Olivia me obedece y se retira lentamente dejándome a solas a con mi padre. Durante unos segundos, ambos nos contemplamos en silencio, yo mirándolo con todo el rencor almacenado durante estos últimos dieciochos años de mi existencia y él observándome con su característica expresión vanidosa. Nada bueno trama. Mi padre es de esas personas que no da puntada sin hilo y cuando me mira así, sé que es porque va a intentar someterme a su voluntad como siempre ha pretendido hacer.
No he sido un chico rebelde. Al menos no de la forma en la que él me ha calificado siempre o como a él le ha gustado mostrarle frente a los demás. Simplemente he sido un chico con sueños y aspiraciones propias, un muchacho de ideas claras en total discrepancia con los ideales retrógrados y conservadores que él ha intentado siempre inculcarnos a Neal y a mí.
Según él, un hombre no baila, no llora, no se emociona, no muestra sus sentimientos ni en público ni en privado... y yo, desde pequeño, he sido un amante del baile, un niño al que le gustaba expresar sus sentimientos a través de la danza y mi padre me ha crucificado cruelmente por ello. Me obligo a hacer las cosas a su manera y cuando no obedecía, los golpes eran los que, según él, "me harían entrar en razón", porque bailar era de "maricones". He conocido la correa de su cinturón más veces de las que me gustaría admitir y he llorado desconsoladamente en la soledad de mi habitación en muchas ocasiones, con una madre y un hermano que jamás dieron la cara por mí. Mi madre por no enfrentarse a mi padre y contradecirlo, y mi hermano por ser un maldito cobarde. Una familia que siempre me dio la espalda, excepto mi abuela Su. Ella fue la única que me sacó un poco de esa miseria.
Este hombre frente a mí me doblegó a sus normas hasta que me cansé de vivir así y me fui de casa buscándome la vida por mi propia cuenta. No me dejó otra opción. No estaba viviendo la vida con libertad. Estaba recluido en la prisión de sus condiciones.
Cuando me marché de casa, Cody y Alan se convirtieron en mi nueva familia y el baile erótico en mi único medio de vida. No es el mejor trabajo del mundo, soy consciente de ello, pero pagan bien y es lo más cerca del baile que puedo estar. Además, soy de esas personas a las que le gusta conseguir las cosas con el sudor de su frente. Ya hace un año que me largué de casa y no me arrepiento de nada.
Según mi padre, soy una vergüenza para los Franklin, una rata, un marica bailarín, un puto o prostituto del vicio, la mierda que toda familia esconde bajo la alfombra y la mancha oxidada en su intachable expediente de éxito profesional y hombre ejemplar.
Si solo la gente alcanzase a ver lo que yo he visto de puertas para adentro...
—¿Así que los rumores son ciertos? —me pregunta guardándose el pañuelo de tela blanca en el bolsillo de su pantalón.
Sin darme cuenta, estoy apretando los dientes al punto de que me duele la mandíbula.
—No hay nada de cierto en esos rumores —le espeto con dureza.
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Vuelve a mi camino
Romance(LIBRO 3) Han pasado cinco años desde que Tyler, el primer amor de Olivia Dallas, se subió a un coche y despareció literalmente de su vida, esfumándose como si jamás hubiese existido. Todo sucedió de forma tan repentina, que a ella no le dio tiempo...