Iria era una universitaria como cualquier otra, completamente normal a ojos de los demás. Algo que la destacaba era que nunca se había metido en un solo lío, hasta esa noche.
De un día para otro, estaba en una fábrica de peleas clandestinas con su m...
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Iria
La muerte. Ese es el destino de nuestras pequeñas vacaciones por la vida. Nacemos, crecemos, hacemos como que vivimos y, finalmente, morimos. Fingimos que todo es mucho más simple que ese concepto, pero ¿y si no es así? Nadie ha muerto nunca y ha vuelto para contar qué tal la experiencia. Y si alguien lo hiciera, ¿realmente estaríamos preparados para escuchar lo que nos tiene que decir? ¿Y si no es lo que nosotros creíamos? ¿Y si es dolorosa cuando estás en calma, y tranquila cuando estás sufriendo? ¿Y si no se divide en un Cielo y en un Infierno? ¿Qué pasaría con los dogmas de religión, entonces? ¿Qué sería de nosotros si la muerte no se parece en nada a como creemos que es?
Todo ser tiene que vivir y también tiene que morir. Unas veces es injusto para unos, y otras pensamos que es exactamente lo que se merecía. El reino animal es así: cada uno mira por sus propios intereses, y por mucho amor que le tengas a una persona, probablemente otra la odia. Da igual quién viva o muera, el problema es cuando es alguien que conocemos o nos importa. En los informativos aparecen miles se personas fallecidas a las que no conocemos y no nos sentimos mal por ellos. Ah, pero si muere el vecino, el abuelo, el hermano, el amigo, el novio, ya sí, ¿no?
Siempre he pensado que la gente no le tiene respeto a la muerte. Piensan que es algo banal, algo que solo tiene importancia cuando ocurre a tu alrededor. Nunca he creído que realmente morir fuera así de simple. Todo tiene una complejidad que muy pocos estamos dispuestos a ver y afrontar. Estoy segura de que cuando mi madre se encontraba en esa cama luchando por su vida, se dio cuenta de lo que realmente significaba morir. La muerte es algo que no podemos explicar con palabras, porque literalmente no sabemos definir lo que viene después de ella.
Unos piensan que las personas nos dividimos en los que van al Cielo o al Infierno; otros hablan de un paraíso; otros, de un gran salón en el que te sientas a comer y beber con unos dioses que, realmente, no sabes si existen; otros piensan que cuando mueres, vuelves a nacer siendo alguien o algo diferente.
Yo, sinceramente, no lo sé. No creo ninguna de esas cosas, pero tampoco puedo desmentirlas. No puedo saber lo que es la muerte si nunca he muerto. No puedo sentir lo que siente una persona cuando está a punto de perder la vida. Nadie sabe cómo es la muerte, ni lo que te espera cuando te llega el momento. Lo único que podemos saber con certeza es que vida solo hay una y es la que te está tocando vivir ahora, en este mismo instante. Puedes estar desperdiciándola o aprovechándola al máximo, eso solo puedes juzgarlo tú mismo. Solo hay que recordar, que cada día puede ser el último y hay que vivir como cada uno desea hacerlo, sin límites ni reglas.
Cuando mi madre se fue, me desmayé del dolor que me causó su pérdida, y mientras estaba inconsciente, tuve tiempo de pensar en ello. O tal vez solo fue un sueño. Solo sé que me di cuenta de que no podía sufrir su pérdida mucho más tiempo, pues aún tenía una vida por delante y necesitaba vivirla cuanto antes. Aún me quedaban personas que realmente me importaban y estaba segura de que no querrían verme mal mucho más tiempo. Sabía que, al abrir los ojos, la realidad estaría ahí, esperando mi despertar para golpearme con fuerza. Sin embargo, estaba preparada para recibirla y, por eso, abrí los ojos.