Eri no pudo más que llorar ante el diagnóstico recibido. Aunque, en realidad, no tenía del todo claro de lo que se trataba dicho síndrome, que requiriera un trasplante urgente le hacía estremecer.
Mil cosas le pasaban por la cabeza: ¿Y si ella no era compatible?, ¿y si nadie de sus pocos amigos lo eran? Ella no tenía una familia extensa que le tendiera la mano, había sido abandonada al nacer, solo eran ella y Lukyan. Intentar encontrar al padre de su hijo estaba fuera de sus medios, seguro, así que en su cabeza los escenarios con el peor final comenzaban a amontonarse uno sobre otro.
—Amor —habló Yuuri sacando a la azabache de esa marejada de horribles pensamientos—. Está bien, seguro alguno de nosotros es compatible y, si no, seguro encontramos a alguien.
—¿Y si no? —preguntó la chica entre lágrimas.
Ese era su mayor temor. En toda su desgraciada vida, Lukyan era lo único bueno, a pesar de ser producto de un cruel engaño que la dejó con el corazón hecho pedazos casi dos años atrás.
Sacarlo adelante había sido una proeza, pero se había esforzado tanto como pudo. Eri usó todos los medios que tenía, incluso usó un apellido que detestaba, pero que le abrió un montón de puertas antes de que el peliplata la encontrara, la llamara impostora y oportunista, y terminara con sus posibilidades de tener un buen empleo.
Aunque antes de eso no tuvo los mejores empleos tampoco, pero tenía la fuerza para entregarse por completo para no morir de hambre. Fue esclava de las circunstancias, y de toda la gente que se aprovechó de su necesidad.
Ahora solo buscaba poder tener una vida normal, y aunque fuese un poco de felicidad. Pero la única felicidad de su vida estaba ahora al borde de la muerte. Eso era demasiado cruel. No entendía qué era lo que estaba pagando.
—Va a ocurrir —aseguró Yuuri abrazando a su hija—, te aseguro que será así.
Eri se dejó abrazar, y aceptó el consuelo que le daba ese hombre que con tan solo su voz lograba traerle calma, pero no toda la que necesitaba, ella no estaría bien hasta que su bebé estuviera fuera de todo peligro.
—¿Alguno de ustedes se hará prueba de compatibilidad? —preguntó el médico.
—Lo haremos todos —respondió Yuuri—, ella es su madre, yo soy su abuelo... ¿deben ser parientes? Mis padres, hermana y sobrinos viven en japón, se demorarán un poco en venir hasta acá.
—No es necesario que sean familiares —señaló el médico—, pero, entre más personas se analicen, aumentan las posibilidades de encontrar un donador compatible.
—Entiendo —dijo el azabache—, entonces comencemos por nosotros, en lo que traigo al resto del mundo.
—Gracias —dijo Eri con el corazón en la mano.
Estaba en serio agradecida de todo el apoyo que ese hombre le daba. Ahora le creía en serio que no se había cansado de buscarla, que de verdad le había dolido perderla, porque de verdad le amaba. Y lo agradecía; agradecía que hiciera tanto por Lukyan, tanto por ella y su felicidad.
Guiados por el médico, incluso Chris fue a los laboratorios para que le tomaran una muestra. El aprecio que tenía por Niki, como él le conocía, era mucho como para soportar verla llorar.
Los resultados tardarían un poco en estar, así que Eri se dispuso a pasar todo el tiempo acompañando a su bebé. Y, mientras lo veía dormir en la mejor cama de un hospital que odiaba tener que pisar, rodeado de aparatos que hubiera deseado su bebé jamás conociera, se lamentó de no haber puesto atención a los detalles.
Tal vez si se hubiese dado más tiempo para estar con él, tal vez si no hubiese usado tanto esfuerzo en sus trabajos, tal vez si no diera por sentada cada gripita o fiebre, las cosas no hubiesen terminado de esa manera.
Pero no era así, el padecimiento de su pequeño tenía razones que nadie podría haber previsto, al menos no en su posición de hija de nadie, porque, hasta antes de conocer a Yuuri, es lo que ella había sido.
Pero las cosas cambiarían. Ahora tenía a alguien que le apoyaba, y que parecía tener los recursos y el optimismo de prometer que todo iría bien. Le creería, creería ciegamente en él porque necesitaba confiar en que las cosas irían bien, aún si terminaba con el corazón roto.
—Yo creo que va a estar bien —dijo Chris a un conocido que apreciaba bastante—. Ella es una chica muy fuerte, ni siquiera la terquedad de Viktor la rompió; así que saldrá de esta, aunque lo peor pase.
—Yo no estaría tan seguro —respondió Katsuki Yuuri—, yo pude seguir adelante porque confiaba que ella estaba viva en alguna parte, si la hubiera sabido muerta me habría muerto también.
Chris le miró. Semejante declaración cambiaba todo lo que creía del mundo. Sería porque no era padre, pero no se veía perdiendo la compostura porque un niño muriera.
* *
—Tenemos un resultado compatible —anunció el médico y todos respiraron un poco aliviados—, el señor Viktor Nikiforov.
La felicidad del rostro de todos fue reemplazada por el desconcierto. Esa persona no estuvo en ningún momento en su lista de posibles donadores.
El peliplata, que no perdió detalle de la charla del médico sobre la condición de su desconocido nieto, se había aprontado en secreto a realizarse los estudios requeridos, terminando en inmiscuirse en donde seguro no lo querían.
» Además —continuó el médico—, el señor Nikiforov ha contactado con el mejor cirujano pediatra del país, y será él quien realice el trasplante.
Sin entender la razón de que ese hombre se involucrara, Eri se centró en lo que necesitaba cerciorarse antes de vomitar por lo complicado de su situación.
—¿Es un procedimiento complicado? —preguntó la chica.
Que el mejor en todo un país fuera quien lo realizara sonaba bien, pero también sonaba un poco preocupante.
—No lo es tanto, en realidad —dijo el médico—; conlleva todos los riesgos de cualquier procedimiento, pero es bastante simple. Aunque el señor Nikiforov se aseguró de que la persona más indicada lo realizara.
La cara de Eri era preocupación pura, así que el médico se acercó a ella y le sonrió justo antes de darle otra terrible noticia.
» No tiene que preocuparse por nada, Yuri Plisetsky es una eminencia, y un amor con los niños.
Bien, esa era la cereza de su pastel. El hombre que le había roto el corazón, el padre ausente de su hijo, traído por un padre que le detestaba y nunca le dio una oportunidad, eran los designados a salvar la vida de un pequeño que desconocían.
Continúa...
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NUESTRA
FanfictionNo importa qué tan lejos esté, qué tanto la odies o qué tanto te desprecie porque, aunque tú y ella no lo sepan, ella siempre será NUESTRA.