—Llegarás tarde —dijo Jane mirando la esfera del reloj de la cocina.
Chris levantó la cabeza y la miró por encima del The Times.
—Me iré dentro de cinco minutos —dijo usando el mismo tono de voz tajante que había empleado en los últimos meses.
Ella prefirió no discutir. Regresó a la cocina y se entretuvo fregando los cacharros del desayuno y poniendo todo en orden. Oyó los pasos en el suelo de mármol y puso la cara para que la besara. Los fríos ojos azules la estudiaron cuando le rozó la mejilla con los labios con un gesto mecánico.
—No soporto ese vestido. No te favorece. ¿Por qué no vas hoy a Londres y te compras ropa nueva?
—Muy bien —contestó mirándole inexpresiva.
—No fue una orden, sólo una sugerencia. Tal vez te alegre ir de compras. Dios sabe que te hace falta. Estoy harto de verte andar por la casa como un fantasma. Hasta vistes como tal —sonrió un poco burlón—. Supongo que eso se debe a la actriz que hay en ti todavía.
Eso le tocó una fibra sensible y palideció. Desvió la mirada.
—¡Qué diablos! —murmuró él y se fue.
Después de seis meses, las cosas deberían estar mejor, pero a medida que pasaba el tiempo empeoraban: Vivían juntos como dos extraños, apenas si hablaban al encontrarse solos. Algunas veces ella despertaba por la noche y al darse cuenta de que estaba sola, los ojos se le llenaban de lágrimas. Durante esas horas era cuando se sentía más herida.
Hace seis meses jamás hubiera imaginado los terrores que podía traer consigo la noche. Al principio el médico le recetó pastillas para dormir y la ayudaron bastante, pero al mes Chris insistió en que las dejara de tomar. Dijo que no quería que dependiera de ellas. El médico estuvo de acuerdo con él y ella jamás le confesó a ninguno de los dos que nunca pudo volver a dormir una noche entera desde entonces. A veces se dormía enseguida para despertar en la madrugada sudorosa y llorando. Algunas veces se quedaba despierta hora tras hora, para dormirse al amanecer, agotada y con pesadillas. Interrumpió sus pensamientos para comenzar el trabajo del día aunque tenía poco que hacer, ya que Chris insistía en tener una asistenta diaria para hacer la limpieza de la pequeña y elegante casa de estilo georgiano. Mientras echaba una ojeada por la sala, sus ojos se fijaron en la fotografía del día de su boda que se exhibía en la consola. Allí estaba Chris, fuerte y sonriente, sus facciones eran duras y sus ojos claros y de mirada inteligente.
Su primer encuentro fue casual. Literalmente chocó con él y se cayó al suelo a causa del encontronazo. Lo que no fue casual fue que Chris la siguiera. La invitó a salir y ella aceptó. Al encontrarse con sus ojos azules sintió que una chispa saltaba entre ellos pero aún entonces supo que pertenecían a mundos diferentes. Tenía doce años más que ella, era abogado, su mundo eran los juzgados. Era un intelectual brillante e inteligente. Durante la primera cita, la cautivó con su ingenio y la sorprendió con las preguntas que le hizo acerca de ella. La velada pasó como un sueño; ella contó la historia de su vida y Chris escuchó y observó su enrojecida y sonriente cara, desde los ojos azules hasta el abundante cabello castaño, para después detenerse en la boca. La besó esa misma noche y la emocionó. No era su primer beso, pero lo parecía por el efecto que le hizo. Tembló como una hoja, su corazón latió apresuradamente y Chris la estudió con ojos penetrantes como para valorar su reacción. Jane recordaba que se quedó mirando las largas y bien cuidadas manos cuando tomó su sonrojado rostro. Con timidez le miró a los ojos y acarició la dura línea de la boca. Le sintió estremecer cuando él se inclinó para besarla de nuevo y ella cerrando los ojos, le rodeó el cuello con los brazos.
Sabía por lógica que no simpatizarían. Eran personas muy diferentes, ella apasionada, Chris frío y reservado. No tenían nada en común. Ni aventura, intriga y pasión.
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Celos que matan | Chris Evans
Romance¿Cómo era posible que la pasión compartida en los primeros meses de su matrimonio se convirtiera de pronto en un frío resentimiento? Poco tiempo después del matrimonio, Jane Lowell y Christopher Evans comenzaron a tener serios problemas. Tal vez nun...