Iria era una universitaria como cualquier otra, completamente normal a ojos de los demás. Algo que la destacaba era que nunca se había metido en un solo lío, hasta esa noche.
De un día para otro, estaba en una fábrica de peleas clandestinas con su m...
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Iria
Pasé toda la mañana y parte de la tarde con Clare, viendo películas, comiendo helado, pizza y golosinas, y bebiendo refresco como si fuéramos ballenas. Lloramos con las películas románticas, reímos con las cómicas y chillamos con las de terror. A las cinco, aproximadamente, volví a mi habitación, puesto que Clare había quedado para hablar con Dylan, y yo aproveché para estudiar.
Sin embargo, por más que trataba de concentrarme en los párrafos que debía memorizar, lo único que aparecía en mi cabeza era Lucas. Aquel beso... Había sido la mecha que encendió la dinamita. Ahora sí estaba completamente segura de que me gustaba Lucas, tal vez algo más... Pero no era una sensación que hubiese experimentado antes, así que realmente no estaba segura.
Mi corazón daba saltos en mi pecho cuando pensaba en él, mi estómago parecía estar repleto de mariposas, y una sonrisa tonta se dibujaba en mi rostro. Bueno, sí, estaba completamente enamorada de Lucas O'Dell. La cuestión era: ¿sentía algo por mí el excéntrico mujeriego? Ese cuya mirada frívola provocaba miedo, ese con una sonrisa macabra plantada en los labios, ese que llamaban Demonio.
Sin embargo, en el mirador no me pareció que fuera así. Me pareció un chico que tenía miedo de salir herido, y que vivía para proteger a los que quería. Algo en mi interior sabía que estaba encadenado a un mundo del que no podía escapar. Y yo sentí que debía ayudarle, pero ¿cómo se salva a alguien que te cierra las puertas cuando quieres entrar? ¿Cómo se ayuda a quien tiene mil secretos guardados en su interior, consumiéndole?
Al final, dejé mis pensamientos a un lado y me concentré en estudiar. Estuve un largo rato memorizando palabras por doquier, cuando me sobresaltaron unos golpes en la puerta. Me levanté de la cama para abrir, y me encontré a Lucas con los ojos cargados de preocupación, una que se disipó casi por completo al verme.
—Hola —murmuró.
—Hey —respondí.
No le invité a pasar ni el hizo el más mínimo atisbo de querer entrar. Nos quedamos parados en la puerta, mirándonos, en silencio, cuando mi corazón solo quería gritar a los cuatro vientos que, por favor, pasara.
—¿Puedo...? —se decantó.
Me aparté de la puerta, dejándole el paso libre, y me apresuré a cerrar los libros y guardar los apuntes que residían sobre mi cama.
—¿Estabas ocupada?
—Sí, bueno... Quiero decir, no, no, estaba a punto de dejarlo.
Lucas me miró como si fuera un bicho raro, y así fue exactamente como me sentí.
—Solo quería saber cómo estabas —murmuró.
Yo me rasqué el brazo, con un manojo de nervios en el estómago.
—Bien, bien...
—¿Y Clare?
—Mal, muy mal —suspiré—. Dice que no quiere cortar con Dylan, que quiere encontrar alguna solución alternativa... Pero la verdad es que es difícil.