5. Olivia - Desahogando las penas

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El taxista estaciona el vehículo justo frente al portal del edificio donde vive mi amiga Jess

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El taxista estaciona el vehículo justo frente al portal del edificio donde vive mi amiga Jess. Le pago al conductor con un billete de cincuenta dólares, y al salir del coche, descubro que hace demasiado frío para la poca ropa que llevo puesta. El vestido rojo que un día me pareció increíble y atrevido, ahora me parece el trapo más horrible del mundo. Creo que nunca más volveré a ponerme este vestido, aunque me costó una fortuna.

Inclino la cabeza hacia atrás para ver la altura del imponente edificio acristalado donde vive mi amiga y la brisa nocturna se desliza sobre mi piel y me provoca escalofríos. Cruzo los brazos por encima de mi pecho y atravieso la calle tiritando de frío, hasta alcanzar la puerta de acceso al edificio situada en el número ochenta de Columbus Circle.

Mi amiga Jess vive en un pequeño apartamento de lujo con su prometido Brendan y de impresionantes vistas hacia el sur de la ciudad, desde donde se pueden apreciar la Estatua de la Libertad y el río Hudson. Toda una ubicación privilegiada.

Toco el timbre y mi amiga me abre la puerta de inmediato. Sabe que venía hacia su casa, porque la avisé de camino aquí con un escueto mensaje de móvil que seguramente la habrá dejado más preocupada que otra cosa, pero no quería darle más detalles o explicaciones por teléfono.

Cuando subo al ascensor, me giro y me miro en el enorme espejo que tengo detrás de mí. Vale que la luz de los ascensores suele ser tétrica y poco favorecedora, pero menudo reflejo más horrible me devuelve esta vez el espejito.

¡Qué pinta!

Ya no hay rastro de esa Olivia que se había vestido sexy y se había puesto bonita para esta noche. Ahora mismo doy bastante pena y si llego a quedarme más tiempo así en la calle, seguro que se habría parado algún coche confundiéndome con una prostituta o yo que sé... con una adicta al crack. Tengo la piel apagada, el rímel corrido, la sombra de ojos emborronada, los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y el pelo como si me hubiese peleado con un oso.

Dejo escapar un hondo suspiro y me quito las sandalias que me están matando. Mis pies descalzos y mis dedos hinchados como morcillas pisan el frío mármol del suelo y agradezco la sensación de alivio y frescor que experimento en ellos.

Cuando se abren las puertas del ascensor, mi amiga Jess me espera en el rellano, vestida con un horrendo pijama de leopardo y el pelo castaño recogido en un moño alto y deshilachado. Parece sorprendida y bastante preocupada al verme.

—Oli... —susurra mi nombre y corre a mi encuentro cuando ve que estoy a punto de derrumbarme emocionalmente frente a la puerta del ascensor—. ¿Qué ha pasado?

Me abraza y me aprieta contra su cuerpo mullido y cálido y a mí solo entran ganas de llorar otra vez. Tengo la sensación de que esta noche he llorado más que nunca, incluso más que cuando Tyler se marchó y me dejó sola. Siento como al escuchar la voz de mi amiga, las lágrimas inundan mis ojos sin que pueda frenarlas y mis hombros se hunden ligeramente hacia adelante. Creo que estoy demasiado susceptible en este momento y cualquier palabra o gesto, siento que me harán caer.

Vuelve a mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora