Parte 24

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Durante el camino de regreso a Arendelle, nadie dejaba de preguntarle a Clarice cosas sobre lo que vivió en el tiempo que estuvo ausente; ella le dijo que se mantuvo viajando constantemente, a veces por decisión propia, a veces porque las circunstancias la obligaron, vio muchas cosas, aprendió muchas otras, y conoció tantos lugares, tan extraños y diferentes que era mejor los mantenía en secreto o si no decía nada que pudiera confundirlos a todos.

Cuando estaban a un cuarto de camino, Clarice les dijo que después de abandonar a Madeleine, se sintió tan triste que abordó un barco que salía de la costa, contó que éste tocó puerto en un lugar muy parecido al que estaban, pero en esencia diferente, demasiado, por eso mismo prefirió no decir demasiados detalles, solo mencionó que se hizo amiga de una familia de ogros verdes y de un burro parlanchín, además de que vivió muchas aventuras a lado de ellos.

Una vez que avanzaron dos cuartos de camino, Clarice les contó que después de días y días de viaje llegó a una especie de desierto cuyos lugareños llamaba el oeste, dijo que ahí se encontró con una manada de caballos salvajes hermosos; ella mencionó que unos hombres uniformados que se hacían llamar soldados, tenían al corcel líder de dicha manada y que hizo todo lo que pudo por ayudarlo a ser libre, aunque al final, el que se llevó el crédito por liberarlo, fue un indio amigo el caballo; no negó que fue divertido, pero les dejó claro que hacía demasiado calor.

Después de que habían recorrido tres cuartos de camino, Clarice ya les había contado de muchos otros mundos que conoció (incluyendo el país de las maravillas y el país de nunca jamás), cada uno de ellos fueron difíciles de describir, parecía que uno era más difícil que el otro, incluyendo aquel donde habían vikingos jinetes de dragones; les mencionó cuando pasó meses viajando deseó volver a los terrenos de Arendelle y de las otras princesas, para ellos tomó un barco que naufragó en medio del océano, de no haber sido por su magia habría muerto ahogada; comentó que llegó a una ciudad submarina habitada por personas con cabellos blancos, tatuajes azules, que además eran prácticamente inmortales gracias a su cristal mágico.

Poco antes de llegar a Arendelle, Clarice les habló sobre una princesa isleña que le guastaba viajar por el mar, la cual conoció justamente al volver a la superficie después de estar en la ciudad submarina por semanas, el nombre de la princesa era Moana, ella le enseñó navegación y todo lo necesario para sobrevivir sola en el mar, entre muchas otras cosas; Elsa y Mérida le dijeron que todas las princesas ya conocían a Moana desde hace años, que de hecho tenían un convenio comercial con ella, les daba frutas exóticas y ellas le daban provisiones, medicinas o lo que sea que necesitara.

– Entonces ya la conocían ¿Y por qué nunca me la presentaron? Viví aquí muchos años. –Dijo Clarice (ya habían regresado a Arendelle).

– Perdón, Moana nunca se queda mucho tiempo, sólo entrega lo que tiene que entregar y se va al mar otra vez. –Dijo Elsa.

– Justo como lo espero de ella. –Dijo Clarice.

– Por lo visto te divertiste mucho. –Dijo Mérida.

– Podría decirse. –Dijo Clarice.

– Estamos felices de que hayas vuelto Clarice, te extrañamos demasiado. –Dijo Maléfica.

– Sobre todo yo. –Susurró Mérida al oído de Clarice; Elsa lo notó, pero no dijo nada, sin embargo Clarice se dio cuenta de su mirada de enfado.

– Compórtate. –Dijo Clarice y Elsa sonrió.

– Todos deben estar muy cansados después de ese viaje tan largo, es mejor que vayamos a descansar por hoy y mañana en la noche habrá un baile para celebrar el regreso de Clarice. –Dijo Elsa.

La Mujer Inter-dimensionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora