Capítulo XV

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—Todo está bien —la tranquilizó Chris—. Soy yo.

—¿Por qué te ocultabas? ¡Me asustaste! —exclamó sobresaltada.

—No quería hacerlo —dijo sombrío—. Por eso me mantenía fuera de tu vista.

—¿Qué haces aquí?

—Te observaba.

Los ojos se encontraron a través de las sombras.

—¿Porqué saliste? —le preguntó él, acercándose.

—Quería tomar un poco de aire y pensar.

—¿Acerca de qué? —lo tuvo a su lado y se sintió pequeña junto a esa figura gruesa. Contuvo la respiración—. No te preocupes —dijo con amargura—. No pienso forzarte como aquella vez.

—Eso es un alivio —dijo ella en tono agresivo.

Luego, él metió las manos a los bolsillos y enderezó los hombros.

—Jane, lo siento. Hubiera deseado no haber hecho eso.

—Yo también, lo hubiera deseado.

—Sí... Pero tú me provocaste a hacerlo, ¿te das cuenta? No soy de piedra.

—¿No lo eres? Creí que sí.

Levantó la cabeza y los ojos grises la miraban con emoción.

—¿Tenías que decirme lo de Williams? ¿Crees que el temor de que regresara no estuvo en mi mente durante años? Era como estar sobre la vía del tren viendo cómo se acercaba el ferrocarril e incapaz de detener lo que sabías que sucedería.

Antes, lo hubiera desmentido, alegando que jamás había considerado a Tom como otra cosa que un amigo, pero ahora no, no después de esa noche. Tom le demostró que también había estado equivocada acerca de él. Estaba desorientada sobre todo y todos. Jamás supo lo que realmente sentía y aun ahora estaba confundida por el enredo de sus emociones.

Su silencio puso tenso a Chris y se la quedó mirando. Ella levantó la vista y dijo en voz baja:

—¿Tendrías problemas si ahora me divorciara de ti, verdad? Un divorcio pondría un punto negro en el futuro de tu brillante carrera.

—Es posible, pero imagino que lo solucionaría.

—Sin embargo, sería mejor esperar —dijo tratando de leer su mente pero ¿lo había logrado alguna vez? Jamás adivinó que estaba celoso de Tom y sin embargo, ahora estaba segura de que lo estuvo durante todo el tiempo de su matrimonio y que se lo ocultó.

Él la observaba inquisitivamente.

—Linda te dijo algo —siempre había sido demasiado rápido para ella; le leía los pensamientos antes de que ella misma los supiera.

—Debió ocurrírseme a mí.

—¡Linda no tenía derecho!

—Tenía todo el derecho. Trabaja contigo, sabe el efecto que puede causar un divorcio.

—Hoy en día no es un crimen.

—Sin embargo, no se aplaude —ella le miró y sonrió—. No cuando se trata de jueces.

Sorprendentemente, Chris también sonrió.

—No cuando se trata de jueces —aceptó.

—Y tú quieres ser juez.

—Me lo propongo al menos.

Jane se estremeció al sentir una ráfaga de viento helado y él le puso una mano sobre su hombro.

Celos que matan | Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora