LA MODERNIZACIÓN DE VERACRUZ, 1870-1905

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KARL B. KOTH
The University of British Columbia.

A FINALES DE MARZO DE 1876, México se encontraba al borde de uno de los
periodos de mayor trascendencia de su historia. El general Porfirio Díaz se
encontraba preparado con unos cuantos centenares de hombres en la frontra mexicano-estadounidense, listo para iniciar la revolución que habría de
impulsarlo a la presidencia. Desde la época de ese levantamiento, llamado la
revolución de Tuxtepec, Porfirio Díaz fue el amo de México –con la breve excepción de los años entre 1880-1884 cuando el país fue guiado por Manuel
González (con Díaz al fondo observando atentamente)– hasta que fue expulsado en 1911. En 1876, él heredó un país que había vivido cincuenta y cinco años de agitación y que difícilmente podía ser descrito como una nación unificada. Una de las fuerzas dominantes que impedían la unidad eran las fuertes tendencias regionales que habían madurado desde que el país ganó su independencia y que habrían de ser controladas si México quería lograr la estabilidad necesaria para la modernización. Entre estas poderosas regiones se encontraba el estado de Veracruz, puerta de entrada a México en el siglo XIX
y, debido a sus atributos geográficos y físicos, destinado a convertirse en uno de los estados más ricos de la unión mexicana.

Nota: Con excepción de las notas a pie de página de este capítulo, que fueron completadas, las de los demás capítulos se dejaron como las escribieron sus autores originalmente.
* Este texto es un fragmento del libro de Karl B. Koth, Waking the Dictator. Veracruz, the
Strugle for Federalism, and the Mexican Revolution, 1870-1927, University of Calgary Press, Calgary, Alberta, 2002, pp. 1-40. Traducción realizada por Luis Ignacio Sánchez Rojas.

EL PORFIRIATO
El hecho de que las dictaduras sean muy raras y completamente dictatoriales es una perogrullada. Que la gestión de Porfirio Díaz, quien gobernó México de 1876 a 1911, fuera difícilmente autoritaria en los niveles locales y regionales, que el sistema entero descansara más bien en una compleja red de resultados negociados, ha sido aceptado por estudiosos del periodo.1 Veracruz no fue la excepción. A diferencia de Yucatán, donde la camarilla2 política estaba a la orden del día, en Veracruz el sistema porfiriano descansó, de 1892 en adelante, en una adaptación entre el
presidente y un gobernador poderoso, quien era genuinamente popular en el estado por sus políticas desarrollistas. Ese acoplamiento fue significativo porque enfatizó un elemento tradicional en las políticas de Veracruz, que había sido problemático en el asentamiento de Juárez después de
1867: el asunto del federalismo. Los veracruzanos habían expresado su adherencia a la interpretación federalista de la Constitución de 1857, y
dado su apoyo a Díaz en contra de Lerdo de Tejada en 1876 por lo mismo.3 Aun antes de que se convirtiera en gobernador, Teodoro Dehesa
se identificó con esta posición, y la mantuvo con tenacidad a lo largo de su vida.
Dehesa nació en el puerto de Veracruz el 1 de octubre de 1848, de padre aragonés, quien se asentó en Veracruz, y de madre jalapeña, proveniente de una familia distinguida. A una edad temprana, siendo niño, se enfrentó cara a cara con la realidad social de México, pues sus padres continuamente discutían las difíciles condiciones de los pobres: la simpatía de Dehesa por las clases empobrecidas data de esta época. La historia cuenta que una vez Dehesa asaltó una caja de dinero de su padre y distribuyó
el contenido a algunos niños pobres, quienes asistían a la escuela municipal que estaba frente a su casa. Otro factor en la educación de Dehesa fue la ferviente educación religiosa impartida por su madre, una devota católica romana. Asistió a escuelas privadas y entró al Liceo en Xalapa,
cuyo director en ese momento era el bien conocido e influyente educador Teodoro Kerlegand. Dehesa fue un excelente estudiante a la cabeza de su
grupo. Se encargó de la panadería de su padre después de la muerte de éste, también fue colocado de aprendiz con un hombre de negocios local,
quien tenía una tienda de semillas. Pronto se convirtió en un empleado de confianza y, eventualmente, llegó a ser el secretario privado del dueño.
En la década de 1860, el joven Dehesa siguió los eventos relacionados a la invasión francesa en México con considerable trepidación por la
imposición de un monarca extranjero a la nación. Fue durante este tiempo que se enteró de Porfirio Díaz y comenzó a admirar al triunfador de la batalla de Puebla. Esta simpatía inicial creció con el tiempo, especialmente cuando Díaz comenzó a demostrar oposición a la reelección del presidente Benito Juárez. Su adhesión al caudillo, el hombre fuerte, duraría todo el Porfiriato.4 Dehesa entonces se unió al movimiento en 1870 y fue elegido para ejecutivo del “Club Republicano” de Veracruz. En la elección de 1871, el club abanderó a Porfirio Díaz, quien perdió. Dehesa entonces argumentó que, como los medios electorales habían fallado para elevar a Díaz al poder, la única opción que quedaba era la rebelión.5 El 12 de octubre de 1871, el día en que Juárez fue declarado electo por el Congreso mexicano, una rebelión estalló. Ésta fue conocida como la revolución de la Noria, llamada así por la hacienda que Díaz tenía en Oaxaca.6 Varios meses después, el hermano de Díaz fue brutalmente asesinado en el campo y los porfirianos derrotados buscaban una manera de salir del país.7 Porfirio Díaz escapó por Veracruz y la invaluable ayuda recibida por el joven Dehesa es descrita en sus memorias posteriores:
Habiendo fallado la rebelión, y teniendo que escapar al extranjero, Don Porfirio encontró necesario buscar refugio en Veracruz, donde él sabía que tenía amigos y seguidores. Junto con el general Galván fue de la sierra de Zongolica hacia Coscomatepec. Ahí ellos encontraron al coronel
Honorato Domínguez, quien conocía el país y quien los dirigió hacia la costa, alojándolos en la casa de Don Juan Viveros. Sin duda Domínguez dijo a Don Porfirio que uno de sus leales seguidores vivía en Veracruz, y de ahí supongo que el general Díaz me escribió una carta pidiéndome ayuda para asegurar pasaje en un barco fuera del país, ya fuera a La Habana o a los Estados Unidos. En mi juventud estaba ansioso por servir al general Díaz y accedí providencialmente.8

