XVII - El Paso de la Muerte

451 58 92
                                    

¡Oh, grande y poderoso Thal!

Dios del cielo, creador del firmamento

Recibe a tu hijo en tu reino

Guárdalo eternamente en tu memoria,

Recíbelo en tu munificencia y en tu gloria.

No permitas que su alma se pierda

Cobíjalo en tu santidad y cuídalo en tu amor infinito

Perdona sus pecados, condona sus delitos

Eterno en gracia tú eres ¡El más justo! ¡El generoso!

¡El que en el libro de la vida mantendrá mi nombre escrito!

...La despedida de Gianelo fue triste, dolorosa y lamentablemente poco apropiada para el gran hombre que había llegado a ser. Habían logrado derribar al dragón, mas este había escapado a último momento y tras tres días de tortuosa cabalgata por fin habían logrado hallar un lugar seguro donde ocultarse camino a las montañas. Se habían refugiado en una enorme caverna a la espera de que las cosas amainen, era evidente que aquel mago al que habían tenido la osadía de enfrentar había enviado partidas de goblins, y seguramente también de orcos y quien sabe de qué otras posibles criaturas que tuviera bajo su control, tras su persecución esa vez. Estuvieron ocultos en aquel lugar casi dos días según sus cálculos y habían despedido las cenizas del príncipe Gianelo en una sencilla, pero sentida ceremonia guiada por el mago. Gianelo había sido un buen guerrero, un muy buen compañero de viaje y seguramente hubiera sido un gran rey, que como último heredero legítimo del trono de Flemister su partida evidentemente se transformaría en motivo de disputas si es que el reino aún estaba en pie cuando regresaran. Ewolo jamás había querido que Gianelo fuera rey, lo consideraba demasiado blando, emocional y falto de carácter como para terminar manejando aquel reino que tanto le había costado construir, sus esperanzas de un heredero siempre habían recaído en sus hijos mayores, los que al caer bajo el fuego del Gran Terror en Rostiana habían sepultado sus esperanzas definitivamente de lo que él llamaba un digno sucesor. Gianelo como legítimo heredero en la línea de sangre había intentado revertir desesperadamente aquella impresión que tenía su padre de él, casi obligándolo a que lo eligiera para emprender aquella peligrosa misión que involucraría a los mejores guerreros de la Tierra Conocida, pues aunque desconocía los detalles era evidente que en cuanto regresaran con toda la gloria su derecho al trono sería indiscutible, no obstante, sus sueños al igual que sus hermanos se habían reducido a cenizas de un solo plumazo bajo la poderosa llama de aquellos terribles reptiles. Los herederos de Flemister parecían condenados a aquella maldición, los que paradójicamente, al igual que toda la casta real del reino de Flemister utilizaban una anaranjada llama como escudo real.

Por otra parte, Tukmur, no queriendo abandonar la segura compañía de los valerosos héroes, se había mostrado tremendamente empeñoso por encajar en el grupo logrando ser rápidamente aceptado, ya que tras cocinar un par de conejos que consiguió de quien sabe dónde los guerreros quedaron maravillados de sus tremendos dotes culinarios. Estaban escasos de provisiones -la mayoría habían sido saqueadas por los goblins- por lo que agradecieron enormemente contar con un sabroso estofado caliente para llenar sus hambrientos estómagos. Fue en ese mismo instante también cuando Ereas había decidido utilizar aquel mágico polvo de las hadas con el moribundo Teddy.... y es que Teddy había sobrevivido casi de milagro, aunque ni los más prolijos cuidados ni la magia del mago lo salvarían esta vez, y en el improbable caso de que lo hiciera jamás volvería a caminar, vomitaba sangre y la obligatoria marcha hacia las montañas solo lo había empeorado, esperaban que muriera en algunas horas... hasta que Ereas compadecido intervino obligándole a probar un poco del sabroso caldo del estofado de Tukmur mezclándolo secretamente con el mágico polvo de las hadas... el guerrero se había levantado después de un par de horas totalmente renovado, casi radiante y aunque aún mantenía una enorme cicatriz con una cuenca vacía en el lado derecho de su rostro, tenía buen semblante. El enano fue el primero en correr a abrazarlo.

El Viaje De EreasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora