Cuatro

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—Hazlo de nuevo, te lo pido

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—Hazlo de nuevo, te lo pido.

El fervor a la súplica lo llevaba a volcar su mente por un rumbo desconocido. Eran unos salvajes. Después del primer golpe, Baudell no pudo contenerse ante su deseo de sadomasoquismo. Un golpe tras otro por parte del pelirrojo hacía que sus ojos se enaltecieran, le gustaba sentir poder, le gustaba saber que tenía control sobre otro ser.

Caricias que no solo eran eso, eran restregos de su piel con la otra, la pasión que poseían ambos era sensacional, todo el placer salía a relucir cada que pronunciaban palabra de lo qué significaba hacer. Labios juntos, gotas que iluminaban el rostro al caer una tras otra, gritos sin contención, sabores indiferenciables y suplicas que el otro podía hacer realidad. Después de todo terminaban teniendo un buen rato.

—Nena, te veo luego.

El placer no permitía comparación cuando la mujer estaba en manos de aquel pelirrojo. Había hablado acerca de un contrato con una discografía, iría a ver por qué esa mierda importaba tanto, igual llevaba dos horas de retraso. Baudell esperaba por más, siempre quería más.

Lo desalineado del cuarto así permaneció ante la salida de la mujer quién solo portaba una remera descolorida de Queen.

Buscó por toda la casa a alguna persona y al parecer estaban todos en el cuarto de Steven Adler. La mujer entró a la habitación y divisó una escena de drogas y música a su alrededor, sonrió. Los chicos hicieron ruido con su nombre y le dieron un espacio entre ellos, le otorgaron una bolsa con polvo blanco y alguna jeringa que estaba por ahí. El sonido al parecer era de su música, eran buenos.

Era la primera vez que pasaba a más con ellos. Más allá de drogas y rock sonando a todo volumen hubo sexo. Hubo más que sexo porque no sólo se acostó con algún otro, fueron todos, todos a la vez. La falta de control era algo que la excitaba cuando se trataba de algo como lo que en esos momentos sucedía. Entre el humo de los cigarrillos y los cristales esparcidos por cada rincón habían cinco cuerpos tirados al piso, casi parecía una escena de esas que a un forense le encantaría. Cosas distintas con cada uno, pero al final daba lo mismo si metían su pija en ella. Por un momento pensó en el pelirrojo, en lo qué haría si estuviese aquí, o en sus pensamientos más profundos. Nunca había hablado con él algo además del sexo o su música.

La casa ahora se encontraba en calma, todo había pasado ya como si fuera algo habitual entre ellos, igual a ninguno le molestaba. El reloj recorrió al menos tres números desde que el pelirrojo se fue de ahí. Podría estar haciendo cualquier estupidez y ella lo sabía.

Después de quizá dos números más, Axl entró a la casa llamando a todos para espetar lo que aquel de la discografía le había dicho. Axl hablaba como si le fuera la vida en ello, quizá era cierto. Hacía movimientos con las manos y de sus labios salían palabras que más tarde no pude recordar, dijo algo sobre una firma que ahora tenían. En serio había firmado un contrato para sacar un álbum de Guns N' Roses al aire. Me sentí feliz por un momento, y eso era estúpido porque ni siquiera había sentido felicidad por mí. Los chicos intercambiaron palabras entre ellos, incluso hubo alguno que otro abrazo y esas líneas en sus labios. En serio serían la banda de la que en un inicio alguna vez me hablaron.

—Siempre se puede hacer otra orgía para celebrar.

Steven había hablado, los chicos intentaron dejar claro que no era importante aunque quizá lo hubiese parecido, pero ellos conocían a Axl mucho más que yo. El pelirrojo miró a cada uno, lo verde de sus ojos había desaparecido por completo. Después de ello los chicos se escabulleron de su vista, no lo comprendía.

—¿Hiciste eso con todos?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al mirarlo, sus ojos escondían una represión que no sabía qué podía tener. Estaba inmóvil. De mis labios salió un fonema que dudaba si hubiese escuchado, ni siquiera estoy segura de haber afirmado en voz alta.

Después de aquello que en definitiva escuchó, el pelirrojo casi demuestra burla, recorrió el pasillo hasta la cocina y desde ahí se pudo escuchar un ruido que ensordeció toda la casa. Había arrojado una botella al piso. Baudell se quitó de su sitio en el sofá y corrió a mirar qué mierda pasaba. Axl respiraba con fuerza, en sus manos sostenía un par de papeles y cuando diviso a la mujer la miró a los ojos, aún no desaparecía el color obscuro, y al parecer no lo haría.

—Qué mierda te pasa, Axl.

Esta vez ante la pregunta, el hombre no escondió su risa. Arrojó los papeles hacia Baudell con fuerza mientras se abría paso entre ellos y sus estúpidas cuestiones para tenerla más cerca. Estaba a centímetros. La tomó de los brazos y con un golpe hizo resonar el muro al ponerla contra él.

—Lárgate a la puta mierda.

Fue lo único que dijo antes de propiciarle dos golpes a Baudell e irse. Ella odiaba que una parte dentro suya recordara disfrutar porque sabía que esta vez había sido en serio. Se tocó el rostro y sin apartar la mirada, una hoja reposaba en el piso donde con letras negras podía leerse Mr. Brownstone.

𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐜𝐫𝐲, 𝐑𝐨𝐬𝐞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora