brazos su cuerpo se deslizó con lentitud por la pared hasta dejarla sentada en el suelo, incapaz de responder a los gritos de tres hombres llamándola o al llanto de su pobre bebé.
Continúa...
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NUESTRA
FanfictionNo importa qué tan lejos esté, qué tanto la odies o qué tanto te desprecie porque, aunque tú y ella no lo sepan, ella siempre será NUESTRA.