Callejón Diagon

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Un hipocampo acepto llevarme hasta Inglaterra. Llegar a Londres fue cuestión de unos pocos días y un poco de persuasión. Cuando por fin llegué a la gran ciudad del reloj camine directo a la dirección que me habían enviado por carta. Al llegar a la dichosa calle entre al bar, uno al cual parecía que nadie veía, y fui directa a la barra.

Desde allí pude ver a una señora tuerta beber un café, un café que se batía solo. Y más al fondo vi a un señor encapuchado leyendo un diario dónde las imágenes se movían. De unas escaleras que se encontraban al lado de la barra principal bajaron corriendo dos niños, una niña rubia y un niño de cabello castaño y bonitos ojos chocolate.
Mala idea pensar en chocolate, mis amigas se removieron inquietas debajo de mi turbante y reí nerviosa mientras fingía acomodarlo.

—Disculpe señor—llame al hombre detrás de la barra, un hombre alto, calvo y bizco—¿Dónde queda el callejón Diagon?

—¿Eres nueva brujita? Bien, está... ¡Señor Potter!— el calvo saludo con una enorme sonrisa a un señor con lentes redondos que se encontraba acompañado de varios niños.

—¡Hola!

—Señor Potter ¿Usted va al callejón?

—Asi es, el pequeño Teddy entrará a Hogwarts este año.

—¿Puede acompañar a esta brujita? Es nueva.

El posadero y el señor Potter me miraron con sonrisas enormes y tiernas, los niños me miraron curiosos.

—Hola. Soy Tina—me presente.

Conozco la historia del señor Potter. Y no creo que sea buena idea que él sepa quién es mi padre, ni que conozca mi apellido. Quizás quiera matarme. Después de todo, asesino a mi padre.

—Claro Tina. ¿Irás a Hogwarts?

Asentí mostrando mi carta.

—Que bien, si quieres puedes acompañarnos, visitaremos todas las tiendas a las necesites ir.

—Esta bien—acepte, aunque por dentro pensé que a la menor oportunidad escaparía.

Ya en el callejón había tanto tumulto que fue fácil perderlos de vista. Cambiar dinero muggle a dinero mágico fue fácil y rápido. Ahora solo debo buscar lo que necesito. Primero fui por el uniforme, luego por los libros, luego por todos los materiales que necesitaría como un caldero, pergamino y tinta. Aunque descarte la tinta y decidí comprar bolígrafos en una tienda normal.
Luego fui a la tienda de varitas donde un señor mayor con barba blanca muy larga me atendió. Comenzó a medir cada parte de mi cuerpo con una cinta métrica mágica, mientras me hacía preguntas y me contaba sobre el secreto de las varitas.

Por fin decidió ir a buscar unas cuantas para empezar a probarlas. Después de unos cuantos intentos fallidos dónde rompí ventanas, mate flores y queme la barba del señor hasta por la mitad, encontré la mía.
Apenas la tuve sobre mis manos sentí la conexión. Cómo una corriente eléctrica que subió por mis brazos, similar a la sensación de cuando juego con mis serpientes. La varita es de un verde claro, larga y algo flexible. Tiene una rama más oscura que la rodea como una enredadera hasta que llega a la punta, una punta afilada como una aguja gigante.

—Mmm interesante. Madera de manzano, núcleo de thestral y una base de escamas de serpientes. Muy poderosa, perfecta para transformación y encantamientos. ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Tina.

El señor se quedó mirándome, como si esperara algo más. Suspire y murmuré de mala gana.

—Ryddle. Tina Ryddle.

El señor no dijo nada, pero asintió para si mismo farfullando cosas que no comprendí. Me cobró la varita y luego salí.

 
Una vez tuve mi varita fui a por mi mascota.

La tienda de mascotas está repleta de lechuzas. Entiendo que las lechuzas sean las mascotas favoritas puesto que ellas son inteligentes, independientes y mensajeras. Pero hay otras criaturas que podrían ser geniales compañeros.


Rechace a las lechuzas de inmediato. Y ellas me rechazaron a mi. Camine por un pasillo con pesetas, donde hay ratones de todos los colores, insectos gigantes, sapos multicolor e iguanas.
Recorrí toda la tienda pero ninguna llamo mi atención, y los animales me aborrecen.
Pero entonces escuché el silbido. Un bajo silbido, el siseo de una serpiente. Cuando encuentro la peseta de dónde viene el sonido descubro una serpiente, no es grande como una pitón y tampoco es diminuta como serpiente de jardín. Sus escamas superiores son turquesas mientras que las inferiores van desde el naranja al rojo. Es hermosa e imponente.

 
¿Por qué tendrán una serpiente aquí?

—Hola amiguita ¿Cómo te llamas?—le pregunto. Ella alza su cabeza hasta que está al mismo nivel de mis ojos, sus pequeñas esferas negras fijas en mi con atención.

—No tengo nombre—sisea—y no soy tu amiguita.

—Huy que carácter.

—Puedo escuchar a mis primas lejanas debajo de tu turbante ¿Qué escondes bruja?

—Tengo secretos. Solo te los diré si aceptas ser mi mascota.

—¡Yo?¿Tu mascota? No eres digna de mi.

—Quizás no, pero al menos estarías libre. Yo no te dejaría en una jaula.

—Tentadora, muy tentadora oferta. Pero no estoy a la venta.

Apoyo mi mano contra el vidrio y le sonrió a mi futura amiga, aunque se niegue a llamarse así.

—Eso déjamelo a mí. Tu solo enróscate a mi brazo y no te separes de mi.

Me paro sobre las puntas de ambos pies para llegar a la superficie de la jaula. Quitó la traba y corro la tapa un poco, suficiente para que la serpiente escape. El, porque es macho, se eleva sobre si y poco a poco va saliendo de la pecera. Ofrezco mi brazo y siseando que solo lo hace para alejarse se enrosca en mi.

 
Flexionó el brazo contra mi pecho para que la criatura no se deslice hacia abajo y caiga.

—¿Te gusta Othan?

—¿Qué es eso?

—Tu nombre. ¿Cuál prefieres?¿Othan?¿Wells?¿Kar?

—¿Es lo mejor que puedes hacer?

—Que gruñón eres. Tienes un mal carácter. Te llamaré ogro. ¡No! Ya se. Serás Bestia.

—Me gusta.

—Claro que si. Vamos Bestia, es hora de pagar por ti.

—¿Luego me dirás el secreto que escondes en tu cabeza?

—Por supuesto, una vez seas mi mascota y estemos en un lugar seguro te diré todo lo que quieras.

—Escucha bruja, no estoy a la venta. Estoy aquí porque utilizan mis escamas para pociones. Las venden cada ve que cambio de piel.

—Pues ya no van a explotarte.

Camino hacia la vendedora. No la dejo hablar, dejo un puñado muy cuantioso de monedas en su mostrador y me marcho. Con la mala suerte de encontrarme con los niños que andaban con el señor Potter apenas me volteo.

Tenebrosa #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora