XI - Los Bosques Mágicos de Valahall (Pt.2)

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A la mañana siguiente los guerreros parecieron estar de mejor humor, aunque Orfen se mantuvo distante. Ereas había tenido guardia esa noche junto a Insgar y lo habían visto regresar un poco más tarde con mejor semblante... no había dicho palabra, limitándose a envolverse en su manta y dormir sin siquiera pegarles una mirada. El gorgo no pudo evitar preguntarse si el mago también había sido capaz de descifrar sus sentimientos hacia la princesa y aquella sola idea lo asustaba. Al parecer Eguaz, tal y como le había dicho una vez, sabía muchas cosas y muchas de ellas sin necesidad de que se las revelaran, era casi como si con solo la mirada supiese descifrar a las personas con una precisión inigualable y aquello le causaba un profundo respeto, mezclado a la vez con algo de temor. Un antiguo sabio había dicho "el conocimiento es poder" y aquel era un perfecto ejemplo de ello. Cosa extraña también le había resultado a Ereas ver dormir al mago por primera vez, Eguaz por lo general era el último en dormirse y el primero en estar en pie por las mañanas... y esa noche Ereas pudo verlo descansar, descubriendo que ni siquiera dormía como lo hacía la mayoría de las personas, el mago más bien parecía meditar profundamente y en la más absoluta quietud. No se recostaba, si no que permanecía sentado con las piernas cruzadas, la cabeza gacha y su báculo recostado sobre el hombro. Había permanecido en aquella posición toda la noche.

—¡Ereas! —lo llamó por la mañana, justo antes de partir— ¿Reconoces esto?

Ereas se quedó observando con detenimiento un largo pergamino de cuero lleno de indescriptibles runas, pudo reconocer que eran la misma clase de runas que había visto durante su estadía en Antímez.

—¿Idioma élfico? —preguntó titubeante.

—¡Exacto! —le respondió el mago— ¿Sabes qué significa cada uno de estos signos?

Ereas negó con la cabeza.

—Pues eso es lo que vas a comenzar a aprender a partir de ahora —le dijo con una sonrisa.

Los elfos al estar altamente conectados con el arte y sus diferentes expresiones habían desarrollado su propio y complejo idioma a través de los años, lo que los diferenciaba ampliamente de la mayoría de los humanos y enanos que prácticamente utilizaban el mismo lenguaje desde los comienzos de la civilización, aunque por supuesto con diversas variantes en el acento y expresiones, le llamaban el Lenguaje Antiguo, un lenguaje eficaz, pero que en comparación al Élfico resultaba tosco y falto de gracia. El lenguaje de los elfos se componía de símbolos rúnicos y era con ellos con los que tomaba forma su idioma, sin embargo poseían un universo tan grande de palabras y expresiones que para un humano era casi imposible aprender a hablarlo correctamente. Después de todo los elfos vivían muchos más años que un simple humano y ellos jamás compartían su lenguaje con nadie que no sea ellos mismos, ya que inteligentemente sabían lo útil que era esto en caso de guerra, negocios u otro tipo de conversaciones que no deseasen compartir con nadie más que no sea su propia raza... y precisamente era aquel idioma el que Ereas debía aprender. El mago le inicio en el Idioma Élfico tal como su maestro Peter le había enseñado a leer hacía muchos años atrás el Idioma Antiguo, empezando por el alfabeto. Por lo que con el pergamino en sus manos y la ayuda del mago comenzó a aplicarse en la nueva lección de inmediato, no obstante, le resultó más difícil de lo que imaginó. En un principio se lo atribuyó al evidente sueño que tenía por la vigilia que había hecho junto a Insgar, pero al final del día descubrió que más bien el problema era suyo, las runas le parecían casi todas iguales y muchas veces cuando lograba memorizar un conjunto de ellas descubría que ya había olvidado las anteriores que ya daba por aprendidas. Además muchos de los sonidos le parecían similares, al final de cuentas el idioma Antiguo se componía de tan solo veintisiete letras mientras que el Idioma Élfico de cuarenta y dos.

El Viaje De EreasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora