CAPÍTULO 9

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Una mujer alta y fornida, de cabello oscuro y piel no tan clara entró a su habitación contoneándose como años atrás entrara en el departamento del rubio para el que ella trabajaba.

—Hola querida —dijo una voz grave, pero cantarina—, ¿me recuerdas?

Eri no le respondió, solo deslizó la mirada hasta el rubio detrás de esa mujer y le miró furiosa mientras apretaba fuerte los dientes para no perder el control.

Yuuri le dio un golpe algo fuerte al costado de semejante mujer, y la azabache rio estruendosamente mientras se arrancaba el cabello, que en realidad era una peluca.

—Soy Jean —dijo el azabache en vestido—, el futuro hombre muerto a manos de Yuri, o a mis propias manos por toda la culpa que siento por el malentendido creado. Nunca pensé que una simple broma les haría tanto daño a ti y a él, mucho menos a mi pequeño sobrino que me muero por conocer.

—No lo vas a conocer —aseguró el rubio de ojos verdes—, solo viniste a aclarar el malentendido, luego de eso te vas a desaparecer para siempre de mi vida si no quieres que sea yo el que te desaparezca.

Eri miraba a ambos hombres con una extraña sensación naciéndole en el estómago. ¿Era culpa? Posiblemente sí, eso era a medias, la otra mitad era repudio por sí misma, por no haber prestado más atención a los detalles. Ese tipo no era la bella mujer que recodaba como prometida de uno que había creído se burló de ella.

No podía dejar de pensarlo, si tan solo no hubiera sido tan estúpida, si tan solo hubiera confiado un poco más en ella misma, si tan solo se hubiera sentido capaz de merecer ser amada por alguien como Yuri Plisetsky, definitivamente su vida no hubiera sido tan difícil, y la de Lukyan mucho menos.

Pensando en eso no pudo evitar llorar.

» ¿Te sientes mal? —preguntó Yuri preocupado por la reacción de la chica.

Eri negó con la cabeza, volviendo a mentirle al mundo, pero sin ser capaz de engañarse a sí misma.

—¿Pueden irse, por favor? —cuestionó la chica cuyas manos mal ocultaban su dolor.

—Eri —habló el rubio de nuevo—, fue un juego idiota de ellos, no es verdad que te engañé, jamás te hubiera herido, yo solo quería hacerte feliz. Lamento si saliste lastimada, pero no era mi intensión, lo prometo, por eso no me alejaré, ni te alejarás de mi lado. No me iré, ni aunque lo supliques o lo exijas.

Eri lloró de manera descontrolada, mucho más cuando Yuri la abrazó fuerte. Entonces se desmoronó y permitió que el otro fuera quien la protegiera.

—Lo lamento —murmuró entre hipidos sofocados la joven castaña—, perdón por todo.

Yuri sonrió. Eso significaba que todo iría bien entre ellos, probablemente. Pero no era tiempo de preocuparse por ello, era tiempo por trabajar en recuperar la salud de su amada y su pequeño Lukyan.

Eri se quedó dormida de pronto, el desgaste emocional era mayor que el físico, así que sus energías fallaban demasiado. Yuri la abrazó más fuerte y besó su cabeza, entonces respiró profundo relajándose al fin.

—Lárgate ahora, Jean —exigió en un gruñido el rubio—, o te moleré a palos.

Jean se sintió terrible de nuevo, de hecho, se sentía mal desde que supo que la chica que su amigo amaba desapareció de la nada luego de que él hiciera su jugarreta, y calló lo que le había dicho, a final de cuentas, ella parecía haberse ido para no reaparecer jamás. Pero su culpa fue mitigándose al paso del tiempo, que Yuri se perdiera parte de la vida de su hijo era algo que probablemente ni él mismo se perdonaría.

—Lo lamento, gatito —dijo el moreno y el rubio le fulminó con la mirada.

Siempre había odiado ese mote con que le llamaba, ahora que no lo consideraba más su amigo le molestaba mucho más. 


* *


—¿Se arreglaron? —preguntó Yuuri entrando a la habitación donde su pequeña abrazaba a su bebé mientras Yuri le mostraba un juguete que el niño miraba con mucha atención.

Eri estaba sonriendo y, sobre todo, se mostraba tranquila aún ante la presencia del padre de su hijo, así que la pregunta del japonés era solo para confirmar lo que ya sabía.

La castaña asintió, entonces Yuuri sonrió y caminó hasta el lado de la cama donde Yuri no estaba sentado, y abrazó a su amada hija para besar su cabeza.

» Me alegra mucho —dijo el azabache en medio de una sonrisa—, te mereces todo el apoyo que podamos darte, así que me alegra que no te niegues al de Yurio.

—¿Yurio? —cuestionó la mujer en la cama.

—Nos conocemos hace mucho —respondió el rubio—, en los viajes de negocios de mi padre, a Japón, nos hospedabamos en la casa de baños del cer... de Yuuri, así que ahí nos conocimos. Como nuestros nombre suenan algo parecido, su hermana me llamó así.

—Vaya —soltó la chica tras ver asentir a su padre—, el mundo es una burbuja.

—Disculpen —dijo el hombre en bata médica que entraba a la habitación de la chica—. Se han hecho todos los análisis solicitados, tenemos también los resultados.

Esa información le heló el cuerpo a la chica, Plisetsky puso en pie y caminó para tomar el puño de papeles que el otro médico le extendía, y Yuuri rezó a todos sus dioses que lo más conveniente para todos ocurriera.

Eri miró a su padre con impaciencia, mientras el rubio pasaba hoja por hoja el expediente en su mano, entonces suspiró y el médico del hospital dio los resultados.

—Solo uno fue compatible —dijo—, el señor Viktor Nikiforov es el único compatible con Lukyan. 


Continúa...

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