27. Desa

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|El capítulo tuve que dividirlo porque era muy extenso y muy significativo. Esta es la PARTE I|


Escucho el motor alejarse y la desazón crece, tomo a Missy entre mis brazos y me siento en uno de los sofás de la sala, repitiendo una y otra vez la escena que apenas el día anterior transcurrió frente a mis ojos. Siento el estómago revuelto, quizá sí debí pedirle a Riah que se quedara, no sé cómo lograré dormir estas noches, si con él al lado es difícil, sin él sé que será imposible. Mi garganta escuece.

—Señora, ¿guardo su plato? No lo probó, ¿preparo otra cosa? —Escucho a lo lejos, volteo y Awdry me observa de forma extraña.

—No, no, gracias, lo lamento. Guárdalo, más tarde lo como —le pido sin muchas ganas.

—¿Se siente bien? —pregunta acercándose un poco. Sonrío asintiendo, no somos las mejores amigas, pero ahora llevamos una relación decente en la que es claro mi papel en esta casa.

—Sí, mañana te veo, estoy cansada es todo.

—¿Quiere que saque a dar la vuelta a Missy? —propone dejándome asombrada.

—No, lo haré yo. No lo recordaba. No tardo —digo al tiempo que me levanto, voy hasta donde está su correa y se la pongo, ella continúa ahí, de pie a unos metros—. Awdry, gracias —murmuro y salgo al frío.

Al regresar estoy congelándome, la verdad es que creo que los paseos de Missy deberán ser en otro horario porque por la noche está del carajo. Me doy un baño caliente, me pongo el piyama y me siento un poco mejor. No puedo detener la cabeza, una y otra vez lo ocurrido la noche anterior, Riah, mi madre, todo se revuelve de una forma tan absurda que no logro acomodarla.

Salgo al auto y tomo la guitarra, no podré dormir, lo sé así que me encierro en mi habitación y paso la noche trabajando en la misma canción que por la tarde. Dormito pero pronto el despertador del celular que dejé activado me despierta, quizá pegué el ojo una hora como máximo.

Me duele la cabeza, sé que la falta de descanso no puede continuar pero conforme se acerca la hora de ir para el albergue siento una opresión mayor. Dejo la camioneta donde suelo, Steve ya me espera.

—¿Estás mejor? ¿Hablaste con tu esposo?, ¿ya sabe la verdad? —Mientras caminamos, niego.

—Riah salió de viaje o eso me dijo —repongo con voz apagada, con las manos dentro de la chamarra. Qué frío de mierda hace. Me detiene arrugando la frente.

—¿A qué te refieres? —inquiere.

—Ya sabes, a lo que te conté, quizá solo desea un tiempo lejos... —musito mirando a los lados como si fuese cualquier cosa. Toma mi barbilla y logra así que lo vea.

—No lo sabes y no te hagas eso. Habla con él, deja de suponer.

—Steve...

—¿Cuándo regresa?

—El viernes y para que te alegres le pedí hablar ese día —expreso dando brinquitos, no logro calentarme. Sonríe.

—Sí, la verdad sobre todo me tranquiliza. Debe saber lo que haces, lo que ocurrió.

—No sé cómo sacar eso de mi cabeza —admito agobiada cambiando el tema a no uno mejor—. Se repite la escena una y otra vez. Siento que pude hacer algo más, luego me entra miedo, el disparo lo escucho como si estuviese ocurriendo ahora mismo y no logro quitarme de encima esa sensación de cuando pensé que me... mataría —admito trémula. Suspira y rodea mis hombros, negando, mientras reanudamos la marcha.

Más de ti • LIBRO I, BILOGÍA MÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora