Capítulo V

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Jane vació los ceniceros, recogió un montón de vasos sucios y se dirigió a la cocina a lavarlos. Un hombre joven con pantalones de pana y suéter blanco, la siguió.

—¿Necesita ayuda?

—Gracias —contestó sonriendo.

Trabajaron un rato juntos.

—¿Actriz? —dijo mirándola de arriba abajo.

—No —contestó ligeramente desconsolada.

—¿Amiga de Alexa? —usó cara de sorpresa. Alexa no conocía a nadie fuera de ese ambiente.

—¡Sí!

—¿Modelo? —ella sonrió moviendo la cabeza–. Deberías serlo —dijo con tono insinuante—. Probablemente puedes tener mucho éxito. ¿Quiere algunas presentaciones? Podría conseguirte trabajo.

Jane lo miró con frialdad.

—No, gracias, soy casada.

Él se echó para atrás como si lo hubiera abofeteado.

—Bueno, encantado de servirte en cualquier momento —desapareció como si temiera por su vida y ella sonrió para sus adentros. Pensó que el muchacho trató de usar el viejo truco del empleo y pensó que hacía mucho tiempo que alguien había intentado conseguir una cita con ella con el mismo pretexto. Era divertido.

Alexa entró y le hizo una mueca.

—Deja de esconderte aquí y únete al resto... viniste a divertirte, no a trabajar.

Jane se dejó llevar de nuevo a donde estaban todos y le sonrió a la gente, habló y escuchó hablar de teatro. En un momento dado se encontró espalda con espalda con Tom. Se tocaron y giraron para verse. Él le hizo un guiño. La rubia seguía colgada de su brazo y él no hacía ningún esfuerzo para zafarse. Los ojos de Jane contemplaron a ambos y sonrió antes de apartarse.

Comenzó a sentir que jamás se había ido. Al principio le fue difícil poner a un lado el recuerdo de Chris con otra mujer en los brazos, pero ahora lo hacía sin esfuerzo. Cada vez que el pequeño cuadro surgía en su cabeza, lo apartaba y sonreía más.

La fiesta comenzó a desanimarse a las dos. La gente se iba, el aire aclaró y la música se oyó más suave. Unos cuantos invitados bailaban adormilados ahora que había lugar para moverse. Tom se apartó de la rubia y se le acercó.

—¿Bailamos?

Ella lo miró sorprendida, notó que la rubia la miraba sin disimular los celos.

—No quiero que me saquen los ojos. Regresa con Rizos de Oro.

Tom no contestó. Le rodeó la cintura con un brazo y la empujó. Ella lo siguió alrededor del cuarto con la mano sobre el hombro. Él puso la mejilla sobre el cabello femenino.

—Alexa me ha dicho que tu matrimonio está a punto de naufragar.

Jane se puso rígida, se tropezó.

—No tiene ningún derecho...

Él la miró serio, a los ojos.

—Alexa y yo somos tus amigos más antiguos. Tiene todo el derecho. Estamos preocupados.

—¡No es asunto de ustedes! —el dolor hizo que su voz pareciera brusca.

—Por lo que Alexa me dijo, Christopher Evans es un desgraciado.

—No debí decirle nada. No creí que le contaría a todo el mundo lo que le dije —Tom le apretó el brazo y la lastimó.

—¿Tratas de insultarme, Jane?

Celos que matan | Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora