Monstruos al ataque, Yolanda se entera de la verdad pt 1

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Monstruos al ataque, Yolanda se entera de la verdad pt 1

—¿Esto es de lo que no podías hablarme?—preguntó Yolanda con enfado claro en su voz—Este...¿Qué este otro mundo existía y que eres parte de él? ¿Qué es?¿Cuantas mentiras me has dicho?¿Quienes son tus padres?¿Quien eres realmente?

—Soy la hija de Medusa, la mismísima gorgona de los mitos. Es real y mi madre. Soy un monstruo Yolanda. Una diosa me maldijo por simplemente existir. Entró en la misma categoría que esos bastardos que intentaron comérselos. No puedo morir a menos que me apuñalen con un arma especial que solo ellos, los hijos de los dioses pueden empuñar. Lo que quiero decir es que soy inmortal. Desde que tengo memoria han intentando matarme por una u otra razón y sobreviví matando por igual.

Respire profundo para calmar mi agitación. Las lagrimas ardían en mis ojos queriendo ser derramadas, pero las contuve. No quiero que mi rostro se manche de sangre.

—¿Querías saber por que te ocultaba? Lamento haberte mentido todo este tiempo, pero realmente, realmente no quería perder a mi única amiga. Y.. y toda esta locura empezó porque quiero evitar convertirme en uno de esos repugnantes seres. 

¿Cómo llegamos a esta situación?

Ah si.., por culpa de esos bastardos.


***


Hace un par de horas antes

Pasamos la noche sin ningún incidente. Y a primeras horas de la mañana me desperté lista para lanzar a las bombas fuera de mi vida y de la de mi amiga. Pero Yolanda no estaba de acuerdo. Les preparó un suntuoso desayuno y les pregunto qué les gustaría para almorzar.

Al parecer quería que se quedarán hasta el último segundo antes de que partieran al aeropuerto. Acepte todo porque llegue a la conclusión de que las barreras anti-muggles que protegen al callejón diagon de alguna forma también funcionan contra los monstruos mitológicos.

Sin embargo no pude detener el entusiasmo de mi amiga de salir al afuera. No es propio de Yolanda pasar toda la navidad encerrada entre cuatro paredes. No, las fiestas alocadas y reuniones familiares ruidosas van más con ella. Quizás se arrepiente de no haber pasado la Navidad con su familia después de todo. No es que yo sea una compañía satisfactoria para un alma alocada y fiestera como ella.

Mmm... ¿debería invitar a su amigo especial? Se lo preguntare en cuanto dejemos a estos chicos en el aeropuerto.

Yolanda insistió en salir y llevar a Alía y Liam personalmente al aeropuerto. Al parecer  los dos y tres años de diferencia de edad despertó su instinto protector o su mente los confundió con niños pequeños que no saben cuidarse. Y con la excusa de que ellos no son locales y pueden perderse, me arrastró con los semidioses a buscar un taxi para llevarlos al centro de aviones.

Ahora me pregunto ¿Ares y Apolo están en buenas con Zeus recientemente? Porque hay de ellos si sus padres ofendieron al Dios de los cielos. Aunque...

No es como si eso me incuba.

Salimos del callejón Diagon hacia la ciudad de Londres. Tardamos un rato, pero pudimos detener un taxi vacío. Subimos, yo en la delantera, pidiéndole al chofer que nos llevará a nuestro destino. Yolanda me regaño por ser brusca con el pobre hombre que no tenía nada que ver con mi malhumor.

Yolanda conversó animadamente con Alía sobre un grupo musical muggle del que no conozco. Cuando sentí que algo no estaba bien. Mire por la ventanilla y estábamos casi a las afueras de la ciudad en la autopista. Sin embargo, no íbamos camino al aeropuerto. Me gire para detener al chofer cuando una vieja con un ojo me miro. Dos cabezas arrugadas como pasas de uvas voltearon hacia nosotros, repentinamente apareciendo al lado del conductor. La anciana que sujeta el volante parpadeo lo que creo que fue un giño y piso el acelerador.

Oh diablos.

—¡¿Que sucede?!—gritaron en la parte de atrás.

No conteste. ¿Cuántas probabilidades teníamos de que el chofer fuera una de las tres viejas locas? 0. Cero probabilidades. Además ¿No se supone que el taxi infernal solo aparece cuando es invocado?

Salimos de la autopista y nos internamos en la ciudad. Atrás era un caos, cuando los semidioses descubrieron la verdadera identidad del chofer perdieron todo rastro de calor en sus rostros. Yolanda era la única que seguía alterada por el brusco cambio.

—La misión de ellos aún no ha acabado—dijo la anciana que conducía con su voz desgastada y chillona.

El auto frenó y nos estrellamos con lo que teníamos enfrente, en mi caso el tablero y el vidrio. Luego las puertas se abrieron por si solas y los asientos nos empujaron afuera. Si, lo asientos. Y cuando nuestros traseros besaron el suelo el taxi salió disparado hacia quien sabe donde con las puertas aún abiertas. Una se estrelló contra un poste y salió volando más allá de mi vista.

—¡¿QUE DIABLOS ESTA PASANDO?!—Grito Yolanda levantándose del suelo enfurecida.

Por mi parte miré a mi alrededor intentando descubrir donde hades fuimos a parar. Estábamos en un barrio tranquilo, en lo que parece ser una de esas esquinas que se dejan al aire libre y construyen juegos para los niños del barrio.

Había demasiado silencio y para ser un lugar usualmente concurrido, estaba muy vacío. Es más, solo estábamos nosotros cuatro y un grupo de universitarios. No fui la unica que noto que algo estaba mal. 

Alía y Liam rodearon a Yolanda, un detalle que agradecí.

Respire profundo y el hediondo olor a perro mojado casi me deja sin olfato.

—Mierda—escupí, sintiendo que el asqueroso olor me va a perseguir hasta mas allá del mas allá.

¿De dónde viene ese fuerte olor a perro mojado?

Mire a los únicos a parte de nosotros, el grupo de universitarios, encontrándome con los ojos hundidos de uno de ellos. El viento soplo, arrastrando la capucha que cubría la cabeza del universitario. Dos orejas triangulares saltaron sobre su cabeza, negras y peludas y definitivamente no humanas. 

La niebla alrededor de su rostro se disipó. Debajo de los ojos hundidos apareció un hocico gris y peludo, debajo una hilera de dientes puntiagudos y una lengua larga salió afuera de su boca jadeando.

Que asco. Telquines.

—¿Q-que e-es eso?—tartamudo Yolanda.

Saque mi vista de los hombres perro y mire a Yolanda quien tenía los ojos clavados en los universitarios. Y no se veía complacida por las vistas. Más bien...aterrorizada.

Maldije a esos dos semidioses y el buen corazón de mi amiga muchas veces. Pero lo importante en ese momento es acabar con los perros carnívoros antes de que estos se lanzaran sobre mi amiga. No es como si me interesara salvar a los semidioses, en primer lugar estamos en problemas por su culpa. Pero los perros fueron atraídos por su aroma y no se pondrán a pensar que uno de ellos no es un mestizo. Los devoraran a los tres por igual.

¿Cuánta mala suerte acumulada tenemos de entrar al taxi de una de las viejas locas y que la muy jodida nos echara en frente de una manada de hombres-perro?



Tenebrosa #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora