Doce

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Indiana, 1991

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Indiana, 1991

Ni siquiera después de todo lo que ocurrió se dieron un descanso. Tampoco fue sorpresa que no lo hicieran. Hoy tenían concierto en Indiana, nada fuera de lo habitual, excepto por que habían pasado años de que Baudell y Axl se conocían; años. Estaban lejos de Los Angeles, tanto como para pensar que los días podían ser los mismos que como comenzaron.

Los chicos intentaron ir a rehabilitación de nuevo, no funcionó bien. Steven se había ido por culpa de Axl y porque al parecer lo obligaban a mantenerse drogado y por eso no podía tocar más, al menos él decía eso a cualquiera que preguntaba, incluso a los que no. Lo que pasó realmente fue hace casi un año de que lo mandaron a la mierda porque no podía mantenerse sobrio ni un puto día. En un punto me recordó a mí. Izzy se estaba hartando de todo, apenas salía a tocar, aún no sé por qué, pero sigue haciéndolo. Un día se va a largar de aquí.

Todo se había vuelto diferente, ya no eran aquella banda de mil novecientos ochenta y cinco que apenas pretendía sacar un álbum. Ahora eran ésa jodida banda reconocida mundialmente que llenaba ciudades. Appetite había vendido más de treinta millones de copias, incluso se convirtió en el álbum debut más vendido. Lo que pasó con Guns N' Roses fue algo que no esperaban que realmente pasara. Los chicos también eran diferentes a los de hacía siete años, quizá también yo, sino cómo podría saber que ellos lo eran. Axl era diferente. Supongo que el espíritu de Los Angeles no dura para siempre.

—¿Y bien?, ¿Qué te parece? –pregunta Axl con entusiasmo luego de recorrer el escenario y mostrando a Baudell cómo en cada rincón eran capaces de verlo. No tenía tanto entusiasmo después de todo. Baudell le sonrió y asintió, solo eso.

Aún no estaban en su lugar los instrumentos, solo estaba el piano, aquel jodido piano en donde Axl cantaría por primera vez la canción misteriosa. Aún no tenía nombre, tampoco estaba en ningún álbum y nadie la había escuchado más que Baudell, y solo lo había hecho una vez; aquélla cuando todavía tenía la marca en el rostro de cuando Axl la golpeó. Ése día también tenía el rostro pintado.

A esta altura era imposible que los medios no conocieran a la chica de Guns N' Roses. Algunas historias que ponían en revistas eran buenas, un día era la compositora de las canciones de la banda y otro era una groupie más. La historia que siempre se escuchó era que estaba con Axl. Era absurdo que no estuviera con Axl luego de más de cinco años, y en cierto modo sí estaba con Axl, lo que faltó decir fue porque era su puta favorita. Alguna vez u otra le ofrecieron posar en revistas o hacer videos con otras bandas, nunca dijo que sí. La diferencia entre Axl y Baudell fue que ella no quería nada y lo consiguió, y él lo quería todo y ahora lo tenía.

Axl se sentó al piano, Baudell miró unos segundos más a su alrededor antes de escuchar el inicio de aquella melodía que hacía años no escuchaba. Se sentó a lado de él.

—¿Esta vez no dirás que te gusta mi pija? –Baudell sonrió como estúpida, casial punto de reír. Sus instintos, y al parecer también su memoria, estaban intactos, o quizá solo de ese día permanecían así. Esto era ridículo, Baudell no solo curveó sus líneas como podría decir, y Axl tampoco perdió el sentido de aquel recuerdo.

—¿Por qué?, ¿Esta vez me la darás?

Después de una sonrisa, Axl susurró un "joder, mujer" y pasó a sostener a Baudell por los costados para besar sus labios. El pelirrojo bajó sus manos hasta las piernas de la mujer para así sostenerla con mayor fuerza y que las teclas del piano quedaran bajo ella. Axl recorría el cuerpo de Baudell con tanta dedicación como si se tratase del mismísimo piano y no de una puta.

—Lo siento –susurró el pelirrojo luego de tirar demasiado fuerte de la ropa de Baudell y escuchar un gemido, éste no fue por la fuerza, sino porque al costado tenía la marca de aquella bala. Baudell no le dio más importancia porque sabía que ese lo siento no era por la fuerza, era por ese día.

Axl continuó su trabajo dejando besos alrededor del cuerpo ya desnudo de la mujer de labios rojos, siempre los había traído rojos y apenas Axl caía en cuenta, aunque lo sabía bien. El sonido de las teclas del piano para la única canción que Axl lo utilizaría, resonaban por todo el salón; de pronto parecía que el espectáculo estaba ocurriendo justo ahora. La combinación de las notas con los gemidos era simplemente aturdidora, era perfecta.

Después del sexo oral, Axl sonrió. No fue cualquier sonrisa ridícula o incluso absurda, era una sonrisa completa. Una sonrisa llena de deseo que reflejaba tan bien lo que quería con esos jodidos ojos, eran verdes. Parecía que Baudell también había notado algo después de años.

Te amo.

A qué imbécil de mierda se le había ocurrido decir semejante estupidez.

Baudell abrió los labios; el silencio, de pronto, inundó todo a su paso. Nadie pensaba, nadie escuchaba más allá de un intento desesperado de controlar sus respiraciones. Qué mierda, ¡Qué puta mierda era esto! Qué chingados significaba esa palabra absurda, lo más cerca parecería una ofensa. No hablaba de mierda de niños que decían estar enamorados y en menos de una semana se aburrían y al carajo; esto hablaba de dos personas aparentemente adultas tratándose como niños, la diferencia era que, a pesar de coger con quien se les diera la gana y mandarse a la chingada al menos tres veces por semana, ahí seguían; al final siempre seguían y ahora no comprendía eso porque ninguno de los dos imbeciles se había cogido a alguien más. Aspirar a la seriedad nunca fue opción. Entonces no era amor, el amor es para pretender dar una exhibición formal de afecto que no llegarías a sentir por nadie que no fueras tú mismo.

Definitivamente no era algo tan ridículo como el amor. Eso solo es una palabra de mierda sin ningún significado especial. Entonces por qué mierda sigues pensando en eso, pendeja ridícula. Solo es un jodido sexo tan bueno con música de fondo intentando tapar los gritos de placer. Solo es un saque de merca para ponerte hasta el carajo y hacer lo mismo que haces cuando estás sobria. Solo es un indicio de ayuda cuando estás a punto de querer matarte porque luego te cagas de risa de ello. Es deseo, es placer, es la fantasía de vida que siempre quisiste, y no se va a joder porque un imbécil diga te amo cuando significa lo mismo que para ti tu vida.

Baudell tomó a Axl del cuello con fuerza, tanta que lo hizo levantarse. Lo incitó a penetrarla y eso hizo. Es un buen cumplidor de deseos. El pelirrojo levantó a Baudell hasta posarla en la superficie más amplia del piano; adiós al sonido de las notas. La miró a los ojos y sin previo aviso, metió su pija dentro de ella; gritó. No dejó de verla a los ojos, tampoco paró el movimiento excesivo de sus caderas que la hacían gemir como nadie. Tenía sus manos sobre las de ella, estaba completamente sobre de ella, pero parecía perdido. Con solo esa bandana en la frente y esa peculiar bocanada de aire que tomaba de vez en cuando, Baudell se dio cuenta del tiempo que había pasado. Realmente era un putero de tiempo.

Fue un sexo estupendo, tanto como el recuerdo del sexo en el baño de aquella clínica estúpida. Sí, aquella donde comenzó toda esta mierda. Habían cogido tantas veces, que parece no recordar algunas o fantasear con otras, pero esa jodida vez nunca la olvidaría. Y sí, a pesar de que estaba hasta la madre de heroína o quizá cocaína o ambas, daba igual; ese jodido día se cogió a un hijo de puta con sueños absurdos y ahora era lo mismo, se estaba cogiendo al mismo hijo de puta que –juraría con la misma bandana roja– que ni siquiera sabía que Los Angeles no estaban preparados para asimilar su llegada, pero que que ahora asolaba sus jodidas calles con su puta voz. Porque vaya que tenía una puta voz.

—November Rain –dice de pronto Baudell y toma al pelirrojo por sorpresa lo que lo hace preguntarle qué —La canción, Axl. November Rain.

𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐜𝐫𝐲, 𝐑𝐨𝐬𝐞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora