1. Olivia - ¿Una primera cita?

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Me despierto con un dolor horrible por todo el cuerpo, porque anoche Cameron me tuvo varias horas en su casa ensayando maldito baile para la competición

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Me despierto con un dolor horrible por todo el cuerpo, porque anoche Cameron me tuvo varias horas en su casa ensayando maldito baile para la competición. No era precisamente la idea que tenía para pasar un domingo noche con él, pero dice que ya va quedando menos para el gran día y que tenemos que ensayar más seguido. Ahora, gracias a eso, tengo unas agujetas mortales en toda la extensión de mi anatomía. Me duelen músculos que ni sabía que podían doler y para colmo me toca enfrentarme a un lunes cargadito de trabajo atrasado en la agencia de publicidad.

Mi teléfono móvil empieza a sonar a todo volumen en alguna parte de la habitación, pero ni me molesto en salir de la cama para buscarlo porque doy por hecho que no voy a llegar a tiempo.

Escucho la voz ronca de Cameron a mi lado:

—¿Qué es eso que suena? —se queja sin abrir los ojos y se mueve lentamente hacia mi lado, rotando con pereza su cabeza sobre la almohada—. Es un sonido muy molesto, apágalo.

Sonrío al verlo tan soñoliento y gruñón de buena mañana.

—Es mi teléfono.

—Hummm... ¿Pero qué hora es? —pregunta estirándose sobre el colchón y destapándome por completo.

—Hora de ponerme en marcha —le susurro con suavidad, justo en el momento en el que mi teléfono deja de sonar y nos devuelve la paz.

Sus ojos de color marrón chocolate y adormilados, se abren y se encuentran con los míos. Cuando eso sucede, no puedo evitar sonreír como una idiota. Cameron me muestra una hilera de dientes blancos y perfectos, un instante antes de morderse el labio inferior, lo que me provoca unas ganas tremendas de comérmelo a besos.

—¿Sin darme los buenos días antes? —protesta frunciendo el ceño.

Esbozo una tímida sonrisa y vuelvo a colarme bajo las sábanas hasta pegar mi cuerpo al suyo.

—Buenos días —musito perdiéndome en la profundidad y negrura de sus ojos y, a continuación, le deposito un  beso en la punta de la nariz. Es un beso rápido y pequeño, pero que expresa el millón de emociones que me genera con tan sólo su presencia.

—¿Qué mierda de buenos días son esos? —sermonea en voz baja y rasgada por la ronquera—. Quiero mi beso de buenos días. Uno de verdad.

Me remuevo entre las sábanas soltando una risita tonta, hasta salir de la cama y ponerme en pie. Me hace mucha gracias que se queje como un niño pequeño, pero tengo que ponerme en marcha ya mismo o no llegaré a tiempo a la oficina y no me puedo permitir el lujo de llegar tarde hoy. Esta semana empieza toda la campaña de lanzamiento de los relojes Möss y tengo una reunión importante con el equipo de marketing esta misma mañana. Llegar tarde a eso sería una irresponsabilidad muy grande por mi parte. Ni quiero imaginarme la reacción de mi padre si se llega a enterar que dejé esperando a todo el equipo de marketing.

Vuelve a mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora