1. Desa

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VERSIÓN BORRADOR ( EN LA VERSIÓN A LA VENTA HAY ALGUNOS CAMBIOS, ESCENAS EXTENDIDAS, EPÍLOGO Y UN EXTRA)


—¡No, no es tan sencillo! —De nuevo nos gritamos.

Hace poco más de un año que nos casamos, he sido feliz, no puedo decir lo contrario porque sería injusto. Zakariah me atrapa, me envuelve de todas las maneras posibles. Ha dejado del lado mis defectos al igual que yo los suyos, me conoce, o eso pensaba, pero somos tan diferentes.

Cuando lo conocí, esos ojos alargados, oscuros y peligrosos penetraron en mí como si de alguna magia extraña se tratara. Me puse nerviosa enseguida, aun así, no logré darme la vuelta y le sostuve la mirada, sonriendo apenas con el vaso en mis labios mordiéndolo un poco; la bebida ya estaba caliente, como siempre me pasa y es que me gustan unos tragos pero no paso de ahí, comúnmente. Su tez oscura, su altura, su espalda ancha, su cabello tan corto y rizado que dan ganas de acercarse y pasar la mano sobre él. Si tuviese que explicar qué ocurrió en ese instante, no podría hacerlo. Aunque sé que a él le gustaría entenderlo ya que nos arrastró sin poder objetar.

—¡Sí que lo es!, solo dime por qué no podemos hablar de un hijo, por qué te resistes de esta forma. Es lo normal, ¿sabes?

­—No es tiempo aún, no es tiempo —dice mirándome desde ese ángulo alto en el que siempre está. Es grande y amo la sensación de sentirme protegida por él, cuando sus brazos me envuelven, acaricia mi espalda y besa mi melena castaña, cuando me toca y esas ondas cálidas viajan por mi piel, por mi mente sometiéndola a un grado tal en el que todo se detiene y solo puedo pensar en sus gruesos labios, en sus manos, en su voz.

Acabamos de llegar de una de esas cenas a las que a veces debemos asistir, su negocio es importante por lo que se celebran reuniones en las que hay que acudir ambos sin remedio, aunque la verdad es que a mí me incomodan. Me llevo bien con las esposas de esos hombre y puedo conversar con soltura, aunque ellas ya están en otra etapa de la vida me las arreglo para pasarla bien y diluirme. Él y yo nos llevamos casi 8 años y en experiencia, muchos más, soy casi una niña a su lado en más aspectos de los que puedo aceptar. Lo cierto es que nunca me lo ha hecho notar, no hasta que tocamos este tema que viene acudiendo a mi cabeza de un tiempo a la fecha.

No terminé mi carrera cuando elegí estar a su lado, prometí hacerlo, pero por una u otra cosa no la retomé y lo cierto es que a últimas fechas creo que no es lo que haré. He tomado clases de inglés, pues aunque sabía hablarlo, me faltaba aún mucho para manejarlo sin problema, con su ayuda ya hoy por hoy lo hablo muy bien, además de mi prima, mi tía y los amigos que he hecho aquí. Lo leo, veo películas y hago todo en este idioma, salvo cuando hablo con mi mamá, o mis hermanos, ellos están en México, país donde nací y en el que residí hasta que me casé.

—¿Qué quieres decir con eso, Zakariah? —bramo con las manos a los lados de la cadera, a un lado de la cama, mientras lo observo quitarse la corbata con esos movimientos lentos y masculinos que tiene. Mi boca se seca, sé lo que hay bajo esa camisa pulcra, blanca, que contrasta con su piel casi del color de la noche. La deja sobre el respaldo de una silla y me observa, incisivo, serio, tenso.

—No quiero decir nada, Desa, estoy afirmando algo... —dice sin dudar. Me quedo ahí, suspendida con los ojos tan abiertos como mi boca.

¿Qué mierdas? Cree que no puedo ser una madre, una buena. Claro que puedo, digo, no soy buena en general para algo... no que yo recuerde, salvo tocar la guitarra, pero eso solo lo hago cuando estoy a solas, cosa que no ocurre en esta casa. Me gusta salir, conocer, me gustan los animales por lo que tengo a Missy, una Shih Tzu que Riah, como suelo decirle a mi marido –qué raro se escucha aún—, me dio poco después de que llegase a su casa, a esta enorme casa que compartimos y de la cual, para ser sincera, todavía no me apropio, pero eso es algo común en mi vida. Me gusta nadar en la piscina cuando se puede, hacer un poco de ejercicio en las horas muertas y cosas de ese tipo.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora