9|| La danse

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Perdió el control, se había emulado frente a un testigo, pero aun sentía esa figura fantasmagórica encima suyo, el dolor caminando a su lado, respirando cerca de su rostro como una bestia esperando atacarla, aun cuando la carretera estaba iluminaba por pequeños faros podía ver la oscuridad, escuchar los pasos del dolor, ahí venía como un viejo caballero a punto de desenvainar la espada para cortarla en mil pedazos, sacarla el alma y dejarla vacía. 

Era un amargo final, pero no podía esperar otra cosa de un amor tan caótico como el suyo, ese amor que la vida misma no permitía, amar a tu sangre de esa manera era una abominación justo como la que nacía de sus entrañas en forma de llanto.

Lo amargo de su pecado consumía su boca, justo como la primera vez que fumo un cigarrillo, o tal vez era la vergüenza de verse expuesta como un maldito nervio, estaba cayendo en la desgracia, ese dolor que ya no podía amar más porque había tomado la forma de un verdugo. 

Su vida era un maldito guion de película, leyendo las líneas una y otra vez, repitiendo las mismas mentiras para decirse que ella no era tan mala como los demás. 

«Todos estamos podridos» pensó en el momento en el que sus ojos volvieron a chocar con la mirada de Jaime Lannister, ese hombre que estaba igual de maldito que ella, no era un santo, mucho menos estaba convencida de lo que decía era verdad, pero que más daba confiar, no había nada en ella que pudieran robar, porque era exactamente como Viserys, adicta, arrastrando su cuerpo hasta la puerta donde se encontraba aquella droga, la suya era Rhaegar; la destruía y la llevaba hasta el fondo de la podredumbre, pero seguía caminando al compás de su voz. 

Y hoy recogía como un méndigo los pedazos de su alma que se estaban clavando en su piel, era como el invierno, temblaba tal vez porque seguía llorando como una estúpida, porque eso era, eso había dejado Rhaegar, a una estúpida enamorada de él desde que tuvo uso de razón, era el verdadero asesino, pero jamás lo iba reconocer. 

Rogó para que todo eso se detuviera, rogó por misericordia, pero no fue escuchada, porque los dioses no se fijan en minúsculos problemas, por eso son dioses; construyó todo para verse derrumbado en un abrir y cerrar de ojos, dejó todo, fue fiel a alguien que no podía pedirle la misma devoción, la honestidad que decían tenerse era tan falsa como el color de sus uñas, su amor era un crimen y lo escondieron tan bien que ahora no podía enjuiciarlo por asesinarla. 

Respiró profundamente, había confesado, sí, y se quitó poco peso de encima, podría decir que mintió, pero era ponerles más peso a sus hombros, a sus alas que mucho tiempo estuvieron encadenadas, ya no quería sentirse prisionera en su propio cuerpo. 

Se limpió las lágrimas, tratando de que el maquillaje no se corriera. —Jaime... no, no sé qué me paso, pero...— le tomó la mano, mirándola como si verdaderamente sintiera empatía por él, por el momento tan penoso que estaba viviendo. 

—Estás enamorada de tu hermano— era la primera vez que alguien lo decía de esa forma, la primera vez que lo escuchaba de los labios de una persona que hace poco era un completo extraño en su vida. 

—No, Jaime yo...— quería negar todo, decir que estaba dolida por otra cosa, pero sólo serían excusas estúpidas, excusas que no llenarían para nada todas las dudas que el Lannister tenía en su mente. 

 —Lo sé, es un mal que no podemos erradicar, el pecado que nos consume— la miró a los ojos. —Sí, nos tocó pecar, mi querida Vaella— ya no lloraba, sino repasaba sus palabras en su mente, una por una como si estuviese contabilizando una suma de dinero, ¿Había escuchado bien? ¿Había dicho pecamos? 

 —Jaime, entonces...— se acercó a él, el rubio sólo sonrió, como solía hacerlo siempre, más relajado, como si también estuviese lanzando por la borda el peso de su secreto. 

𝐈 𝐆 𝐍 𝐈 𝐓 𝐄 || 𝐉𝐚𝐢𝐦𝐞 𝐋𝐚𝐧𝐧𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫 [ᴍᴏᴅᴇʀɴ ᴀᴜ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora