Prólogo

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Cevale, dos semanas  antes

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Cevale, dos semanas  antes

La luna estaba en su apogeo, de esas ocasiones en las que se encuentra lo más cerca de la tierra posible.

En si, la noche era hermosa pero oscura y solitaria. El bar Mystic yacía más vacío que de costumbre, el letrero de color rojo neón que adornaba el local iluminaba toda la calle abajo, creando una ilusión rojiza y atemorizante, haciendo justicia a la expresión "De mala muerte". Solo se oían las solitarias pisadas de mis zapatos contra el pavimento.

Una vez dentro el ambiente en madera y el olor a cerveza derramada me recibieron, paños descoloridos y un leve aroma a vomito que me hizo arrugar el rostro. Sin duda no era nada parecido a lo que yo frecuentaba.

A pesar de mi porte en ocasiones descuidado, era muy selectivo, prefería el vino y los sitios más privados.

La imagen de un viejo, de larga barba blanca y desarreglada me dio de lleno, debía ser el cantinero ya que estaba sirviéndole a un hombre, este era corpulento, llevaba una camisa de franela a cuadros, típica de leñador y unos jeans gastados casi grises, esos que tal vez algún día fueron negros.

–¿Que te sirvo? –Me dice el viejo, entonces el hombre que no me sintió acercarme, mira por sobre su hombro.

Una vez estuve a su lado pude ver como se encuadra, alerta.

–Lo mismo que él. –Digo señalándolo.

El cantinero asiente y nos da la espalda para llenar la jarrita de vidrio con cerveza. Aprovecho para tomar asiento en el taburete deshilachado y cruzo los brazos en la barra marrón. Arrepintiéndome por la sensación pegostosa en mi brazo.

La bebida es puesta frente a mí para que luego el viejo se concentre en el programa que transmiten en una vieja tv.

Y es cuando hablo: –El creador lo sabe todo, ha emitido una orden para tu captura a la legión de ángeles.

Su puño se contrae en el vaso de cristal, toda la fuerza en aquel material. –¿Y has venido a llevarme en vez de servirme? –Su tono es arrogante, amargo y agresivo pero yo solo rio ante él.

–Vamos Miguel, tu no me das miedo.–Suelto despreocupado. –Guarda tus amenazas, mi interés no es conseguir el perdón, soy un simple caído inmortal sin ningún beneficio o poder. –Levanto una ceja resignado. –Mejor sólo dime a qué vine.

El arcángel se da la vuelta apenas con una media sonrisa. –Es cierto que gracias a mi hijita, ya no tienen poderes los malditos.

–Yo que tu ni sonreiría tanto, cuando alguno de los ángeles guardianes de contigo serás el huésped VIP del nuevo infierno.

Me mira como si no supiera nada, hasta con burla. –No habrá nuevo infierno porque el original sigue estando aquí, caído. La muerte del sello es la erradicación del mal pero solo en la tierra. ¿En verdad crees que Lucifer puede ser destruido? Tomará su tiempo para que los demonios logren surgir de nuevo pero el mal está, siempre está. –Da un largo sorbo tomando todo el líquido de su vaso de un sopetón y deja que choque en la madera sonoramente, el "Tlac" sobresalta al cantinero pero no pasa mucho para que siga absorto en el programa de la pequeña televisión.

En ese instante un corpulento chico rubio entra al local apresurado pero corre directo a los baños tambaleándose.

Le miro pensativo. –Pero el sello sigue vivo...

Él asiente enérgico, toca mi hombro y me hace retroceder en el taburete. –Eso es gracias a algo único, un artefacto especial que creía destruido.

Frunzo el ceño. << –Verás es una joya muy poderosa tanto así como para traer a alguien de vuelta a la vida. ¿Entiendes?

–Si es cierto que eso existe ¿por que no lo tienes ya?

Miguel prácticamente gruñe al ser interrumpido, con un evidente mal humor. –Sucede que hay cosas que ni un arcángel puede conocer y por ello es que estás aquí. El llamador es un objeto de valor increíble y lo deseo pero solo yo puedo obtenerlo, tu trabajo es facilitarme el acceso a él.

–¿Y como es que yo haría eso a ver?

Asiente comprendiendo mi duda y es cuando me toca la mano que reposa en la barra.

Imágenes que no me pertenecen revolotean por mi memoria y me comparten mi verdadera tarea, una que camina y ondea una melena cobriza al viento.

–Mi hija...tiene tendencia a amar el peligro según he visto, haz que confíe en ti. Lo demás será fácil.

La mirada mañosa de sus ojos y la mueca despiadada le hacen ver como un depredador y sonrío.

¿Quién no vive por juegos y malicia?

Cuando el arcángel me hace entrega de la nota desdoblada en su pantalón es que empieza la verdadera diversión.

–Haz bien tu trabajo Elihad, crea la semilla de la duda. Habrá un par de alas esperando por ti.

Lo único que no previne fue el susurro quedo que emitió, aquel que aseguraba que tanto su sangre como la mía serían derramadas.

Lo único que no previne fue el susurro quedo que emitió, aquel que aseguraba que tanto su sangre como la mía serían derramadas

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Ángel Blanco: El Llamador ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora