Capítulo 5

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Iria

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Iria

El resto de la mañana pasó rápida y tranquila. Tras Bioquímica no volví a ver a Dylan en clase, pero me lo encontré con Clare en la cafetería a la hora de comer. Los saludé un segundo, pero pedí la comida para llevar, puesto que hoy trabajaba doble turno en la biblioteca.

Fui caminando hasta la parada del autobús y esperé tranquilamente a que llegara. Cuando me subí, fui todo el camino haciendo caras raras a un niño pequeño que no dejaba de llorar, y que de pronto comenzó a reír. Satisfecha con mi buena acción del día, me bajé del autobús con una amplia sonrisa y fui caminando y disfrutando de los colores otoñales que comenzaban a adornar los árboles.

Llegué a la biblioteca a las cuatro de la tarde, y saludé a Silvia, la directora, antes de coger mi carrito repleto de libros para comenzar a colocarlos en sus respectivos estantes. Varios estudiantes acudieron a mí con dudas sobre ciertos libros, y la tarde pasó así, tranquila. Me sentía en paz, como si estuviera sobre una sábana suave y caliente, y hacia el final de mi primer turno, decidí tomarme un café junto a Silvia, que lucía preocupada.

La mujer de cabello blanco como la nieve, recogido en un apretado moño, la cara ovalada llena de arrugas por la edad, y ojos claros como el cielo, me miró con cierta tristeza cuando la pregunté si le ocurría algo.

—El Ayuntamiento ha decidido trasladar la biblioteca, después de tantos meses de espera.

El alma se me cayó a los pies al escuchar esa noticia. Hacía unos meses que nos habían avisado de que si la biblioteca no recibía más visitas, la acabarían trasladando a un espacio más pequeño en la otra punta de la ciudad. Convocamos mil actividades para fomentar la lectura y que la gente acudiera a la biblioteca, pero los resultados fueron pésimos, y después de todo, fue un esfuerzo en vano.

—Querida, mañana ya no hace falta que vengas a trabajar. Hoy mismo te daré tu finiquito para que tengas algún recurso para la matrícula del año que viene.

Con una profunda tristeza, asentí sin decir nada, sintiendo un agujero negro en mi estómago que se tragaba cada célula de mi ser. Tanto tiempo trabajando allí, rodeada de libros maravillosos e interesantes, en un lugar repleto de conocimientos y donde se podía respirar desde antiguos filósofos hasta los novelistas más contemporáneos, para que todo se acabara de un día para otro.

—Si quieres, puedo escribirte una carta de recomendación para que puedas trabajar en otro sitio —indicó la mujer, intentando sonreírme con dulzura—. Es en un café cercano a tu universidad, donde trabaja mi prima. Necesita un poco de ayuda por su edad y creo que, si quisieras, podrías serle de mucha utilidad.

—Estaré encantada de ir —sonreí, aunque por dentro me sentía horrorizada tan solo de pensar en preparar algo que no fuese una tortilla francesa.

—La llamaré esta noche, entonces.

Silvia se llevó mi vaso de café sin haberlo podido terminar, pero no dije nada. Me entristecía tener que cambiar mis libros por una bandeja, pero necesitaba un trabajo, y que Silvia me lo ofreciera tan caritativamente era una oportunidad que no podía rechazar.

INFIERNO (Disponible en físico) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora