CAPÍTULO 13 [EXTRA]

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—Me alegro demasiado de que ustedes estuvieran enojados cuando yo te conocí —confesó Yuri Plisetsky viendo el cunerito doble donde sus mellizas recién nacidas estaban—. Ellas son como el cerdo y el calvo en miniatura y en versión femenina.

Eri miró a su marido con desagrado. Odiaba los motes que el rubio tenía para sus padres, siempre lo había hecho, ahora que había visto a sus hijas lo hacía mucho más, tanto que mataría al rubio si osaba llamar a sus hijas con motes parecidos.

—¿Cómo está la mamá más hermosa del mundo? —preguntó Yuuri entrando a la habitación de su hija con un ramo enorme de flores en las manos.

—Deberías saberlo —respondió Viktor, a pesar de que no le habían preguntado a él, entrando detrás de Yuuri con Lukyan de cinco años sobre los hombros—, ya que eres tú.

La castaña y el azabache le miraron mal, pero fue solo uno el que se quejó.

—Ya te dije que no soy una mamá, soy su papá también.

Viktor rió ante el gruñido que le regaló su marido a modo de regaño.

—Estaba jugando —dijo el de ojos azules llegando hasta su hija también—, tú eres la mamá más hermosa del mundo. Él es el papá, porque me golpearía si insisto en lo contrario.

Eri sonrió.

—Gracias —dijo la chica no tan convencida, luego habló para su otro padre—: Estoy agotada, pa, pero me siento bien.

—¿Y ellas cómo están? —preguntó el japones andando hasta donde Yuri le mostraba a Lukyan sus pequeñas hermanas, que Viktor también veía luego de haber besado la cabeza de su hija.

—Preciosas —respondió Eri—, y sanas, gracias al cielo.

—Eso es muy bueno —aseguró un hombre de ojos y cabello oscuro, que estaba viviendo la escena de vida que siempre había deseado poder vivir, aunque nunca guardó muchas esperanzas de ello.

Gracias al cielo estaba pasando, y era mucho mejor de lo que la imaginaba. Esa era su felicidad, eso pensó y sonrió derramando una traviesa lágrima.

—Es nuestra —susurró Viktor tras abrazar por la espalda a ese hombre que en serio adoraba—, esta es nuestra felicidad.

Yuuri sonrió una vez que el susto se le pasó. Le asombraba que el otro le conociera tanto, al punto de adivinar sus pensamientos, pero también le encantaba, porque eso solo significaba que el otro le miraba siempre, por eso le conocía a la perfección.

Eri sonrió tras escuchar el susurro de su padre. Era cierto, esa felicidad también era de ella, que ahora tenía algo que también siempre soñó, y era mejor de lo que había alcanzado a desear. 



—FIN—



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Hola hermosuras. Gracias por leer esta bellísima historia que me había estado muriendo por escribir y compartir; deseo les gustara al menos un poco, y la amaran un montón. 

Besos y hasta la próxima historia, que mientras esperan llegue algún día pueden pasar a leer el resto de lo que ya escribí. 

Los ama siempre, MaryEre n.n

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