Capítulo II

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Por un momento Jane trató de mirarse en los ojos de Alexa.

-Ya lo sé -dijo estremeciéndose-. Tengo mal aspecto.

-Te quedas corta, querida. Estás demacrada y triste y muy enferma -le pasó una mano por el brazo-. Ven y cuéntame todo mientras tomamos algo.

Jane se encontró de pronto riendo de nuevo. Pensó que ese era el tipo de lenguaje que Chris detestaba y que hizo a Alexa persona non grata en su hogar. Hacía dos años que Chris le había prohibido ver a su amiga y sólo en ese momento se dio cuenta de cuánto la había extrañado.

-Conozco un lugar aquí a la vuelta.

Así era Alexa. Nadie conocía como ella los «lugares» de Londres. Fueron allí y en cuanto entraron, Alexa llamó al camarero y pidió unas bebidas. Poco después, levantaba su copa y brindaba «por la vida en todos sus sentidos».

Jane recordó que antes de la boda, su amiga le dijo:

-¿Dejar el teatro? Estás loca.

Y se oyó murmurar soñadora:

-La vida ofrece gran variedad de papeles.

Alexa la estudió de nuevo de pies a cabeza por encima del borde de su copa.

-Vamos, escupe, ¿Cómo logró Chris convertirte en esto?

-No es culpa de Chris -exclamó Jane y se humedeció los labios. Tenía que decirlo-. Tuve un aborto hace seis meses -lo dijo a toda prisa porque si lo hacía con lentitud se pondría a llorar.

-¡Oh, lo siento! ¡Pobre Jane, qué mala suerte! -hizo una seña al camarero y éste se acercó. Jane terminó su bebida y aceptó otra.

Alexa siempre fue el tipo de persona vivaz y brillante necesaria para animar una fiesta. Alta, muy delgada, con cabello negro y corto, peinado en rizos que rodeaban su rostro de mejillas hundidas, magnetizaba a las personas y aunque hablaba rápido y era graciosa y vivaracha sabía escuchar y hacer que la gente le contara sus más íntimos secretos.

Jane debió haber recordado la habilidad de Alexa para sacarle a uno los pensamientos más íntimos. Después de tres copas, le había contado toda su amarga historia.

-Fuimos felices el primer año. Fue perfecto. Teníamos una intensa vida social, pero también éramos felices estando solos y nos pasábamos los días dando los toques finales a nuestra casa. Chris sabía lo que quería. Tenía la visión del hogar perfecto, muy tranquilo, muy elegante. Y así es, Alexa, tienes que verlo.

-Esperaré a que me inviten -dijo con acritud porque sabía que no le era simpática a Chris. Fue una de las amistades que quiso que Jane dejara. La consideraba inculta, un poco vulgar y por lo tanto, indigna de contarse entre sus amistades.

Jane miró su vaso, movió el contenido con el dedo meñique y se lo llevó a la boca. Chris criticaba esa costumbre, así que instintivamente dejó de hacerlo.

-Pero comenzó a trabajar para conseguir mejorar su prestigio entre los abogados y eso significaba que cada vez pasaba menos tiempo en casa. Me llamaba todas las noches desde los juzgados, pero yo no podía ir con él, era aburrido y además, conmigo allí, no se podía concentrar. Así que decidí tener un... -se detuvo y se mordió el labio inferior -. Un hijo.

-Buena idea.

-Chris no lo creyó así. No quería hijos. Dijo que tal vez más adelante pero no en ese momento, porque desorganizarían todo -hablaba con rapidez, con frases cortadas y era la primera vez que se lo contaba a alguien. Respiró profundamente-. Pero yo quedé encinta -dijo con voz profunda.

Celos que matan | Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora