Por un momento Jane trató de mirarse en los ojos de Alexa.
-Ya lo sé -dijo estremeciéndose-. Tengo mal aspecto.
-Te quedas corta, querida. Estás demacrada y triste y muy enferma -le pasó una mano por el brazo-. Ven y cuéntame todo mientras tomamos algo.
Jane se encontró de pronto riendo de nuevo. Pensó que ese era el tipo de lenguaje que Chris detestaba y que hizo a Alexa persona non grata en su hogar. Hacía dos años que Chris le había prohibido ver a su amiga y sólo en ese momento se dio cuenta de cuánto la había extrañado.
-Conozco un lugar aquí a la vuelta.
Así era Alexa. Nadie conocía como ella los «lugares» de Londres. Fueron allí y en cuanto entraron, Alexa llamó al camarero y pidió unas bebidas. Poco después, levantaba su copa y brindaba «por la vida en todos sus sentidos».
Jane recordó que antes de la boda, su amiga le dijo:
-¿Dejar el teatro? Estás loca.
Y se oyó murmurar soñadora:
-La vida ofrece gran variedad de papeles.
Alexa la estudió de nuevo de pies a cabeza por encima del borde de su copa.
-Vamos, escupe, ¿Cómo logró Chris convertirte en esto?
-No es culpa de Chris -exclamó Jane y se humedeció los labios. Tenía que decirlo-. Tuve un aborto hace seis meses -lo dijo a toda prisa porque si lo hacía con lentitud se pondría a llorar.
-¡Oh, lo siento! ¡Pobre Jane, qué mala suerte! -hizo una seña al camarero y éste se acercó. Jane terminó su bebida y aceptó otra.
Alexa siempre fue el tipo de persona vivaz y brillante necesaria para animar una fiesta. Alta, muy delgada, con cabello negro y corto, peinado en rizos que rodeaban su rostro de mejillas hundidas, magnetizaba a las personas y aunque hablaba rápido y era graciosa y vivaracha sabía escuchar y hacer que la gente le contara sus más íntimos secretos.
Jane debió haber recordado la habilidad de Alexa para sacarle a uno los pensamientos más íntimos. Después de tres copas, le había contado toda su amarga historia.
-Fuimos felices el primer año. Fue perfecto. Teníamos una intensa vida social, pero también éramos felices estando solos y nos pasábamos los días dando los toques finales a nuestra casa. Chris sabía lo que quería. Tenía la visión del hogar perfecto, muy tranquilo, muy elegante. Y así es, Alexa, tienes que verlo.
-Esperaré a que me inviten -dijo con acritud porque sabía que no le era simpática a Chris. Fue una de las amistades que quiso que Jane dejara. La consideraba inculta, un poco vulgar y por lo tanto, indigna de contarse entre sus amistades.
Jane miró su vaso, movió el contenido con el dedo meñique y se lo llevó a la boca. Chris criticaba esa costumbre, así que instintivamente dejó de hacerlo.
-Pero comenzó a trabajar para conseguir mejorar su prestigio entre los abogados y eso significaba que cada vez pasaba menos tiempo en casa. Me llamaba todas las noches desde los juzgados, pero yo no podía ir con él, era aburrido y además, conmigo allí, no se podía concentrar. Así que decidí tener un... -se detuvo y se mordió el labio inferior -. Un hijo.
-Buena idea.
-Chris no lo creyó así. No quería hijos. Dijo que tal vez más adelante pero no en ese momento, porque desorganizarían todo -hablaba con rapidez, con frases cortadas y era la primera vez que se lo contaba a alguien. Respiró profundamente-. Pero yo quedé encinta -dijo con voz profunda.
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Celos que matan | Chris Evans
Romansa¿Cómo era posible que la pasión compartida en los primeros meses de su matrimonio se convirtiera de pronto en un frío resentimiento? Poco tiempo después del matrimonio, Jane Lowell y Christopher Evans comenzaron a tener serios problemas. Tal vez nun...