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Capítulo 17

❝ Shinomiya Hayato ❞

—Hey.

No respondí.

—Heeey.

Si lo ignoro se irá.

— ¡Hey! ¡Hey! ¡Hey!

Ya irritado contesté. —¿Qué?

— ¿Empezaste a salir con esa chica?

— ¿Qué chica?

— La castaña, Subori.

—Tsuyoshi.

— ¿Entonces sí? —con una cara sorprendida y a la vez de alegría, preguntó.

— ¡De ninguna manera! ¿Por qué saldría con algo como eso? —sonrojado y alterado, no sabía cómo reaccionar ante esa pregunta tan desprevenida.

—Eso presente, ya es hora del banquete. —asomándose por la puerta la desalineada habló.

—Oh, oh, perfecto. —ahora dirigiéndose a ella preguntó. — ¿Son novios?

— ¿Eh?

—Sabes, desde hace unas semanas Shinosilla...

—Shinomiya.

—Bueno, eso. Ha estado bastante animado, ¡incluso me respondió cuando le hablé recién!

—Porque eres molesto.

—Aun así, lo hiciste. Primero pensé que era por Serinamu-senpai.

—Serinuma.

—Estuvo cerca. —alegó Haru.

—Pero no noté nada en particular que haya sucedido entre senpai y tú. Entonces, llegó ella. —señaló a la que estaba recargada en el marco de la puerta escuchando. —Los he visto juntos en varias ocasiones y parecen disfrutar mucho la presencia del otro, creo que si se gustan el ambiente entre ambos sería ...

—Alto ahí vaquero. A Hime-sama le gusta Kae-senpai y a mí, bueno, no hay nadie por el momento.

—Ah... que desperdicio. —resignado rasco su nuca y se acostó en su asiento.

—La santa cena. —sin saber cómo proseguir el espantapájaros señaló su lonchera.

Nos fuimos del salón y nos encaminamos a la terraza, aunque no pudimos llegar rápidamente al destino ya que nos cruzamos con Igarashi-senpai.

—Tsuyoshi-san, justo te estaba buscando.

— ¿Sucede algo?

—Esto. —al ver lo que parecían ser unas entradas Tsuyoshi quedó en blanco. —Las compró Nana, pero él no podrá ir.

— ¿Por qué? —preguntó con curiosidad.

—Ayer al salir él quería ir a nadar un poco y bueno, ahora tiene fiebre.

—¿Tú no nadaste?

—No soy tan estúpido. —sonrió como solía hacerlo. —En todo caso, Nana me pidió que te llevara.

— ¿Estás bien con eso? Deberías llevar a alguien que quieras.

—Está bien, en primer lugar, él las compró por ti, no eres su reemplazo, yo lo soy.

—Eve... —leyó lentamente el nombre para después sonreír como niña pequeña. —Muchas gracias.

—Es el sábado, tienes que ir arreglada. —ahora su sonrisa era algo siniestra.