Teodoro A

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Teodoro A. Dehesa, gobernador de Veracruz desde diciembre de 1892 a junio de 1911. Hábil
administrador, leal porfirista y fuerte opositor a los científicos son algunos de los rasgos que
definieron al mandatario estatal nacido en el puerto de Veracruz y de quien Daniel Cosío
Villegas afirmaría que en 1910 era el único gobernador popular y querido en su estado.

Con la ayuda de amigos, Dehesa pudo asegurar el pasaje para Díaz y el general Pedro A. Galván a bordo del navío inglés Corsica, el cual zarpó de
Veracruz el 1 de febrero de 1872, a Nueva York.9 Este fue el comienzo de una larga y duradera amistad entre estos dos hombres que habría de
resultar en una estrecha cooperación durante el Porfiriato, especialmente después de que Dehesa asumió la gubernatura de Veracruz en 1892.
Después de la fuga de Díaz, Dehesa se envolvió aún más en el movimiento decidiendo entrar activamente a la política. Mientras tanto,
el presidente Juárez había muerto de un ataque al corazón, y el presidente de la Suprema Corte, Sebastián Lerdo de Tejada, otro veracruzano, había hecho juramento como presidente. Lerdo de Tejada ingeniosamente emitió una amnistía a la cual Díaz decidió someterse el 13 de octubre de 1872.10
Sin embargo, el partido porfiriano no estaba muerto. Cosío Villegas remarca que Díaz comenzó a pensar en la siguiente revuelta justo después de llegar a la capital, donde Lerdo lo recibió. Por el momento, se retiró completamente de la política y regresó a la agricultura.Pero siendo el negocio del azúcar bastante pobre en La Noria, decidió encargarse de un pequeño rancho azucarero, cerca del pueblo veracruzano de Tlacotalpan, llamado La Candelaria, el cual le fue concedido por la legislatura veracruzana.11

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