EL PORFIRIATO
La modernización de Veracruz, 1870-1905 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21
Karl B. Koth
INTRODUCCIÓN
La historiografía sobre la Revolución mexicana en el estado de Veracruz
es amplia y variada y se podría remontar a los años posteriores a la conclusión de la lucha armada del decenio 1910-1920. Ésta comprende lo mismo libros y artículos escritos por participantes comprometidos en el proceso, como los revolucionarios Gabriel Gavira o Cándido Donato Padua,1 por sólo citar dos casos, que testimonios de escritores/intelectuales que nos dejaron sus apreciaciones sobre la coyuntura revolucionaria, por ejemplo, el entonces dirigente laboral Vicente Lombardo Toledano, a los que habría que sumar el punto de vista de estudiosos extranjeros como Marjorie Ruth Clark.2 Pero en realidad no sería sino a partir de los años
sesenta del siglo pasado, y de manera más rotunda en la siguiente década, cuando se planteó de manera profesional, a partir de las instituciones educativas del estado de Veracruz, el problema de estudiar sistemáticamente la Revolución mexicana en el estado costero. Ya desde el número 16, de
octubre-diciembre de 1960, de la entonces joven revista La Palabra y el Hombre de la Universidad Veracruzana, Xavier Tavera Alfaro, Jorge
Alberto Manrique y David Ramírez Lavoignet, miembros del Seminario de Historia Contemporánea de la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, reflexionaban, en un sugerente ensayo, sobre la necesidad de investigar la revolución. Ellos consideraban, como hipótesis de trabajo, que eran tres los “problemas principales” dentro del movimiento revolucionario en Veracruz: el problema del trabajo (movimiento obrero de Orizaba y movimiento inquilinario de Veracruz); el problema agrario (raíz de los levantamientos desde Hilario Salas en el sur en 1906, y la aparición posterior de las “ideas peculiares” de Úrsulo Galván),
y el problema religioso, que fue tan álgido en este estado.
Advertían al mismo tiempo que una etapa inmediata que tenían que cubrir era la reco-
lección y la publicación de fuentes, para ir ubicando el material de primera mano, y como parte de esta labor anunciaban, en el mismo ensayo, que
con el apoyo del Centro de Documentación Histórica del Instituto Nacional de Antropología e Historia, habían podido microfilmar más de
veinte mil documentos del archivo del ingeniero y coronel Adalberto Tejeda, gobernador del estado en dos periodos. Asimismo, habían comenzado a grabar en cinta magnetofónica entrevistas con diversos personajes de relieve en la historia revolucionaria de Veracruz, como el general Cándido Aguilar, el licenciado Francisco Camarillo y el general Marcelino
Absalón.3 Como fruto ulterior de estos proyectos, el propio Ramírez Lavoignet escribiría más tarde su breve pero acuciosa obra Soteapan:
Luchas agrarias.*
En la década anterior, anticipándose a los investigadores de Veracruz y mostrando la relevancia de los hechos que tuvieron por esce-
nario a Veracruz, aparecería en la revista Historia Mexicana de El Colegio de México –en el número de abril-junio de 1953–, un artículo de Mario
Gill: “Veracruz: Revolución y extremismo”, dedicado al liderazgo de Herón Proal y al movimiento inquilinario del puerto de Veracruz.
También pionero, desde el ámbito profesional de los historiadores, sería el ensayo escrito por el profesor Moisés González Navarro sobre la llama-
da Huelga del Río Blanco, que apareció justo en 1957, también en la revista de El Colegio de México, coincidiendo con la conmemoración de los
cincuenta años de ese acontecimiento. El ensayo de González Navarro estaba basado en buena medida en documentos oficiales del gobierno,
pero su fuente más importante fueron los periódicos de la época porfiriana. Más tarde, Leonardo Pasquel, el prolífico escritor y editor veracruza-
no, publicaría en 1971-1972, con el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), La Revolución en el Estado
de Veracruz, en dos volúmenes. Y en 1976, bajo el sello de su editorial Citlaltépetl sacaría a la luz los libros: El conflicto obrero de Río Blanco en 1907;
La invasión a Veracruz y La rebelión agraria de Acayucan en 1906.
En esta misma década de 1970 se fundaría el Centro de Estudios Históricos de la Universidad Veracruzana, donde se formaría una nueva
generación de investigadores que acometería el estudio del pasado veracruzano, y que produciría distintas contribuciones sobre la Revolución en
Veracruz en los siguientes años, ya fuese en forma de artículo o de libro.
La creación del Centro de Estudios Históricos, en la ciudad capital de Xalapa, se colocaba dentro de un amplio proceso de descentralización
de las instituciones dedicadas a las humanidades y a las ciencias sociales, que llevó al establecimiento, a lo largo y ancho del país, de nuevas institu-
ciones que contaban con programas de investigación o que ofrecían posgrados. El Centro de Estudios Históricos se crearía en 1971 y durante sus
primeros años de existencia experimentaría la benéfica influencia de experimentados historiadores de El Colegio de México y de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Una característica de la nueva historiografía, que se comenzó a cultivar en forma regular en esos años, fue la posibilidad de acceso que tuvieron
los estudiosos a una multiplicidad de fuentes documentales antes vedadas o de difícil consulta. Y aquí no sólo nos referimos al Archivo General de la Nación, ubicado ya en el Palacio de Lecumberri, sino a la paulatina apertura
y mejor organización de archivos locales y estatales. Si a esto se agrega la utilización sistemática, desde los años setenta, de las técnicas y metodologías de
la historia oral, se pueden entender las ventajas que tendrían los nuevos investigadores profesionales, con formación universitaria especializada,
respecto a los pioneros de la historiografía veracruzana. Además, la nueva generación de cultivadores de la historia local y regional eran partícipes de un estimulante clima intelectual en el cual la historia regional alcanzó en el ámbito
nacional un reconocimiento especial, gracias a los trabajos que aparecieron en diferentes estados y que se caracterizaron por la novedad de sus conclusiones, el rigor con que fueron realizados y por lo bien escritos que estaban
un número importante de ellos. “La perspectiva regional es ahora algo comúnmente aceptado, pero fueron necesarios más de diez años y numerosos estudios para que alcanzara pleno reconocimiento”, señalaría en los años ochenta el historiador de la UNAM Carlos Martínez Assad, uno de sus más
importantes impulsores en el país.4 Sobre la trascendencia del enfoque regional en los estudios de la Revolución mexicana, es contundente el juicio de
Álvaro Matute, quien advertía:
La historia regional de la revolución ha enriquecido como ninguna otra las
posibilidades de explicación de la complejidad nacional y ha puesto de manifiesto que la historia de la revolución no debe agotarse en sus límites cronológicos, cualesquiera que éstos sean, y debe extenderse en largas duraciones que
la abarquen en “antes y después”. Y también, desde luego, ha enseñado que no
se puede hablar de la misma revolución en un país tan diverso.5
Por fortuna los historiadores de la Universidad Veracruzana, lo mismo del recién fundado Centro de Estudios Históricos que del Seminario de Historia, no estaban solos en su tarea de investigar la historia de la revolución en Veracruz, pues tanto investigadores de instituciones de la ciudad de México como de universidades extranjeras los acompañarían en el
redescubrimiento de los movimientos sociales ocurridos en las primeras décadas del siglo XX. Así, Romana Falcón de El Colegio de México desde
una fecha tan temprana como 1977 publicaba su importante libro: El Agrarismo en Veracruz. La etapa radical (1928-1935), que aparecía bajo el
sello del propio Colegio de México. La editorial Siglo XXI traducía por su parte la investigación de Heather Fowler-Salamini, también enfocada al
agrarismo radical en Veracruz (1920-1935), que originalmente había sido editada en 1971 por la Universidad de Nebraska. Por estos mismos años
era publicada en la colección SEP-Setentas El movimiento inquilinario en Veracruz, 1922, de Octavio García Mundo, autor veracruzano, quien había realizado estudios de posgrado en El Colegio de México.Ya en los años ochenta, en un ambicioso proyecto que involucraba tanto a historiadores veracruzanos como a investigadores de El Colegio
de México, aparecían los siguientes volúmenes: … nunca un desleal: Cándido
Aguilar 1889-1960, de Ricardo Corzo Ramírez, José González Sierra y David Skerritt; La semilla en el surco. Adalberto Tejeda y el radicalismo en
Veracruz, 1883-1960, de Romana Falcón y Soledad García Morales, y Veracruz, capital de la nación, 1914-1915, de Bertha Ulloa con la colabora-
ción de Abel Juárez. Sobre los movimientos sociales que antecedieron, a la revolución, entre los obreros industriales veracruzanos, aparecería en 1981
dentro de la colección SEP-Ochentas: Un pueblo fabril del Porfiriato: Santa Rosa, Veracruz, de Bernardo García Díaz, mismo autor que en 1990 publicaría también Textiles del valle de Orizaba (1900-1925), bajo el sello de la
Universidad Veracruzana. Éste último constituía una colección de ensayos, en varios de los cuales se abordaban las relaciones entre el movimiento sindical textil y el movimiento de 1910-1920. También en estos años aparecieron los siguientes volúmenes: La rebelión delahuertista en Veracruz,
1923 (Universidad Veracruzana, 1986), de Soledad García Morales y Política y movimientos sociales en el tejedismo, de Olivia Domínguez Pérez
(Universidad Veracruzana, 1986).