III

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Los gotas de lluvia chocaban con las ventanas ocasionando así un sonido relajante, había un aroma de café por todos lados, el pie derecho de John se movía constantemente por los nervios, hacia bastante tiempo que de habían llevado a Freddie a la sala de pruebas del pabellón masculino.

John moría lentamente por dentro, odiaba cuando le hacían ese tipo de cosas, puesto que si Freddie no aportaba ayuda le darían un castigo físico aparte de los electroshocks.

-Dios, no aguanto más así. - Murmuró bebiendo algo del café que se había preparado, suspiró levemente y se asomo por la puerta, no veía ni un solo médico por los pasillos. - Mierda... - Sería un día de exámenes a la luz de sus ojos, ahora se sentía inútil. No podía ayudar a la persona de quien se había enamorado.

(*)

La silla rechinaba con constancia en aquella habitación blanca por culpa de un ser que encontraba sobre esta, en una de las caras de la habitación había un espejo, del otro lado había algunos médicos mirando a una delgada silueta que se encontraba en aquella fría y solitaria habitación.

Relamió sus labios levemente, entre sus manos había un pequeño conejito de peluche que le había regalado su médico favorito, John.

-Bien... Freddie, vamos a hacerte algunas pruebas... Sabes que si no respondes a ningún reactivo vamos a castirgarte... ¿Entendido? - El nombrado solo asintió levemente, soltó una risita y murmuró usando un tono grave pero chillon al mismo tiempo.

-Puedo responder a todo lo que me diga...con tal de poder tocarme por horas - Mordió su labio levemente y volvió a reír diciendo ahora en un tono infantil. - Comience ya con sus preguntas, doctor.

Los médicos sólo pudieron apuntar en sus libretas cada cosa que Freddie decía o hacia. El médico general asintió y en donde Freddie estaba metieron a otros chicos, estos dejaron una mesa en medio, donde había algunas cosas.

-Empecemos con esto... - Destaparon el primer objeto, era un lindo espejo con forma de corazón. Freddie lo tomó en sus manos y se miró. Una sonrisa se dibujo con lentitud en su rostro.

-Soy hermoso-Mostró una mueca de egocentrismo, por que era una persona vanidosa, esa personalidad salía de una imagen femenina, al igual que su personalidad seductora, era alguien que lograba sacarte muchas interrogantes, no sabían cómo reaccionaria a cada cosa. Nadie le había logrado quitar esas extrañas costumbres, normalmente se me solían salir risitas diciendo lo mismo. <<Soy hermoso>> <<Precioso>> incluso algunos gestos salían del rostro del lindo persa. Podría ser capaz de romper todos los espejos del mundo solo por no querer que hubiese alguien tan hermoso como él. Podría suicidarse, por saber que sólo hubo y habrá alguien tan bello como él. ¿No les recuerda a alguien?... ¿No?, Bueno.

-Tiene rastros más avanzados de ser narcisista - Dijó el médico apuntando en su pequeña tabla algunas notas, debían evitar que Freddie tuviese acceso a más de un espejo. - Bien, siguiente prueba - Freddie volteo sus ojos al oírlo por las tormentosas bocinas que se encontraban en las esquinas de la fría habitación. Sacó el otro objeto, era un libro de poemas, fruncio su ceño confundido, sin embargo no tuvo dudas, sus niveos dedos recorrieron las esquinas del libro, parecía que observaba cada pequeño detalle. Lo abrió con lentitud y miró cada letra, cada frase,cada verso.

Era un poema tan dulce y tierno de la poeta española Rocío Vázquez Rojas. Miró fijamente lo que decía, parecía que describía a una mujer.

Tus ojos hipnotizan a
cualquiera, yo daría mi vida por
querer verlos tan solo un instante.

Ese dulce aroma que tu cuerpo deja salir, ese tostado tono que desprende tu cuerpo.

La frescura de tu voz,
oh amor mío.

He's just a boy ... right? ( Deacury ©) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora