Felizmente para los seguidores porfirianos en Veracruz, el presidente
Lerdo removió al gobernador juarista, substituyéndolo por el popular y dis-
tinguido veracruzano Francisco Landero y Cos, quien simpatizaba con los
porfirianos. En las elecciones de octubre de 1872, por la legislatura del esta-
do, Dehesa, a los 24 años de edad, ganó un asiento para representar a
Xalapa, la capital del estado.12 La victoria de Dehesa descansaba en la acla-
mación que recibió de varios veracruzanos en contra de la reelección.
Dehesa y sus seguidores entonces trataron de alentar a Díaz para que regre-
sara a la vida política mexicana a través de la puerta abierta de la política
veracruzana. El general Luis Mier y Terán, otro cercano y fervientemente
leal adicto a Díaz, propuso que él buscara la gubernatura de Veracruz. Dado
que Landero y Cos estaba a punto de renunciar, y que era posible nombrar
a un gobernador interino, Dehesa propuso esta maniobra a Díaz. Amable-
mente, Díaz se negó. No obstante, aceptó una oferta del gobierno del esta-
do, de Mier y Terán, y de Dehesa, presentando su candidatura por una curul
vacante al Congreso mexicano en un distrito de Veracruz. Díaz creía que si no
era capaz de ganar un asiento, la oportunidad de un cargo más alto estaría
perdida para siempre. Dehesa entonces compiló una lista de candidatos que él sentía que representarían mejor los intereses porfirianos en las próximas
elecciones estatales de 1875, destacando a Díaz como diputado. La mayoría
de éstos fueron subsecuentemente elegidos, incluyendo a Díaz, con el resul-
tado de que otra vez aparecía oficialmente como una figura política, desper-
tando esperanza en los corazones de muchos de aquellos que estaban
desilusionándose con la presidencia de Lerdo.13
Con la elección de un gobernador, así como una lista de candidatos
representativos dentro de las filas porfirianas, la fortuna política de Díaz
comenzaba nuevamente a aumentar. Su movimiento político en Veracruz,
dirigido por Dehesa, tomó ímpetu. Junto con el general Mier y Terán,
Dehesa fundó clubes políticos por todo el estado para promover a Díaz
como presidente. Ciertamente, en Veracruz, como en cualquier otro lugar,
Díaz era popular, especialmente con el sector comercial, que deseaba por
encima de todo la paz y el orden que le permitiera hacer sus negocios.14
El movimiento pro Díaz en Veracruz, que se había extendido a
otras partes del país, no era la única fuente de oposición a Lerdo. También
en la capital, los principales periodistas estaban encabezando un movi-
miento severamente crítico al presidente.
Vicente Riva Palacio, en El Ahuizote, e Ireneo Paz, en El Padre Cobos,
fueron constantes en sus críticas y, a finales de 1875, publicaron un libro
en donde intentaron elevar sus críticas “ante el tribunal de la historia”.15El apoyo del que gozaba y la declarada intención de Lerdo por buscar la
reelección, probablemente motivó a Díaz a pensar acerca de iniciar los
planes para una rebelión dado que era improbable que Lerdo fuera capaz
de ganar una elección sin corrupción masiva.16
En junio de 1875, hubo rumores infundados de que Díaz había aban-
donado La Candelaria e ido hacia Oaxaca, su estado natal, donde estaría
levantando a un ejército. En verdad, Díaz había tenido un pasaporte exten-
dido por la comandancia militar de Veracruz, y el 3 de diciembre, junto con
Manuel González, había salido del puerto por barco hacia Brownsville,
Texas. De ahí, procedió a solicitar fondos, comprar armas y levantar un ejér-
cito. En marzo publicó el Plan de Tuxtepec, acusando a Lerdo inter alia
(entre otras cosas) de violar la soberanía de los estados. El 20 de marzo de
1876, cruzó la frontera norte con cerca de cuatrocientos hombres.17
En Veracruz sus seguidores manifestaron su apoyo muy abierta-
mente. En Xalapa hubo un atrevido intento de marcar una temprana
victoria porfiriana. Un frustrado golpe de estado por un simpatizante por-
firiano, Manuel García, fue fácilmente derrotado por un capitán de los rurales
(la policía montada federal), quien también arrestó al ineficaz gobernador,
José María Mena. Poco después, el general Marcos Carrillo fue nombrado
comandante y gobernador militar del gobierno lerdista en Veracruz y res-
tauró el orden. Sobre estos eventos Dehesa escribe:
Un movimiento fue instalado en la capital, Xalapa. El gobernador, Don
José María Mena, era un ilustre cordobés. Sin embargo, era completamente indolente y, por esto, un jefe de los Rurales, el capitán Merino, lo tomó
prisionero. Entonces la situación cambio ahí. Los poderes ejecutivo y
legislativo fueron removidos a Veracruz y allá fueron. Los eventos en
Veracruz tuvieron tales repercusiones en el resto del país, que la federa-
ción declaró el estado de sitio ahí, nombrando al general Marcos Carrillo
como gobernador y comandante en jefe. Dado que continué expresando
mis opiniones con total libertad, el general Carrillo me llamó un día y me
dijo: “No quiero tener que dar a Veracruz un día de luto, y usted por con-
siguiente puede considerarse bajo arresto”.18
Dehesa fue entonces removido de Xalapa y enviado a Orizaba, donde fue
detenido por unos pocos días hasta que pudo ser enviado a la ciudad de
México. Fue tratado bien en Orizaba y en México, donde fue mantenido
bajo arresto domiciliario en el Hotel Iturbide. Fue enviado a prisión el 24
de marzo de 1876 y permaneció ahí hasta diciembre del mismo año, man-
teniéndose en contacto con los eventos políticos a través de las visitas dia-
rias del editor del influyente periódico El Monitor Republicano (ciudad de
México), Vicente García Torres. Sostuvo también correspondencia con
Díaz, escribiendo bajo el nombre de Estanislao Mendoza y dando cuen-
tas del clima político en la capital.19
Mientras tanto, la revolución de Tuxtepec reunió dinamismo en
Veracruz y en el resto de México. Estallaron revueltas en Acayucan y
Coscomatepec, y de ahí se extendieron a Huatusco, Jalacingo, Misantla,
Papantla y Córdoba. La batalla de Tecoac, en Tlaxcala, la cual tuvo lugar
el 16 de noviembre de 1876, decidió el destino de Lerdo. Cinco días des-
pués, el 21 de noviembre, Díaz entró a la ciudad de México; Lerdo se
embarcó a los Estados Unidos desde Acapulco. Después de la fuga de
Lerdo de la capital, Dehesa tomó su camino y regresó a Veracruz con el
general Mier y Terán, donde eventualmente se reunieron con Díaz en la
casa de un español. Fue nombrado inspector de Aduanas Marítimas, un
importante puesto. Allí, su trabajo fue inspeccionar las operaciones de las aduanas y, en particular, descubrir corrupción y contrabando, los cuales
constituían un constante sangrado en los ingresos del gobierno. Dehesa
se mantuvo en este puesto durante el primer periodo presidencial de Díaz.
También sirvió al sucesor de Díaz, el presidente Manuel González, hasta
el final de su mandato en 1884, realizando un excelente trabajo al supri-
mir la corrupción dentro del servicio de aduanas.